martes, 18 de abril de 2017

¿POR QUÉ JESÚS LLAMÓ: MUJER A MARÍA EN LAS BODAS DE CANÁ?


Lejos de subestimar la posición de María, Jesús le confirma su papel como mediadora e intercesora en nuestro nombre ante Dios

Por: Stephen Beale | Fuente: Catholic Exchange

Cuando se trata de María en los Evangelios, Juan 2,4 es un verdadero acertijo. Es la boda en Caná y el vino se ha acabado. Cuando María le informa a Jesús, he aquí la sorprendente respuesta: "Mujer, ¿por qué te metes en mis asuntos? Aún no ha llegado mi hora".

No suena a como le deberías contestar a tu madre, ya no digamos lo fuerte que suena el “mujer” en la respuesta. Pero muchos intérpretes, incluidos muchos protestantes evangélicos, toman este versículo en su valor nominal, concluyendo que es una especie de reproche. Un estudioso evangélico muy respetado, D.A. Carson, lo toma de esta manera, sugiriendo que Jesús pone distancia entre Sí mismo y María y señala que Él comienza Su ministerio en iniciativa propia.

María es mediadora en Caná

Esta interpretación no sólo va en contra de lo que la Iglesia enseña sobre María, sino que además está completamente fuera de contexto. Hay dos hechos deslumbrantes que sugieren otra interpretación. Primero, María no se echa para atrás como si hubiese sido reprendida. Al contrario, ella audazmente cobra fuerza y se dirige a los sirvientes diciéndoles que hagan lo que Jesús les indique. Éste no es sólo el comportamiento de alguien que no ha sido reprendido sino que además indica que María esperaba que Jesús tomara acción: ella tomó su declaración como una respuesta positiva a su pedido.

¿Tuvo razón María?

Bueno, después podemos ver a Jesús convirtiendo agua en vino. Esto confirma su reacción. Lejos de subestimar la posición de María, esto confirma su papel como mediadora e intercesora en nuestro nombre ante Dios. Como Juan Pablo II lo dijo en su encíclica Redemptoris Mater: “…se da una mediación: María se pone entre su Hijo y los hombres en la realidad de sus privaciones, indigencias y sufrimientos. Se pone « en medio », o sea hace de mediadora no como una persona extraña, sino en su papel de madre, consciente de que como tal puede —más bien « tiene el derecho de »— hacer presente al Hijo las necesidades de los hombres. Su mediación, por lo tanto, tiene un carácter de intercesión: María « intercede » por los hombres.”

El papel de intercesora de María es confirmado en el episodio en Caná. Como Juan Pablo II dice, parece que Jesús fue invitado a una boda en virtud de su asociación con María. Ciertamente, Jesús y sus discípulos aparecen en la lista de invitados después de María. Es a través de María que Jesús viene a nosotros. A pesar de lo radical que esto puede sonar, ésta es la verdad de la Encarnación. Y este no es un momento aleatorio en el evangelio de Juan. Es el comienzo del ministerio de Jesús. Y aún hay más.

María: de Caná a la Cruz

La palabra que a primera vista parece despectiva – mujer –  en realidad está llena de significado.

Nuestra primera pista viene en la segunda oración, en la que Jesús menciona que Su “hora” no ha llegado. Para el lector novato, la referencia de Jesús al tiempo puede parecer que refuerza la interpretación anti-Mariana: Ahora no es un buen momento. Pero “hora” en el evangelio de Juan, cuando no se refiere a una hora específica del día (como por ejemplo la “décima hora” en Juan 1,39), es siempre una referencia simbólica a la muerte de Jesús y a la oculta exaltación en la Cruz (Su “última hora” si así se quiere).

(Uno no puede evitar notar que esa referencia le presta un contexto Eucarístico a la historia. De igual manera el convertir el agua en vino anuncia cómo la sustancia del pan y el vino es convertida en la sustancia de la sangre y el cuerpo de Cristo ofrecido por nosotros en la Cruz. Pero ese es un tema que dejaremos para otra ocasión).

La palabra “hora”, entonces, conecta este momento – este comienzo de Su vida pública – con el clímax en la Cruz. Ahora, la intercesión de María toma un significado aún mayor: desencadena los eventos que llevan directo a la Cruz. En Juan 19, vemos a María al pie de la Cruz – ella no se ha retirado hacia el fondo. Ella no ha disminuido como Cristo ha aumentado porque no está en competencia con su hijo (a como dice el estudioso Católico Matthew Levering en su libro Mary´s Bodily Assumption, La Asunción Corporal de María). En cambio, al pie de la Cruz, la conexión de María con el trabajo salvador de Cristo es confirmado.

Y, en la crucifixión, sucede que Jesús se dirige a ella nuevamente como “Mujer” – esta vez en el contexto de hacer provisiones para que ella se quede con el Discípulo Amado. (Por cierto, este tierno momento es un argumento en contra del uso del término “Mujer” como algo despectivo). Esto nos recuerda nuevamente el papel intercesor de María en Caná. Y nos recuerda este papel en un momento crucialmente importante.

María como la nueva Eva

¿Pero por qué se dirige a María como “Mujer” en primer lugar? Además de conectar Caná con la Cruz, ¿qué significa esta manera de dirigirse a ella?

Juan Pablo II identifica que la palabra “Mujer” evoca la profecía en Génesis 3:15, donde Eva es descrita en un lenguaje anónimo muy similar: “Haré que haya enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya. Ella te pisará la cabeza mientras tú herirás su talón.”

Llamar a María “mujer” evoca entonces este pasaje, mismo que es llamado a veces protoevangelium – o proto-evangelio – porque se anticipa a Cristo. Tal a como Juan Pablo II dice, “Por medio de su muerte redentora, Jesucristo vence el mal del pecado y de la muerte desde sus propias raíces”. Pero, tal a como Génesis 3,15 clarifica, este drama cósmico entre Cristo y Satanás también incluye otra persona: “Mujer”. Al dirigirse a María en esta manera, entonces, Cristo confirma su papel universal en este conflicto entre el cielo y el infierno.

Es suficiente decir, en términos de la teología Mariana, que esta conexión con Génesis 3,15 es enormemente importante. La conexión tipológica entre María como la nueva Eva ha tenido en sí casi cada enseñanza Mariana de la Iglesia.

Para tomar sólo un ejemplo, considera la Inmaculada Concepción, el dogma de que María fue exenta de toda culpa original. ¿Cómo se ve su estatus como la nueva Eva acá? Tan extraño a como pueda parecer, es un hecho bíblico que Adán, Eva y María son los únicos tres seres humanos que jamás hayan nacido sin culpa original. Recuerda, el pecado original vino después del primer pecado de Adán y Eva. Tal a como Eva nació sin pecado original, también lo hizo María, gracias a la intervención preventiva de Cristo.

El evangelio del Génesis

Pero, ¿a lo mejor estamos leyendo demasiado dentro de una sola palabra?

Otra manera de hacer esta pregunta es: ¿Estamos en lo correcto al pensar en el evangelio del Génesis cuando leemos la historia de Caná?

La respuesta es que hay varias pistas en Juan 1 y 2 que nos dicen que leamos este evangelio con el Génesis en mente. Sólo toma el primer versículo del primer capítulo: “En el principio…” ¿Te suena familiar? La Iglesia siempre ha reconocido en éste, un recuento trinitario del relato de la creación en Génesis 1.

Los siguientes versículos continúan con el tema de la creación: todas la cosas fueron hechas a través de la Palabra y la Palabra fue vida que iluminó la raza humana (versículo 4). El lenguaje acerca de la luz y las tinieblas también evoca el primer momento de la creación, aunque en Juan la Palabra divina es luz y en Génesis es algo creado por Dios.

Las semejanzas continúan en la estructura de los primeros dos capítulos. De hecho, algunos estudiosos han notado que hay siete días escondidos en el comienzo de Juan, haciendo eco a los siete días de la creación. El día 1 comienza en el primer verso. El segundo día comienza en Juan 1:29 (“Al día siguiente…”). Casualmente, aquí es donde conocemos a Juan el Bautista y en el segundo día en el Génesis fue cuando las aguas se separaron de los cielos. El tercero y cuarto día se denotan en Juan 1:35 y 1:43 en una manera similar.

Luego la historia de Caná comienza con esta nota cronológica: “Tres días más tarde se celebraba una boda…”. Hagamos cálculos rápidamente. Cuatro días habían pasado. Tres más nos llevan al séptimo día – el día del descanso de Dios, Domingo. Cuán conveniente es que la celebración de una boda donde el agua es convertida en vino (la celebración Eucarística) sea en este día.

El evangelio de Juan está empezando a sonar más como el Génesis. De repente, ya no es tan sorprendente que encontremos a la nueva Eva junto al nuevo Adán (Cristo).

Lejos de ser vergonzoso para los Católicos, la boda en Caná es uno de los textos bíblicos más fuertes que soportan las enseñanzas Marianas de la Iglesia. Con este entendimiento renovado de la historia en cuestión, escuchemos nuevamente a María mientras nos habla de su Hijo: “Hagan lo que Él les diga”.


Adaptado y traducido para PildorasdeFe.net por María Vanegas
Artículo publicado en: Catholic Exchange, autor: Stephen Beale

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