La Revelación es absolutamente necesaria para conocer el orden sobrenatural, al
que Dios se dignó elevarnos.
2.1 LA RELIGIÓN
REVELADA O REVELACIÓN
2.1.1 Naturaleza de la
Revelación
a) Noción
La
Revelación es la manifestación que Dios hace a los hombres en forma
extraordinaria, de algunas verdades religiosas, imponiéndoles la obligación de
creerías.
Se dice: “en forma extraordinaria”, para distinguirla del
conocimiento natural y ordinario que alcanzamos por la razón.
Generalmente
Dios revela así: manifiesta las verdades que desea se conozcan a algún hombre elegido
por Él, le manda que las enseñe a los demás, y comprueba con milagros que en
verdad Él las reveló.
“Sólo Dios puede otorgarnos un conocimiento recto y pleno de Sí mismo,
revelándose a Sí mismo como Padre, Hijo y Espíritu Santo, de cuya vida eterna
estamos llamados por la gracia a participar aquí, en la tierra, en la oscuridad
de la fe, y, después de la muerte, en la luz sempiterna” (Pablo VI, El Credo del Pueblo de Dios, n. 9).
b) Revelaciones públicas y privadas
Hablando
en un sentido general, podemos distinguir dos clases de revelaciones: la
Revelación pública y las Revelaciones privadas.
lo. Revelación pública es la que ha hecho Dios
directamente para la utilidad de todo el género humano. Por ejemplo, la hecha a
Moisés en el Sinaí y la efectuada por Nuestro Señor Jesucristo.
2o. Revelaciones privadas son las que ha
hecho a algunas personas para su utilidad particular.
Ejemplos:
las hechas a Santa Gertrudis, a Santa Teresa de Jesús, a Santa Margarita María
cuando Nuestro Señor le pidió el establecimiento de la fiesta del Sagrado
Corazón y de la devoción de los primeros viernes, etc.
La
Revelación pública ha sido hecha por Dios directamente para la utilidad de todo
el género humano, e impone la obligación de aceptarla a todos los hombres.
Las
revelaciones privadas directamente son hechas para la utilidad particular, y no
imponen la obligación de aceptarlas sino a las personas a quienes fueron
hechas, o a las personas que tienen plena certeza de ellas, lo que ocurre raras
veces.
Respecto
a las revelaciones privadas conviene advertir:
a) Las revelaciones privadas no forman parte de la fe,
ni enseñan verdades nuevas; sino que han sido hechas para ilustrar las verdades
ya reveladas, y hacernos adelantar en la perfección cristiana.
b) La Iglesia no las aprueba sino después de maduro
examen; y al aprobarlas no pretende enseñar que cuanto de ellas se diga sea
verdadero, ni mucho menos hacerlas obligatorias. Unicamente garantiza que en
ellas no se dice nada contrario a la fe y a las buenas costumbres.
c) No podemos despreciar las revelaciones privadas,
pues en general contienen enseñanzas de gran utilidad para la vida cristiana.
d) Algunas veces la aprobación de la Iglesia no es una
simple certificación de que no hay en ellas nada contra la fe y la moral; sino
una afirmación de su origen divino. Tal pasa, por ejemplo, con las revelaciones
de¡ escapulario del Carmen a San Simón Stok, de la devoción al Sagrado Corazón
a Santa Margarita María, etc.
Aunque en
ningún caso llegan a ser artículo de fe.
Las demás
revelaciones sólo nos merecen fe humana, de acuerdo con las condiciones
intelectuales y morales de la persona que las tuvo.
La
Revelación pública terminó con los Apóstoles: después de ellos Dios no ha
revelado nuevas verdades que sean objeto de fe.
c) Contenido
de la Revelación
“Por la divina Revelación Dios quiso comunicarse El mismo y también los
decretos eternos de su voluntad acerca de la salvación de los hombres, para hacerles
partícipes de los bienes divinos que sobrepasan de modo absoluto la
inteligencia de la mente humana” (Conc.
Vaticano II, Const. dogm. De¡ Verbum, núm. 6).
El
contenido de la Revelación es el mismo Dios y sus decretos eternos de
salvación.
De
estas verdades:
a) unas no podía conocer nuestra razón;
b) otras podía conocerlas, pero con mucha dificultad e
incertidumbre.
Así de
ninguna manera podíamos conocer el misterio de la Santísima Trinidad. Podíamos
conocer, pero con dificultad, incertidumbre y mezcla de error otras verdades;
por ejemplo, que no hay sino un solo Dios, y que es Espíritu Puro Y Creador de
cuanto existe, que el alma humana es inmortal, etc.
lo. Dios ha querido revelarnos verdades que de, ninguna
manera podíamos conocer por la pura razón, con el objeto de darnos a conocer el
orden sobrenatural.
El orden
sobrenatural consiste en la elevación del hombre por la gracia santificante, de
simple criatura a la dignidad de hijo de Dios y heredero del cielo. Y también
en los medios que Dios eligió para devolvernos la grada y el derecho al cielo
que perdimos por el pecado; principalmente los misterios de la Encarnación y
Redención.
2o. Dios quiso manifestarnos verdades que nuestra razón
podía conocer pero con dificultad, incertidumbre y mezcla de error, para que
todos los hombres pudieran conocerla con facilidad, con certeza y sin mezcla de
error (cfr. Conc. Vaticano I, Const. dogm. Dei Filius, Dz. 1786).
2.2 NECESIDAD DE LA
REVELACIÓN
2.2.1 Necesidad
absoluta y necesidad moral
Una
cosa puede ser necesaria de dos modos:
a) Es absolutamente necesaria, cuando sin ella nos es
de todo punto imposible conseguir lo que deseamos.
b) Es moralmente necesaria cuando sin ella podemos
alcanzar lo que deseamos, pero con grave dificultad y deficiencias.
Así sin estudiar
en alguna forma nos es absolutamente imposible aprender. Y sin maestro nos es
muy difícil, esto es, casi imposible aprender una ciencia con alto grado de
dificultad, como la física nuclear o la filosofía.
En efecto
son muy pocos los que tienen la inteligencia y la constancia suficientes para
coronar solos un estudio de esa naturaleza.
Además,
los que estudian sin maestro están expuestos a graves deficiencias, por ejemplo
errores, dudas, lagunas; a hacer un estudio errado. incompleto y poco firme:
2.2.2 En qué sentido es
necesaria la Revelación
La
Revelación es absolutamente necesaria en un sentido, y moralmente necesaria en
otro.
lo. La Revelación es absolutamente necesaria para
conocer el orden sobrenatural, al que Dios se dignó elevarnos.
“Puesto que nos elevó al orden sobrenatural, era indispensable que nos
manifestara ese orden”, dice
Santo Tomás (S. Th., q. 1, a. l).
¿Qué gana
un niño con que una persona muy rica lo acepte por hijo, y lo nombre heredero
de una cuantiosa suma, si no le avisa que lo constituyó heredero, ni las
condiciones necesarias para recibir la herencia? De la misma manera, ¿qué
habríamos ganado con que Dios nos hubiera hecho sus hijos y herederos, si no
nos hubiera revelado nuestra condición de hijos y los medios necesarios para
alcanzar la herencia del cielo?
2o. La. Revelación es moralmente necesaria para que
las verdades religiosas de orden natural puedan ser conocidas por todos con
facilidad, con firme certeza y sin mezcla de error alguno (cfr. Dz. 1786, Conc.
Vat. II, Const. Dei Verbum, n. 6).
En
efecto, aunque no es imposible que los mejores dotados puedan llegar por sí
solos a esos conocimientos, lo harán con dificultad e incertidumbre, y, para la
generalidad de los hombres la Revelación seguiría siendo necesaria.
Ya Santo
Tomás advertía que gran parte de los hombres por parecer de talento, o de
tiempo, o de formación, o por hallarse dominados por pasiones e intereses
personales, no llegarían por sí mismos a este conocimiento (cfr. C. G., 1, 4).
Por su
parte, también la historia prueba esta necesidad: aun los más grandes filósofos
de la antigüedad cayeron en graves errores de orden religioso y moral; y que
los pueblos a quienes no ha llegado actualmente la luz de la Revelación viven
aún hoy sumergidos en graves errores.
2.3 NOCIÓN DE MISTERIO
Y DOGMA
2.3.1
Los misterios
lo –
Misterio en general es una verdad que no podemos comprender, por trascender a
nuestro entendimiento.
La
naturaleza está llena de misterios y vivimos rodeados de realidades que no podemos
comprender.
Nadie
sabe a ciencia cierta -al menos hoy en día- qué es exactamente la fuerza
gravitacional y mucho menos si es susceptible de control. Aún hay muchos “misterios” en el organismo humano y no digamos en
las realidades que están físicamente muy alejadas de nosotros, por ejemplo:
¿qué habrá en Aldebarán, que está a 55 años luz de la tierra y es 40 veces
mayor que nuestro sol?
2o. Misterio en sentido estricto es una verdad que no
podemos comprender, pero que conocemos y creemos porque Dios nos la ha
revelado. Por ejemplo, el de la Santísima Trinidad.
No debe
extrañarnos que en la Religión haya misterios, porque si a cada paso los
encontramos en los seres limitados de la naturaleza, con mayor razón en Dios,
Ser infinito, que sobrepasa inmensamente la capacidad de nuestro entendimiento.
“Nunca creería en la divinidad de una religión que no tiene misterios”, dijo un célebre pensador. En efecto, un Dios que
cabe dentro de mi entendimiento ya no es Dios; y una religión que en todo está
al alcance de los hombres, no es divina.
Los
misterios no son contrarios a la razón humana, sino que únicamente están por
encima de ella.
Por
ejemplo, las leyes de la electricidad, que son conocidas por un buen físico,
son un misterio para el ignorante. Mas esto no quiere decir que vaya contra su
razón, sino que le son superiores.
No puede
haber contradicción entre la razón y los misterios revelados, porque siendo
Dios a la vez autor de la razón y de la Revelación, cualquier contradicción
entre la razón y los misterios revelados implicaría contradicción en el mismo
Dios; lo que no es dado suponer.
2.3.2 Dogmas
Dogma en
sentido amplio, es una verdad contenida en la Revelación divina.
Dogma en
sentido estricto, son las verdades reveladas por Dios y propuestas como tales
por el Magisterio de la Iglesia a los fieles, con la obligación de creer en
ellas.
La
palabra Dogma tiene dos sentidos: unas veces significa una verdad determinada y
definida, por ejemplo, el dogma de la Asunción de la Virgen; otras, el conjunto
de las verdades reveladas, como cuando decimos: el Dogma católico.
El dogma
en sentido estricto es objeto de fe divina y católica. Es de fe divina por
proceder de una revelación divina, y es objeto de fe católica por ser una
verdad propuesta por el Magisterio infalible de la Iglesia. Quien niega opone
en duda de un modo pertinaz las verdades que han de ser creídas, comete el
pecado de herejía.
Como
puede observarse en el dogma hay dos elementos:
1) Es una
verdad revelada por Dios y se halla por tanto contenida ya en la Sagrada
Escritura, ya en la Tradición o en ambas.
2) Es una verdad propuesta por el Magisterio de la
Iglesia con obligación de creer en ella. Esa propuesta puede hacerla la
Iglesia, bien de forma extraordinaria, por una solemne definición del Papa o de
un Concilio Universal de acuerdo con el Papa, o por el magisterio ordinario y
universal de toda la Iglesia.
2.4 EL DEPOSITO DE LA
REVELACIÓN
El
conjunto de verdades reveladas por Dios, que se entregaron a la Iglesia y que
el Magisterio eclesiástico custodia es el depósito de la Revelación.
La
Revelación está contenida en la Sagrada Escritura y en la Tradición:
a) Una parte de las verdades reveladas fue escrita por
aquéllos a quienes Dios las reveló, y se llama Sagrada Escritura;
b) La otra
parte no fue escrita sino transmitida verbalmente y se llama Tradición
La
Sagrada Escritura y la Tradición contienen, pues, toda la doctrina revelada; el
Magisterio de la Iglesia custodia e interpreta esa doctrina.
Tanto la
Escritura como la Tradición son la palabra de Dios, esto es, su enseñanza
comprobada por milagros y profecías; con la diferencia de que la Tradición no
fue escrita por aquéllos a quienes Dios la reveló; aunque después con el tiempo
otras personas sí pudieron escribirla, para conservarla y transmitirla con
mayor fidelidad.
El
conjunto de las verdades de la Escritura y de la Tradición se llama “Depósito de la fe“, o “Depósito
de la Revelación“.
El
Concilio Vaticano II, en continuidad con el de Trento y con el Vaticano I, enseña:
“Dios dispuso, con su gran bondad, que todo lo que
había revelado para la salvación de toda la gente se conservara íntegro para
siempre y se fuera trasmitiendo a todas las generaciones” (Conc.
Vaticano II, Const. Dogm. Dei Verbum, núm. 7).
2.4.1 La Sagrada
Escritura
a) Su
naturaleza
La
Sagrada Escritura es la palabra de Dios, puesta por escrito bajo la inspiración
del Espíritu Santo, por aquéllos a quienes Dios la reveló. En consecuencia, “tiene a Dios por autor”, como dice el Concilio
Vaticano I (Dz. 1 7 8 7).
La
Sagrada Escritura se llama Biblia (del griego biblos, que significa libro),
porque es el libro por excelencia.
A la
Biblia se le llama también: Sagrada Escritura, Libros Sagrados, Libros
Inspirados, Palabra de Dios.
Se llaman
Versiones de la Sagrada Escritura a las traducciones que se han hecho de la
Biblia a otras lenguas distintas de aquéllas en las que se escribieron
originalmente, los libros que la forman (hebreo, griego y arameo).
Es
célebre la traducción de los setenta, que se remonta más o menos al año 130
antes de Cristo. Es la versión de los libros del Antiguo Testamento, del hebreo
al griego, hecha, según la tradición, por setenta sabios de Alejandría.
Las
Versiones más importantes en la Iglesia son:
La Vulgata y la
Neovulgata
La Vulgata
es la traducción al latín que hizo San Jerónimo a finales del siglo IV. Esta
versión fue solemnemente declarada como auténtica por el Concilio de Trento
(1546). Se llama Vulgata porque entonces el latín era reputado lengua vulgar o
popular respecto al griego.
La
Neovulgata es la misma versión Vulgata, a la que se han incorporado los avances
y descubrimientos más recientes.
El Papa
Juan Pablo la aprobó y promulgó como edición típica en 1979. El Papa lo hizo
así para que esta nueva versión sirva como base segura para hacer traducciones
de la Biblia a las lenguas modernas y para realizar estudios bíblicos.
b) Inspiración
de la Sagrada Escritura
La
inspiración divina de la Escritura consiste en tres cosas, a saber:
a) Dios indujo a los autores a que escribieran los
libros santos;
b) les sugirió lo que debían decir;
c) los preservó de error.
No
consiste pues en que la Iglesia hubiera aprobado con su autoridad libros
escritos por industria humana; sino en las tres condiciones indicadas.
La
Sagrada Escritura es a un tiempo obra de Dios y del hombre; de Dios, como causa
principal; del hombre, como causa instrumental.
Cuando el
músico se sirve de un instrumento para obtener sonidos, el artista es la causa
principal del sonido, y el instrumento la causa instrumental. Así Dios, dicen
los santos Padres, se valió del hombre como de un instrumento para escribir los
libros sagrados.
Aunque el
autor es un instrumento en las manos de Dios, no deja de ser un instrumento
inteligente y libre, que usa conscientemente sus facultades: sentidos,
inteligencia, memoria, voluntad.
En
consecuencia, el escritor sagrado: a) Puede
utilizar conocimientos adquiridos por él de antemano; b)
Conserva su personalidad, su estilo y expresión peculiares, hasta
incorrecciones de lenguaje; pues a estas cosas no se les extiende la
inspiración.
La misma
Escritura afirma el hecho de la inspiración. Así Cristo dice que “David habló
inspirado por el Espíritu Santo” (Mc. 12, 3 6). Y S. Pablo declara que “Toda
escritura es inspirada por Dios ” (II Tm. 3, 16).
c) División
de la Sagrada Escritura
La
Sagrada Escritura se divide en Antiguo y Nuevo Testamento. El Antiguo comprende
los libros escritos antes de Cristo. El Nuevo lo escrito después de Él.
Testamento
significa pacto o alianza. La Revelación, por las promesas que hace Dios en
ella, y por las obligaciones que impone, es un verdadero pacto entre Dios y los
Hombres.
c. 1 Antiguo Testamento
El
Antiguo Testamento consta de 46 libros, que se dividen en 21 históricos, 7
didácticos y 18 proféticos.
a) Los
históricos describen la historia de Israel, o de algunos de sus más célebres
personajes.
b) Los didácticos (de didakein, enseñar) son libros
de enseñanza religiosa y moral.
c) Los proféticos anuncian la venida del Mesías y
reprenden al pueblo por sus infidelidades.
Los
didácticos y parte de los proféticos están escritos en verso.
c.2 Nuevo Testamento
El Nuevo
Testamento consta de 27 libros: 5 históricos, a saber: los 4 Evangelios y los
Hechos de los Apóstoles; 21 doctrinales, que son las Epístolas; y uno Profético
que es el Apocalipsis.
Mención
especial a los Evangelios
Los 4
Evangelios de San Mateo, San Marcos, San Lucas y San Juan nos refieren la vida
y enseñanzas de Nuestro Señor Jesucristo.
Ellos
deben ser para el católico el libro de mayor estimación y estudio, porque
contienen los ejemplos de¡ divino modelo y las enseñanzas del divino Maestro.
“Tanto enseña Cristo por sus palabras como por sus obras”, dice San Agustín. Por eso todo el Evangelio
merece ser atentamente meditado.
Digamos
una palabra sobre los símbolos con que se representa a los evangelistas. Están
tomados de los hechos narrados en el primer capítulo de cada Evangelio.
lo. San Mateo empieza su Evangelio por el origen de
Cristo en cuanto hombre. Por eso se le dio por símbolo un rostro humano.
2o. San Marcos empieza por la predicación de San Juan
Bautista en el desierto. Su símbolo es un león, animal del desierto.
3o. San Lucas empieza por el sacrificio de Zacarías,
padre del Bautista. Su símbolo es un ternero, animal por excelencia de los
sacrificios.
4o. San Juan empieza con una página sublime sobre la
generación eterna del Verbo. Su símbolo es un águila, animal que se cierne en
las alturas.
El
profeta Ezequiel (1, 4-12), tiene una visión, de la que también se han tomado
esas figuras.
Veamos
algunos datos de cada Evangelista:
SAN MATEO
– Era
cobrador de impuestos.
– Uno de
los Apóstoles.
– Cita 43
veces el Antiguo Testamento haciendo ver que en Cristo se cumplieron las
profecías.
– Relata
el Sermón de la Montaña
Convertir
a los judíos, haciéndoles ver que Cristo era el Mesías.
– Escribe
hacia el año 50-55; en Arameo quizá en Siria.
SAN MARCOS
– Era de
Jerusalén.
– Fue
secretario ycompañero de viajes de San Pedro.
– No fue
de los 12.
– Se
detiene más en los hechos que en las palabras de Cristo.
–
Escribió su Evangelio “a ruegos de los cristianos de Roma”.
– Fue
redactado hacia el año 60, en griego, en Roma.
SAN LUCAS
-Médico
de Antioquía.
– Fue
secretario y compañero de viajes de San Pablo.
– No fue
de los 12.
– Gran
Narrador: es el que tiene mejores prendas literarias.
– Es el
único que relata la infancia de Cristo.
– Se
propone convertir a los paganos, como compañero que era de San Pablo. El mismo
era pagano convertido.
–
Escribió el Evangelio hacia el año 62, en griego, parece que en Roma.
SAN
JUAN
–
Pescador de Galilea.
– Fue uno
de los 12. Es llamado “el discípulo amado” de Cristo.
– En su
escrito da preferencia a la vida Divina de Cristo. Es quien mejor descubre los
tesoros de su corazón. Narra los discursos de la promesa de la Eucaristía y el
Sermón de la Ultima Cena.
– Quiere
probar la Divinidad de Cristo, que empezaba a ser negada por los primero
herejes.
– Intenta
completar los otros Evangelios.
– Lo
escribió hacia el año 100 en griego, en Efeso.
d) Libros “apócrifos” y biblias protestantes
Un Libro
apócrifo es aquél que, teniendo un argumento o título semejante a los libros
inspirados, no tiene un autor cierto y no está incluido en el Canon Bíblico
fijado por la Iglesia, porque no fue divinamente inspirado y por contener
algunos errores.
¿La
Biblia católica y las protestantes son iguales?
¡No! Por
desgracia No.
A las
biblias protestantes les suprimieron algunos libros que están en la Biblia
católica; por ejemplo: del Antiguo Testamento: Sabiduría, Judit, Tobías,
Eclesiástico y 11 Macabeos y del Nuevo: Epístolas de Santiago, de San Pedro y
San Juan. Además, en los libros que conservan, modifican algunas palabras para
apoyar sus ideas erróneas.
2.4.2 La Tradición
a) Su naturaleza
Se llama
Tradición a la doctrina revelada por Dios que no está contenida en la
Escritura, sino que se ha conservado por diversos medios.
Por eso
se dice que la Tradición es “complemento” de
la Sagrada Escritura; así, por ejemplo, no todo lo que Nuestro Señor Jesucristo
hizo o dijo fue escrito, y sin embargo ha sido transmitido infaliblemente,
gracias a la asistencia del Espíritu Santo.
La
Tradición ha llegado hasta nosotros por la predicación, la vida misma de la
Iglesia, los escritos de los Santos Padres, la liturgia y otras diferentes
formas, como luego veremos.
b) Valor de la Tradición
La
Tradición, acompañada de las debidas condiciones, tiene el mismo valor que la
Sagrada Escritura, porque también es la palabra de Dios, fielmente transmitida
hasta nosotros.
Los
protestantes le niegan todo valor, y al hacerlo contradicen a un mismo tiempo
la razón y la Escritura.
El
Concilio Vaticano II, en continuidad con el de Trento y con el Vaticano I,
enseña.- “Dios dispuso, con su gran bondad, que
todo lo que había revelado para la salvación de todas las gentes se conservara
integro para siempre y se fuera trasmitiendo a todas las generaciones” (Conc.
Vaticano II, Const. dogm. Deí Verbum, núm. 7).
b. 1 Pruebas de razón
la. La
Tradición, esto es, la predicación de los Apóstoles es anterior a la Sagrada
Escritura, y durante muchos años fue la única regla de fe.
En efecto
la predicación de los Apóstoles comenzó el mismo año de la muerte de Cristo
(año 33). En cambio los libros de la Sagrada Escritura no fueron escritos sino
desde el año 50 al 100; y sobre todo no fueron conocidos por la Iglesia
universal, sino en el curso de los primeros siglos, porque al principio sólo
fueron conocidos, por las Iglesias particulares a que iban destinados.
Luego,
una de dos: o durante estos primeros años y siglos no había en la Iglesia
fuente ninguna de fe, lo que es inadmisible, pues equivale a decir que no hubo
fe en ellos o hay que admitir una fuente de fe distinta de la Escritura, a
saber la Tradición o enseñanza de los Apóstoles y sus sucesores.
2a. No se puede saber con certeza qué libros contengan
en realidad la doctrina de Cristo, ni cuál sea su verdadero sentido, sino por
la enseñanza de la Iglesia. Luego esta enseñanza es norma o regla
importantísima de nuestra fe.
3a. Si la norma de fe fuera sólo la Escritura, y no la
enseñanza de la Iglesia, sólo podrían salvarse los que leen la Escritura;
conclusión inadmisible.
En efecto
hay muchas personas que no saben leer, o no tienen facilidad de procurarse una
Biblia. Y aquí debemos pensar no sólo en el gran número de personas ignorantes
de nuestros días y países, sino sobre todo en la dificultad máxima de conseguir
una Biblia antes de que se descubriera la imprenta: y en los cristianos
convertidos en tierra de misiones, que no tienen Biblia en el único idioma que
conocen.
b. 2 Pruebas
de la Sagrada Escritura
Se prueba
que la enseñanza de la Iglesia es fuente de la fe:
lo. Por las palabras de Cristo. Este dijo a los
Apóstoles:
“Id y predicad el Evangelio a toda criatura” (Mc. 16, 15) y no “Id y
escribid libros”; y “El que a vosotros oye,
a mí me oye”; (Lc. 10,16) y no el que a vosotros lee.
2o. Por la enseñanza de San Pablo, que escribe así a
los fieles de Tesalónica:
“Manteneos firmes en la fe, y conservad las tradiciones que habéis
aprendido, ya por la predicación, ya por mi epístola” (II Tes. 2, 14). Aquí le da exactamente el mismo
valor, como fuente de fe, a su Epístola (Escritura) y a su predicación
(Tradición).
Dice
también a Timoteo: “Lo que has oído de mí delante
de muchos testigos, confíalo a otros hombres fieles, capaces de instruir a los
demás” (II Tim. 2, 2). Confía, pues la fe a la enseñanza, ya a la suya
propia, ya a la de sus discípulos.
3o. – San
Juan declara que si se escribiera todo lo que Cristo dijo no cabrían los libros
en el mundo; lenguaje figurado que da a entender que deja sin escribir muchas
cosas acerca de Cristo (cfr. Jn. 21, 25). Dice también en su 2a. carta: “Aunque tenía muchas cosas que escribimos, no he querido
hacerlo por medio de tinta y papel, porque espero veros y hablaros de viva voz”
(II Jn. 12).
Tanto la
razón como la Escritura enseñan, pues, el valor de la Tradición como fuente de
la fe. Y los protestantes deben aceptarla si en verdad respetan la enseñanza de
la Escritura.
c) Fuentes de la Tradición
La
Tradición se halla contenida principalmente:
lo. en los símbolos de la fe,
2o. en la liturgia y vida de la Iglesia,
3o. en los escritos de los Padres y Doctores de la
Iglesia.
c.1 Símbolos de fe
Símbolos
de fe son ciertas fórmulas que compendian las principales verdades de ella. Los
principales son:
a) El Símbolo de los Apóstoles, que remonta a la edad
apostólica. Es el Credo.
b) El Símbolo de San Anastasio (Quicumque), que
contiene una amplia declaración de los misterios de la Santísima Trinidad y la
Encarnación.
A los
símbolos deben agregarse las Profesiones de Fe, que son también formulas en que
se confiesan los dogmas y se condenan los errores contrarios. La principal es
la ordenada por el Concilio de Trento.
c.2 La liturgia y la vida de la Iglesia.
La
Tradición se halla también contenida en los ritos de la liturgia, que muchas
veces son una confesión implícita de la fe.
Así, el
rito de difuntos es una confesión de la creencia en el Purgatorio, pues ni los
bien aventurados necesitan ayuda, ni los condenados pueden recibirla. La Santa
Misa es una confesión del dogma de la Redención, etc.
Por otra
parte, como enseña el Concilio Vaticano II (cfr. Const. dogm. Dei Verbum),
Cristo quiso que su Revelación incluyera no sólo sus enseñanzas orales sino
también su vida y sus obras. Y este ejemplo suyo, continuado en la persona y
ministerio de los apóstoles y sus sucesores, plasmado en las instituciones y la
vida y sentir del pueblo cristiano, forma también parte de la Tradición.
El
Concilio Vaticano II viene pues a decirnos que, en el fondo, la Tradición no es
otra cosa que la misma Iglesia, que en su doctrina, en su vida y en su culto,
perpetúa y trasmite a todas las generaciones todo lo que ella es y todo lo que
Ella cree (cfr. Dei Verbum, n. 8).
c.3 Padres y Doctores de la Iglesia
a) Padres de la Iglesia son los escritores de la
antigüedad cristiana (anteriores al siglo VII) que se distinguieron por la
pureza de su fe y por su santidad. Llámense Padres apostólicos a los que
conocieron a los Apóstoles, como San Ignacio de Antioquía, San Policarpo de
Esmirna, San Clemente Romano, etc.
b) Doctores de la Iglesia son aquellos escritores que
además de distinguirse por la pureza de su fe y la santidad, destacaron por su
ciencia eminente.
Los
cuatro grandes doctores en la Iglesia griega son: San Atanasio, San Basilio,
San Gregorio Nacianceno y San Juan Crisóstomo.
Y los
cuatro grandes doctores en ía Iglesia latina son: San Ambrosio, San Jerónimo,
San Agustín y San Gregorio Magno.
Se
distinguen también entre los doctores: San Bernardo, San Anselmo, San
Buenaventura, San Isidoro de Sevilla, San Francisco de Sales, San Juan de la
Cruz, San Alfonso María de Ligorio y sobre todo Santo Tomás de Aquino. Y entre
las mujeres Santa Teresa de Jesús y Santa Teresa de Liseux.
Santo
Tomás de Aquino es quizá la mayor luminaria de la Iglesia. Sobresalió
especialmente en Sagrada Teología.
Su obra
más conocida es la Suma Teológica. En muchos documentos los Papas han
manifestado su voluntad de que la doctrina de Santo Tomás oriente la enseñanza
católica.
Sobre la
legitimidad y valor de las diversas fuentes de la Tradición, le compete juzgar
únicamente a la Iglesia Católica, que es Maestra de toda la verdad revelada,
columna y fundamento de la verdad. En otras palabras, la Tradición es infalible
sólo cuando está reconocida y sancionada por el Magisterio de la Iglesia.
2.4.3
El Magisterio de la Iglesia
El oficio
de interpretar auténticamente la palabra de Dios, oral o escrita, ha sido
encomendado por Dios únicamente al Magisterio de la Iglesia. Ya hemos dicho
cómo es el Magisterio quien sanciona la infalibilidad de una verdad contenida
en la Tradición; ahora nos detendremos a hablar de su intervención respecto a
la Biblia.
a) La
Iglesia depositaria de la Palabra de Dios
Tres
poderes corresponden a la Iglesia respecto a los libros sagrados: fijar su
canon, determinar su sentido y velar por su integridad (cfr. Const. dogm. Dei
Verbum, n. 10)
lo. Fijar el canon de las Escrituras significa
determinar qué libros se deben tener por revelados, y cuáles no.
Canón
significa aquí lista u orden de los libros revelados. Cristo, al dejar a su
Iglesia la facultad de velar por su doctrina, tuvo que darle el poder de
determinar en qué libros se hallaba esta doctrina.
De otra
suerte los fieles no hubieran sabido a qué atenerse en materia de tanta
trascendencia. Es de advertir que en los primeros siglos muchos libros no
revelados trataron de pasar por revelados.
2o. Determinar el sentido significa interpretar cuál
es la verdadera manera de entenderla, especialmente en los pasajes obscuros y
difíciles.
La
Sagrada Escritura es un libro divino y misterioso, en el cual, como dice San
Pedro, “Hay cosas difíciles de entender, cuyo
sentido falsean los indoctos para su propia perdición” (II Pe. 3, 16).
Habrá muchos pseudoprofetas seguidos por muchedumbres dice el mismo apóstol (II
Pe. 2, 1 y 2).
3o. - Velar por su integridad quiere decir
estar alerta, para que la Escritura no vaya a sufrir alteración o menoscabo.
Sólo la
Iglesia tiene este triple poder, porque sólo a ella confió Cristo el depósito
de la fe, y le dio la misión de enseñar.
b) Falsedad del libre examen
El libre
examen de la Escritura, doctrina fundamental del Protestantismo, consiste en
admitir que cada uno “tiene derecho” de
interpretar a su gusto la Sagrada Escritura.
El libre
examen no puede aceptarse, porque resultarían tantas doctrinas e Iglesias
cuantas interpretaciones; y es evidente que Cristono quiso fundar sino una sola
Iglesia con una sola doctrina.
Como
consecuencia del libre examen el Protestantismo se halla dividido en
innumerables sectas, que profesan doctrinas contradictorias.
Otra
prueba de que el libre examen conduce al error, es que los herejes de todos los
tiempos han preferido defender sus errores con falsas interpretaciones de la
Escritura.
Así, en
vista del peligro de interpretaciones subjetivas o heterodoxas, la Iglesia
indica que las ediciones de la Sagrada Escritura “sólo
pueden publicarse si son aprobadas por la Sede Apostólica o por la Conferencia
Episcopal” (CIC, c. 825 & l), con notas aclaratorias necesarias y
suficientes, porque son muchos los pasajes difíciles.
2.5 INMUTABILIDAD DEL
“DEPOSITO” DE LA REVELACIÓN
La
Revelación de Dios a los hombres tiene su culminación en Jesucristo. Ya no es
un mensajero de Dios el que viene a revelar un aspecto del plan salvador: es
Dios mismo el que, en su misma realidad personal, revela el Ser y el actuar
divinos. “Dios últimamente nos ha hablado por medio
de su Hijo” (Heb. 1, l). En Jesús culmina la Revelación, pues es la
Palabra, el Verbo hecho carne (cfr. Jn.1,14).
Jesucristo,
“con toda su presencia y manifestación, con sus
palabras y obras, prodigios y milagros, y, ante todo, con su muerte y
resurrección y, finalmente, enviando al Espíritu de verdad, culmina plenamente
la Revelación” (Const, dogm. De¡ Verbum, n. 4).
De lo
anterior se desprende que con la muerte del último Apóstol -testigo ocular
cualificado-, se cerró el contenido del depósito revelado por Dios.
La
Iglesia, que es depositaria de la Palabra de Dios que es inmutable, no puede
quitar o añadir nada.
Puede
hablarse, sin embargo, de un progreso en el modo de explicar esas verdades.
2.5.1 Cierto progreso
Todas las
verdades enseñadas por Dios a los hombres están contenidas en la Escritura y en
la Tradición. Pero no se han conocido y profundizado en toda su amplitud.
De
acuerdo con estas dos ideas precisemos en qué sentido se puede admitir el
progreso del dogma católico, y en qué sentido no.
Podemos
sentar estos tres principios:
lo. Con la muerte de los Apóstoles quedó terminada la
Revelación; y después de ellos Dios no ha revelado ninguna verdad nueva.
En
consecuencia, cuando la Iglesia define solemnemente un nuevo dogma, no
establece una verdad nueva, no contenida en la Escritura y en la Tradición;
sino que por el contrario declara que esta verdad está contenida en la Sagrada
Escritura y en la Tradición; y que por lo mismo hay que admitirla.
2o. Los dogmas no pueden cambiar de sentido; pero sí
pueden cambiar los términos en que son expresados.
a) No pueden
cambiar de sentido. Repugna que lo que la Iglesia aceptó ayer como verdadero,
hoy lo rechace como falso; o el caso inverso. Ello equivaldría a negar la
asistencia que Dios prometió.
b) Pero sí sucede que los dogmas se pueden expresar
con palabras más claras y precisas.
Ejemplos:
El dogma de la Santísima Trinidad se expresó al principio diciendo que Dios es
Padre, Hijo y Espíritu Santo. Fue Tertuliano quien empleó por primera vez la
fórmula que después quedó definitiva: En Dios hay Tres Personas y una sola es
su Naturaleza.
Desde un
principio se admitió que por las palabras de la consagración el pan se cambia
en el cuerpo de Cristo. Pero la palabra transubstanciación (cambio de una
substancia a otra) la empleó por primera vez la Iglesia en el IV Concilio de
Letrán 1215).
En
consecuencia el dogma es invariable, pero las explicaciones y términos de los
teólogos pueden cambiar. La Iglesia sólo los acepta como la mejor manera de
expresar por el momento el Dogma de que se trata.
3o. El progreso del Dogma consiste en que la Iglesia
enseña de modo claro y explícito, verdades que estaban contenidas en la
Escritura y en la Tradición de modo velado e implícito.
Así el
Dogma de la infalibilidad del Papa estaba contenida en forma implícita y velada
en las palabras: “Tú eres Pedro, y sobre ti
edificaré mí Iglesia; y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella”
(Mt. 16, 18). O en estas otras, dirigidas también a San Pedro: “He rogado por ti para que tu fe no perezca, y tú
confirmado en ella confirma a tus hermanos” (Lc. 22, 32).
Y el
Concilio Vaticano I definió el dogma de una manera precisa y explícita,
precisando que el Papa es infalible cuando habla de dogma o de moral a toda la
Iglesia en calidad de maestro supremo.
No debe
extrañarnos este progreso pues la Sagrada Escritura es un libro lleno de
profunda y misteriosa sabiduría, de suerte que no entrega de una vez todas las
verdades que contiene, sino a medida que se estudia y se reflexiona sobre
ellas.
Pbro. Dr. Pablo Arce Gargollo
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