Cuando un miembro de la familia
lleva tiempo con un deterioro progresivo, con dolores agudos y va a entrar en
la fase de diversas pruebas médicas, todos caen en una etapa de desconcierto,
de súplica a Dios: «Que no sea grave». Me encuentro
con Jorge, que vive una de esas etapas por problemas de salud de su esposa.
Está lleno de temores y espera una palabra de consuelo.
Le animo a irse el fin de semana
con la esposa y los hijos a la casa que tienen en el pueblo, donde encuentran
momentos de sosiego y paz. Le comento la escena de la transfiguración de Jesús.
Acompañado de sus discípulos sube camino de Jerusalén; les va comentando que le
espera una situación tremenda: le van a detener, a juzgar y a condenar a
muerte. Ellos le acompañan cabizbajos, sin comprender cómo le puede sobrevenir
eso. Para darles un respiro, les pide que le acompañen al monte para rezar.
Allí, la luz de Dios que lleva encerrada en su carne le explota dentro y Jesús
queda transfigurado. Los discípulos quedan obnubilados por la visión y tan
felices que quieren acampar allí para siempre. Al rato, pasada la visión, Jesús
les invita a bajar para continuar el camino.
A los diez días, Jorge me cuenta
que estuvieron en el pueblo en ambiente familiar, subieron a la colina a la
ermita del Cristo de la Salud. Rezaron con devoción, sintieron cercano al Señor
que ama y cuida de sus hijos, y quedaron impregnados de luz para afrontar la
dura prueba que les esperaba. Ahora se encontraban animados y arropados para
abordar el proceso de incertidumbre.
En nuestro caminar, en medio de
las sobrecargas, es importante cultivar momentos de transfiguración, de tomar
conciencia de la presencia salvadora de Dios que llevamos encarnada en nuestra
debilidad, de convivir con los amigos. Desde esa experiencia no desaparece el
dolor, los miedos, pero podremos afrontarlos con mayor paz y confianza.
Al final del camino el creyente
confía en acceder al encuentro definitivo con Dios, en un cara a cara de luz y
felicidad, y con todos los que le han precedido poder afirmar: «Qué bien se está aquí».
Jesús García Herrero
Capellán del tanatorio M-30.
Madrid
Capellán del tanatorio M-30.
Madrid
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