miércoles, 12 de abril de 2017

MIÉRCOLES SANTO: SOBRE EL AMOR DE AMISTAD


1ª Lectura, Isaías- capítulo 50, versículos del 4 al 9
2ª Lectura Evangelio de San Mateo- capítulo 26, versículos dl 14 al 25
Comentábamos ayer el desastre del amor de amistad, y lo veíamos como un desastre cósmico: es el desastre de la traición.

La Iglesia, Madre y Maestra, insiste hoy de nuevo sobre la traición. La traición de Judas, como quiebra del amor más perfecto: el amor de amistad. La traición mata el amor, en su raíz.
¿Cómo se llega a la traición? Primero por el deseo desmedido de intereses materiales: el dinero, que me lleva al poder y a la vida muelle, egoísta, complaciente y sensual. Y en segundo lugar, por la falta de trato con el amigo, que me deja y me mantiene en la ignorancia, y al no conocer bien el valor del amigo: de lo que es, de lo que vale, de lo que tengo con su trato, de lo que me hace vivir, no le hago aprecio y entonces, sin dificultad, lo vendo o lo abandono.

Hoy vemos a Judas vendiendo a Jesús. : «Entonces, uno de los doce, llamado Judas, se fue a los príncipes de los Sacerdotes y les dijo: «¿Qué estáis dispuestos a darme, si os lo entrego?» Ellos se ajustaron con él en treinta siclos de plata». ¿Vosotros sabéis la bajeza que esto significa, treinta siclos de plata? ¿Imagináis a dónde llegó Judas en este ajuste de venta? Mirad lo que dice el libro del Exodo en el capítulo 21, versículo 32: «si el buey cornea, dando muerte, a un siervo, se pagarán 30 siclos de plata al dueño del siervo y el buey morirá apedreado». Es decir, Judas se convierte por este convenio de venta, en 30 siclos, en el dueño y amo de Jesús y Jesús en su siervo. No le importa que muera por la «cornada» de la crucifixión, por la que recibirá el precio de un siervo muerto, las 30 monedas. La relación de amistad la ha convertido en la relación más baja y humillante para el ser humano: la de dueño y esclavo. Judas, dueño. Jesús, su esclavo.

Y todo debido a la actitud de Judas: deseo desmedido de dinero, como nos lo relataba San Lucas en la escena de Betania, cuando Jesús cenaba con sus amigos y María ungió los pies de Jesús con un perfume caro, a la usanza de la época. Judas comentó: «¿Por qué no se ha vendido este perfume por 300 denarios para dárselo a los pobres? Esto lo dijo, añade San Lucas, no porque le importasen los pobres, sino porque era un ladrón: y como tenía la bolsa, llevaba lo que iban echando ».

El dinero y el poder, a Judas le hicieron traición. No lo olvidemos nosotros tampoco: el afán desmedido por el dinero, por el tener con avaricia, el gozar materialmente, sin límites, el prestigio de firmas en el vestir, los viajes exóticos para ver y ver sin nada contemplar, el deseo desmedido de vivencias de lujo y de marcas de coches, me pueden hacer traición, y quedarme como un despojo de un mundo despiadado, sin amistad, la de verdad, claro, y ver cómo me quedo solo, marginado, olvidado, cuando mi situación es adversa.

Tan sólo se quedó Judas, sin el amigo, que no lo pudo soportar, porque el dinero no es amigo, es tirano… y se ahorcó. Vosotros sabéis que el suicidio aumente de forma alarmante en Europa, donde hay dinero, pero no hay amigos, solo compañeros de billeteras abultadas, tarjetas de crédito o dinero de plástico. "Tanto tienes, tanto vales”.

Jesús va hacer suya esta Pascua judía. Será su Pascua. Esta cena no será una cena improvisada. Jesús ha previsto todo hasta en los últimos detalles. Será la nueva Alianza de la Humanidad con Dios. Su liberación del pecado y de la muerte eterna y empezará el hombre a vivir una nueva vida y será eterna.

“Llegada la tarde, se puso a la mesa con los doce discípulos y mientras comía, dijo: “Uno de vosotros me va a entregar”. Muy entristecidos y consternados comenzaron a preguntarle uno tras otro: “¿soy yo acaso, Señor? Jesús respondió: “El que conmigo ha mojado el pan en la misma fuente, ese me va a entregar”. Jesús hace un gesto de comunión, de amistad, al tender la fuente a Judas para que moje el primero su pan. Es un gesto simbólico de reconocimiento, de aprecio, de amistad. Por parte de Jesús no hay ninguna condena, sino el ofrecimiento de su amistad, porque “Él nos amó primero”, como dice San Juan. Y nos ama y nos acoge tal como somos y tal como estamos en cada momento; tal como tú te sientes: mediocre, miserable, marginado, perverso, traidor.

Ponte, hermano, delante del Señor, en este tiempo privilegiado de esta Semana Santa, como lo hizo María: con sencillez, con humildad, con abandono en sus manos y como María di: “Hágase en mi según tu palabra”. Déjate perdonar para que empieces a vivir de nuevo, con una mayor realidad y sinceridad la amistad con Jesús, para que experimentes, para que sientas que te quiere como eres y cómo estás. Basta ya de traiciones grandes o pequeñas, porque la traición nunca es pequeña o grande; la traición es siempre traición.

Es Judas el que se cierra al amor y a la amistad, porque el deseo exagerado de dinero ha endurecido su corazón. Es él, el que se excluye, al rehusar la mano tendida de su amigo Jesús. Jesús estaba habituado a “comer con pecadores”, como se le ha reprochado a menudo. Y en esta noche de la cena Pascual, tampoco ha rechazado a un traidor. Es Judas, quien se separa de Él, porque en realidad de verdad, le conoce poco. Estaba con Él, pero su corazón estaba muy lejos de Él. Trabajaba con el grupo de los discípulos de Jesús, pero estaba con ellos con espíritu y actitud de jornalero, como le ocurría al hijo mayor de la parábola del hijo pródigo.

Judas, si con ellos trabajaba era quizás, porque en el grupo de amigos de Jesús, encontraba comida, protección, techo para dormir, compañía y… dinero, porque no dominaba la atracción por el dinero y hasta robaba de la bolsa común del grupo de apóstoles.

No conocía, ni trataba mucho a Jesús. Estaba con Él, pero vivía lejos de Él. Es la segunda causa en su vida y puede ser también en la nuestra, por la que abandonamos o vendemos a Jesús: la falta de trato y conocimiento del amigo, que me mantiene en la ignorancia y en la falta de experiencia vivida, y al no conocer bien el valor de la amistad: de lo que es, de lo que vale, de lo que me enriquezco en el trato con este amigo, de la vida abierta y esplendorosa que me hace vivir, entonces, sin dificultad lo vendo o lo abandono y lo critico, porque confundo a Jesucristo y su Iglesia o Asamblea, es decir los cristianos, con los judas, que encontramos en medio de la comunidad cristiana, sean curas, laicos u obispos. Y así estropeamos y destruimos el buen ambiente y fraternidad de una parroquia y hasta de un pueblo, porque nosotros no entendemos lo que es la amistad, ni de Jesús somos entonces amigos, pues, si entre sus apóstoles, que él mismo escogió, se dio un ladrón y traidor, Judas, ¿cómo vamos a pretender que en las asambleas cristianas de la diócesis o parroquias, no los haya?

“¿Soy acaso yo, Maestro?”, le dijo Judas. “Tú lo has dicho”. Eres tú quien lo has dicho…. Eres libre, y eres tú quién decides, porque sin libertad es imposible el amor. Todavía, Judas, tienes tiempo de aceptar esta mano amiga, que le tiende Jesús. Pero Judas, endurecida su mente y su corazón por el dinero y la falta de trato con el amigo, y así sólo, amargado, decepcionado de sí mismo, arrojará más tarde los treinta siclos de plata por el suelo del templo y se ahorcará, desesperado. No conoció al amigo. No supo lo que era la amistad, que es el amor más perfecto.
Al amigo, al amor no lo encontraremos escondido en el alimento de pan y de vino, en la Eucaristía siempre que la celebramos. Que al encontrarle le digamos, como amigos, que todo lo dan, sin nada esperar, que esa es la esencia de la amistad: “No me tienes que dar porque te quiera, pues, aunque lo que espero no esperara, lo mismo que te quiero, te quisiera”.

Y que acabemos con aquellos sentimientos de San Juan de la Cruz, al descubrir nosotros, con más profundidad, en esta semana santa, su amor, con el que nos ha amado, hasta morir, y su amistad, que nos ha ofrecido, dejándonos un poco heridos de este amor de amistad: “¡Ay!, ¿quién podrá sanarme? Acaba de entregarte ya de vero; No quieras enviarme De hoy, ya más mensajero, Que no saben decirme lo que quiero. Y todos cuantos vagan De ti me van mil gracias refiriendo Y todos más me llagan, y déjanme muriendo, Un no sé qué, que quedan balbuciendo”.

 P. Eduardo Martínez Abad, escolapio
edumartabad@escolapios.es
www.mercaba.org


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