Me encanta que en la Iglesia haya
tantas antiguas y venerables familias litúrgicas. También creo que no es
casualidad que el rito que más se haya extendido sea el Rito Romano, sino que
en ello veo una providencia divina. También me parece que es preferible que el
Rito Romano sea por su mayor extensión un factor de unidad. Dicho de otro modo,
no creo que fuera una situación mejor el que en todas las diócesis del mundo se
produjese una fragmentación de reinos de Taifas a nivel celebrativo.
Dicho lo cual, llevo años
pensando que sería interesante que, en ciertos lugares especiales (Jerusalén
podría ser un lugar), alguna vez se pudiera celebrar la misa de un modo lo más
parecido posible a la Última Cena de Jesús con los apóstoles.
Es decir, en una sala
acondicionada en todo como en la época de Jesús, algo que te metiera por los
ojos la idea de que estás en un lugar como el de esa última cena. Y que los
participantes (lo ideal es que fueran doce y un sacerdote) se sentaran o
reclinaran en grandes cojines y esteras, con una mesa baja en el centro, de un
palmo de alto.
El celebrante iría vestido con
alba, o incluso con estola. Los ritos iniciales y los ritos conclusivos se
harían con todos de pie. Toda la Liturgia de la Palabra se haría con todos
sentados, incluido el que lee. El resto de la misa se haría con el celebrante
sentado, con el misal delante.
Todo a la luz de las lámparas de
aceite, en un ambiente de perfecta recreación histórica. Pudiendo cenar allí
mismo (aceitunas, queso, frutos secos, pan, frutas) tras la misa que incluiría
un tiempo en silencio de acción de gracias.
Soy amante de las grandes
celebraciones, de los magníficos pontificales. Pero abogaría a favor de que la
Congregación para el Culto (a la que nos sometemos con gusto) incluyera esta
versión de la misa. El ritual de la missa sicut coena, el ritual de la
misa como cena.
Es más, en viajes en grupo, en
peregrinaciones, este tipo de misa se podría celebrar en la habitación de un
hotel, en cualquier lugar digno. Para viajes con grupos pequeños, me parece un
modo que se adapta mucho a la realidad de un grupo pequeño en un lugar que no
es una iglesia.
Nunca he hecho una cosa como la
descrita, porque en materia litúrgica siempre me someto a lo prescrito. Pero
hace años que pienso que el “ritual de la missa sicut coena” es el único
que falta en nuestra época tan enriquecida con tantos rituales.
Es por este pensamiento que siempre
he visto con buenos ojos las misas de los neocatecumenales, porque está claro
que sus celebraciones van en esta dirección de sentirse en la situación que he
descrito, en ese tipo de ambiente.
En
cualquier caso, la liturgia de la entera Iglesia pienso que conviene que
contenga todo: lo pontifical y lo simple, lo grandioso y lo sencillo. Pero todo
dentro de la obediencia. Pues los ritos son de la Iglesia. Yo no soy dueño de
los ritos. Por eso debo someterme a lo atado. Aunque soy libre de dar sugerencias.
P. FORTEA
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