La vida y la muerte
se enfrentan en un duelo admirable: el Señor de la vida estuvo muerto, y ahora,
vivo, reina
Por: P. Antonio Rivero, L.C. | Fuente: elblogdelafe.com
Por: P. Antonio Rivero, L.C. | Fuente: elblogdelafe.com
Dos
gritos escuchamos en la liturgia del domingo de Ramos: “Hosanna” y “Crucifícale”. Y los dos dirigidos a Jesús, el Cordero de Dios.
Son los dos puentes que todos debemos atravesar en la vida.
El domingo pasado contemplamos la victoria del
Señor sobre el último y más temible enemigo: la muerte, anticipando la victoria
final de la resurrección. Este, la Iglesia nos va preparando para que en su
momento podamos cantar el himno de victoria, el de la secuencia pascual: “La vida y la muerte se
enfrentan en un duelo admirable: el Señor de la vida estuvo muerto, y ahora,
vivo, reina”. Pero para llegar a este
momento Cristo tuvo que atravesar dos puentes: el puente del “Hosanna” y el puente del “Crucifícale”. Cristo, ante el grito “Hosanna” del
Domingo de Ramos no se vanaglorió, pues tenía la mirada puesta en la
misión redentora encomendada por el Padre. Y ante el grito “Crucifícale” del
Viernes Santo, no se resistió ni se echó atrás (primera lectura); al
contrario, se despojó de sí mismo y fue obediente hasta la muerte (segunda
lectura), dándonos su Cuerpo de comida, su Sangre de bebida, su Espírito como
aliento y a María como madre.
En primer lugar, en el domingo de Ramos Jesús escuchó el “Hosanna”
de los corazones buenos de tanta gente de Jerusalén. Es una
palabra que etimológicamente significa “salvación”,
“sálvanos”. Más tarde ha venido a significar alegría, “albricias”. Son las palmas y vítores dedicadas a
Cristo por los milagros realizados y por sus palabras llenas de vida y de luz.
¿Qué hizo Jesús, cómo reaccionó Jesús? Él
elevaba esos vítores a su Padre celestial y le daban ánimo para seguir el
camino hacia la inmolación libre y amorosa de su vida para salvar a la
humanidad.
En segundo lugar, pero también a los pocos días Jesús escuchará con mucha tristeza y pena el
grito loco “Crucifícale”, orquestado por
personas envidiosas y soberbias que querían matarlo, deshacerse de Él, porque
su mensaje era distinto –no contradictorio- al que ellos seguían. De las
palmas del “Hosanna” a las lanzas del “Crucifícale”. ¿Qué pasó en tan breve lapso de
tiempo? ¿Por qué este cambio radical de actitud? Los “Hosannas”
se convierten en insultos, burlas, golpes, interminables latigazos y en
un definitivo desprecio y rechazo. ¿Qué hizo Jesús, cómo reaccionó Jesús? Sufrió en silencio. Perdonó a todos. Amó a su
Padre. Subió a la cruz para morir y así salvar a todos los hombres.
Finalmente, nosotros en nuestra vida humana y cristiana tendremos que atravesar
muchas veces esos dos puentes: el puente del “Hosanna”,
o sea el puente de los aplausos, de los éxitos, de las castañuelas. Pero
tal vez a la vuelta de la esquina me espera el otro puente, el puente del “Crucifícale”, que es el puente de la humillación,
del fracaso, de la difamación, del desprecio, de la calumnia. ¿Cómo
reaccionaremos? Con los mismos sentimientos de Cristo Jesús (segunda lectura).
Ante el primer puente, el fácil, con gratitud y elevando nuestros ojos al
cielo. Y ante el segundo, el cruel, con paciencia, con capacidad de perdón y
ofreciendo todo a Dios para que nos sirva de purificación y de unión con el
sacrificio de Cristo.
¿Soy también yo de los que pasan del “Hosanna” de las alabanzas al Señor, y a los pocos
días e incluso horas al “Crucifícale”? ¿Qué prefiero y pido para mí a Dios en
mi oración el “Hosanna” o el “Crucifícale”? ¿Qué personaje quiero ser en esta
Semana Santa: Pedro, Judas, soldados, Pilato, Herodes, Simón de Cirene, los
fariseos y sumos sacerdotes, María, Juan…?
Señor, perdona mi falta de constancia en tu
seguimiento. Cuántas veces también yo he gritado con mis sentimientos y
decisiones tu crucifixión, y sólo he querido los éxitos y aplausos. Propongo
enmendarme y llevar una vida conforme a tu voluntad santísima. Cuando vengan los
“Hosannas”, los ofreceré a Ti. Y cuando me
griten “Crucifíquenle”, te mire a ti y eso
me baste. Amén.
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