SU
INFLUENCIA SIGUE PRESENTE EN LA IGLESIA Y TAMBIÉN EN LA CULTURA POPULAR
En su reciente viaje a Egipto, el
Papa Francisco instó a sacerdotes y religiosos «a
sacar provecho del ejemplo de san Pablo el eremita, de san Antonio Abad, de los
santos Padres del desierto y de
los numerosos monjes que con su vida y ejemplo han abierto las puertas del
cielo a muchos hermanos y hermanas».
Estos nombres son muy conocidos
entre el pueblo egipcio, pero al oído occidental quizás los santos mencionados
por el Papa resulten menos familiares.
¿QUIÉNES
ERAN ESTOS «PADRES DEL DESIERTO»?
A finales del siglo III, un
cristiano de nombre Pablo que vivía en la ciudad de Tebas, Egipto, se vio
obligado a huir al desierto durante la persecución del emperador romano Decio.
Allí vivió en una cueva a la espera de que terminara la persecución.
Mientras tanto, Pablo descubrió
que disfrutaba de la soledad y la libertad para ayunar y rezar. Abrazó la vida
en el desierto y vivió en esa cueva durante muchas más décadas como ermitaño,
dedicado a la adoración de Dios. Cerca del final de la vida de san Pablo, otro
hombre en Egipto, Antonio, recibió inspiración del Evangelio para renunciar a
sus posesiones y servir únicamente a Dios. Su experiencia se relata en el famoso
libro Vida de Antonio, escrito por
san Atanasio.
El libro cuenta cómo un día,
durante la Misa, «leían el Evangelio y [Antonio]
escuchó al Señor diciendo al hombre rico [Mateo 19:21] “Si quieres ser
perfecto, le dijo Jesús ve, vende todo lo que tienes y dalo a los pobres: así
tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme”».
Antonio creyó que las palabras
iban dirigidas directamente a él, así que, inmediatamente después de Misa,
vendió todas sus posesiones y trató de cumplir con la voluntad de Dios.
Por entonces, Antonio oyó hablar
sobre Pablo el ermitaño y fue a visitarle en su retiro de las montañas. Antonio
quedó inspirado por su modo de vida y se convenció de que Dios también le
llamaba a convertirse en un eremita en la naturaleza.
Antonio dedicó el resto de su
vida a ayunar y orar, a vivir una vida de pobreza por la gloria de Dios. Su
santidad se hizo famosa y, durante la persecución de Diocleciano, los
cristianos se vieron atraídos al desierto como forma de escapar del mundo y
vivir una vida cristiana privada.
La vida y la sabiduría de Antonio
inspiraron a muchos hombres y mujeres a renunciar a sus ambiciones terrenales y
vivir en soledad venerando a Dios. Los monasterios se fueron desarrollando con
el tiempo y se extendieron por Egipto. Se formó una norma de vida y otros
hombres y mujeres santos empezaron a escuchar la llamada del desierto.
Entre los primeros santos que
desarrollaron este modo de vida y son considerados parte de los Padres del
desierto están san Pacomio, san Menas, san Basilio
de Cesarea, san Macario de Egipto y san Moisés el Etíope.
Entre los que fueron notablemente
influidos por este primer ascetismo están san
Atanasio de Alejandría, san Juan Crisóstomo, san Hilarión y san Juan Casiano.
Más tarde, san Benito desarrolló
su propia regla monástica basada en los escritos de estos antiguos Padres del
desierto. Como resultado, las órdenes religiosas modernas pueden trazar su
ascendencia espiritual hasta llegar a Egipto.
San Juan Casiano fue uno de los
responsables de traer a Europa la sabiduría de los Padres del desierto y fue
entonces cuando su influencia llegó a alcanzar tierras irlandesas. En este
momento precisamente se desarrolló la propia versión irlandesa del ascetismo,
basada esencialmente en los escritos de Casiano y el ejemplo de san Antonio.
Fue este ascetismo del desierto
el que influyó a los monjes del siglo VI para navegar hasta la remota isla
Skellig Michael, estableciendo un monasterio de chozas
colmena que ha vuelto a la vida
en la escena final de última película de Star
Wars: El despertar de la fuerza.
Aunque puede que la mayoría de
los católicos no esté familiarizada con los escritos de los Padres del
desierto, su influencia puede sentirse por todo el mundo. Nos llaman a una
forma radical de vivir el cristianismo que incluye ayuno, penitencia y
silencio. En un mundo lleno de tentaciones terrenales y repleto de ruido, los
Padres del desierto son un faro de luz que nos llama a vivir de manera
diferente.
Aunque nuestra vocación no sea
renunciar a todas nuestras posesiones y vivir en el desierto, los Padres del desierto nos desafían a hacer
nuestros propios sacrificios diarios, a vivir de manera más sencilla y dedicar
tiempo cada día a la oración y el silencio.
Philip
Kosloski/Aleteia.org
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