Cuando te fijes en las faltas
de una persona, piensa: "Hoy es tu turno;
mañana será mío, a menos que la gracia divina me sostenga"
Jesús nos invita a asumir
el corazón misericordioso de Dios: “Sean
misericordiosos, como también su Padre es misericordioso” (Lucas 6,36).
La Biblia describe a nuestro Dios como “misericordioso,
lento para la ira y abundante en misericordia” (Salmo 103, 8).
¿Reflejamos tal paciencia y misericordia?
Sin aprobar de ninguna manera
el comportamiento pecaminoso, Jesús nos desafía a examinar si nuestros
corazones están llenos de compasión por aquellos cuyas vidas no son perfectas: ¿Tenemos un deseo sin fin de mostrar
misericordia? ¿O somos rápidos en criticar y condenar?
Santa Catalina de Siena fue
confrontada una vez por Dios acerca de un “pecado
oculto” que tenía: el pecado de juzgar a la gente. Solía pensar que
tenía un don para leer la naturaleza humana y notar las faltas de otras
personas, especialmente las faltas de los sacerdotes. Pero, un día, Dios le
señaló que las percepciones que estaba recibiendo acerca de las debilidades de
otras personas no venían de él: venían del diablo. Ella vino a ver que esto era
“la trampa
del diablo“.
El diablo nos permite ver las faltas del otro para que, en lugar de
querer ayudar, comencemos a juzgar sus almas y condenarlas. Catalina lo admitió a Dios,
diciendo: “Me diste… medicina contra una
enfermedad oculta que no había reconocido, enseñándome que nunca puedo juzgar a
ninguna persona… Porque yo, ciego y débil como estaba de esta enfermedad, a
menudo he juzgado a otros bajo el pretexto de trabajar por tu honor y su
salvación“.
Si nos enfrentamos a la verdad acerca de nosotros mismos y
experimentamos nuestras propias luchas diarias con el pecado, es menos probable
que nos establezcamos en el juicio sobre otros.
Si verdaderamente reconocemos cuánto necesitamos la misericordia de Dios
-si experimentamos su perdón y su poder sanador en nuestras propias vidas-
entonces nuestros corazones serán mucho más compasivos cuando encontremos las
faltas de otras personas.
Si hemos experimentado lo
paciente y gentil que es Dios con nuestras debilidades, entonces vamos a ser
más misericordiosos con los demás.
Es por eso que santa Catalina aprendió que cuando nos fijamos en las faltas
de una persona, debemos decirnos: “Hoy es tu turno;
mañana será mío, a menos que la gracia divina me sostenga“.
Pero si tendemos a responder a
las faltas de los demás con la condena y no la compasión, puede ser porque
nosotros mismos tenemos un serio problema moral. Podría ser porque no hemos
llegado a un acuerdo con nuestras propias debilidades y pecados y experimentado
la misericordia de Dios.
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