En su última catequesis sobre el Bautismo, el Papa
Francisco reflexionó sobre el significado de los símbolos de las vestiduras
blancas y de la vela durante la ceremonia bautismal.
En la Audiencia General celebrada en la plaza de San Pedro del Vaticano
este miércoles 16 de mayo, el Santo Padre señaló que las vestiduras blancas “expresan simbólicamente aquello que ha sucedido en el
sacramento, anuncia la condición de transfigurados en la gloria divina”,
y recordó “el mandato de llevar esa vestimenta sin
mancha para la vida eterna”.
Asimismo, sobre la vela indicó que “también
la entrega ritual de la vela encendida del cirio pascual recuerda los efectos
del bautismo: ‘Recibe la luz de Cristo’. Estas palabras recuerdan que no somos
nosotros la luz, sino Jesucristo, el cual, resucitado de entre los muertos, ha
derrotado a las tinieblas del mal. ¡Nosotros estamos llamados a recibir su
esplendor!”.
A continuación, la catequesis del Papa Francisco:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy concluimos el ciclo de catequesis sobre el Bautismo. Los efectos
espirituales de este sacramento, invisibles para los ojos pero que operan en el
corazón de quien se ha convertido en una nueva criatura, se hacen explícitos
mediante la entrega de la prenda blanca y la vela encendida.
Después del lavacro de regeneración, capaz de recrear al hombre según
Dios en la verdadera santidad (cf. Ef 4,24), pareció natural, desde los
primeros siglos, revestir a los nuevos bautizados con una prenda nueva, blanca,
a semejanza del esplendor de la vida conseguida en Cristo y en el Espíritu
Santo. La vestimenta blanca expresa simbólicamente lo que ha sucedido en el
sacramento, y anuncia, al mismo tiempo, la condición de los
transfigurados en la gloria divina
San Pablo recuerda el significado de revestirse de Cristo, cuando
explica cuáles son las virtudes que deben
cultivar los bautizados: "Elegidos
de Dios, santos y amados, de entrañas de misericordia, de bondad, humildad, mansedumbre
y paciencia, soportándoos unos a otros y perdonándoos mutuamente al otro…Y por
encima de todo esto revestíos de caridad, que es el vínculo de la
perfección”. (Col 3: 12-14).
La entrega ritual de la llama tomada
del cirio pascual también
recuerda el efecto del Bautismo: "Recibid la
luz de Cristo", dice el sacerdote. Estas palabras recuerdan
que nosotros no somos la luz, sino que la luz es Jesucristo (Jn 1, 9, 12, 46),
quien, resucitado de entre los muertos, ha vencido las tinieblas del mal. ¡Nosotros estamos llamados a recibir su esplendor! Al
igual que la llama del cirio pascual ilumina cada vela, el amor del Señor
resucitado inflama los corazones de los bautizados, llenándolos de luz y calor.
Y por eso desde los primeros siglos el sacramento del bautismo también se llama
"iluminación" y
al bautizado se le llamaba "el
iluminado”.
Esta es ciertamente la vocación cristiana: "Caminar
siempre como hijos de la luz, perseverando en la fe" (cf. Rito de
la iniciación cristiana de adultos, n. ° 226, Jn 12, 36). Si se
trata de niños, es deber de los padres, junto con los padrinos y madrinas
preocuparse por alimentar la llama de la gracia bautismal en sus pequeños,
ayudándolos a perseverar en la fe (cf. Rito
del bautismo de los niños, n. 73). "La
educación en la fe, que en justicia se les debe a los niños, tiende a llevarles
gradualmente a comprender y asimilar el plan de Dios en Cristo, para que
finalmente ellos mismos puedan libremente ratificar la fe en que han sido
bautizados." (ibid., Introducción, 3).
La presencia viva de Cristo, que debemos proteger, defender y
dilatar en nosotros, es la lámpara que ilumina nuestros pasos, luz que
orienta nuestras decisiones, llama que calienta los corazones para ir
al encuentro del Señor, haciéndonos capaces de ayudar a los que hacen el camino
con nosotros, hasta la comunión inseparable con Él. Ese día, dice también el
Apocalipsis, "Noche ya no habrá; no tienen
necesidad de luz de lámpara ni de luz del sol, porque el Señor Dios los
alumbrará y reinarán por los siglos de los siglos"(véase 22: 5).
La celebración del bautismo termina con la oración del Padre Nuestro,
propia de la comunidad de los hijos de Dios. En efecto, los niños renacidos en
el bautismo reciben la plenitud del don del Espíritu en la confirmación y participan
en la eucaristía, aprendiendo lo que significa dirigirse a Dios llamándolo "Padre".
Al final de estas catequesis sobre el Bautismo, repito a cada uno
de vosotros la invitación que expresé en la exhortación apostólica Gaudete et Exsultate:
"Deja que la gracia de tu Bautismo fructifique en un camino de santidad.
Deja que todo esté abierto a Dios y para ello opta por él, elige a Dios una y
otra vez. No te desalientes, porque tienes la fuerza del Espíritu Santo para
que sea posible, y la santidad, en el fondo, es el fruto del Espíritu Santo en
tu vida (cf. Ga 5,22-23)”.
Redacción ACI Prensa
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