REDACCIÓN CENTRAL, 30 May. 17 / 03:47 pm (ACI).- En los Evangelios se encuentra poco de lo que dijo la Virgen María, pero cuando aparecen citadas sus palabras se puede apreciar que estas no solo generan una reacción del Señor sino que además cuestionan al mundo de hoy. San Juan Pablo II nos ofreció una profunda reflexión sobre cada una de ellas.
La Anunciación (Lc. 1,
26-38)
Las primeras palabras de la Virgen las cuenta San Lucas cuando el Ángel
Gabriel visita a María y le manifiesta que concebirá a Jesús. Ella pregunta: “¿Cómo será esto,
puesto que no conozco varón?” Y el mensajero divino con paciencia
le explica la acción del Espíritu Santo. “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí
según tu palabra”, dijo María.
Sobre este pasaje, San Juan Pablo II escribe en la Redemptoris Mater,
numeral 13, que la Madre de Dios “ha respondido,
por tanto, con todo su ‘yo’ humano, femenino, y en esta
respuesta de fe estaban contenidas una cooperación perfecta con ‘la gracia de
Dios que previene y socorre’ y una disponibilidad perfecta a la acción del
Espíritu Santo, que, ‘perfecciona constantemente la fe por medio de sus
dones’”.
La visita a su prima
Isabel (Lc 1, 39-56)
María, movida por la caridad, se pone al servicio de su anciana prima
Isabel. En ese encuentro familiar, Isabel la felicita y la sencilla Virgen
alaba a Dios y proclama una de las oraciones más excelsas del cristianismo,
inspirada en el Antiguo Testamento: el Magníficat.
“Proclama
mi alma la grandeza del Señor; se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador,
porque ha mirado la humillación de su esclava…”.
“Con su visita a Isabel, María realiza el preludio
de la misión de Jesús y, colaborando ya desde el comienzo de su maternidad en
la obra redentora del Hijo, se transforma en el modelo de quienes en la Iglesia se ponen en camino
para llevar la luz y la alegría de Cristo a los hombres de todos los lugares y
de todos los tiempos” (San Juan Pablo II, Audiencia
General, 1996).
Jesús hallado en el
Templo (Lc. 2, 41 - 52)
Cuando Jesús tenía doce años se quedó en Jerusalén y sus padres al no
encontrarlo en la caravana regresan a buscarlo. Después de tres días lo hallan
en el Templo dialogando con los doctores de la ley y María le dice: “Hijo, ¿por qué
nos has hecho esto? Mira, tu padre y yo, angustiados, te andábamos buscando”.
Jesús contestó que tenía que estar en los asuntos de su Padre y la
Virgen y San José no entendieron aquella respuesta.
San Juan Pablo II explica que “Jesús tenía
conciencia de que ‘nadie conoce bien al Hijo sino el Padre’ (cf. Mt 11,
27). Tanto que aun aquella, a la cual había sido
revelado más profundamente el misterio de su filiación divina, su Madre, vivía
en la intimidad con este misterio sólo por medio de la fe. Hallándose al lado
del hijo, bajo un mismo techo y ‘manteniendo fielmente la unión con su Hijo’, ‘avanzaba
en la peregrinación de la fe’, como subraya el Concilio” (Redemptoris
Mater, 17).
Bodas de Caná (Jn. 2, 1
- 11)
María, como toda buena madre, vivió preocupada porque no faltaran las
cosas de la casa y mucho menos en una boda. Es así que en Caná alerta a su Hijo
que los novios: “No tienen vino”. Con la confianza de saber que Jesús
ayudará, adelante la “hora” del Señor y da
un mensaje a los sirvientes, y en ellos a todos los creyentes: “Hagan lo que
Él les diga”.
“En Caná, merced a la intercesión de María y a la obediencia de los
criados, Jesús da comienzo a ‘su hora’. En Caná María aparece como la que
cree en Jesús; su fe provoca la primera ‘señal’ y contribuye a suscitar la
fe de los discípulos” (San Juan Pablo II, Redemptoris
Mater, 21).
No hay más palabras de María en la Biblia, pero las que
aparecen cobran especial sentido para cada generación y por eso San Juan Pablo
II en su visita del año 2000 a la Basílica de la Anunciación en Nazaret,
expresó uno de sus mayores deseos:
“Pido a la Sagrada Familia que
impulse a todos los cristianos a defender la familia contra las
numerosas amenazas que se ciernen actualmente sobre su naturaleza, su
estabilidad y su misión. A la Sagrada Familia encomiendo los esfuerzos de
los cristianos y de todos los hombres de buena voluntad para defender la vida y promover el respeto a la
dignidad de todo ser humano”.
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