En la homilía de este viernes, el Santo Padre
recuerda que Jesús nos quiere donar una alegría duradera, que nadie podrá
quitarnos.
Por: Papa Francisco | Fuente: ZENIT
(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 6 de mayo de 2016).- El cristiano no anestesia el dolor, sino que lo vive en la esperanza de que Dios nos donará una alegría que nadie nos podrá quitar. Así lo ha asegurado el papa Francisco en la homilía de este viernes en Santa Marta.
Por: Papa Francisco | Fuente: ZENIT
(ZENIT – Ciudad del Vaticano, 6 de mayo de 2016).- El cristiano no anestesia el dolor, sino que lo vive en la esperanza de que Dios nos donará una alegría que nadie nos podrá quitar. Así lo ha asegurado el papa Francisco en la homilía de este viernes en Santa Marta.
En el Evangelio del día, Jesús, antes de su Pasión advierte a los
discípulos de que estarán tristes pero que esta tristeza se cambiará en un
grito de alegría. Al respecto, Francisco ha asegurado que “esto lo hacen la
alegría y la esperanza juntas en nuestra vida, cuando estamos en las
tribulaciones, cuando estamos en problemas, cuando sufrimos”. No es “una
anestesia”, ha asegurado. Por eso ha precisado que “el dolor es dolor, pero
vivido con alegría y esperanza te abre la puerta a la alegría de un fruto
nuevo”.
Y así, Francisco ha precisado que esta imagen del Señor nos debe ayudar
mucho en las dificultades, “dificultades que también nos hacen dudar de nuestra
fe”. Pero con la alegría y la esperanza –ha añadido– vamos adelante, porque
después de esta tempestad llega un hombre nuevo. Y esta alegría y esta
esperanza “Jesús dice que es duradera, que no pasa”.
A continuación, el Santo Padre ha aseverado que “una alegría sin
esperanza es una simple diversión, una alegría pasajera”. Una esperanza sin
alegría no es esperanza, no va más allá de un sano optimismo.
Por otro lado, ha recordado que el Señor “nos dice que habrá problemas”
en la vida y que “esta alegría y esperanza no son un carnaval: son otra cosa”.
La alegría –ha subrayado– hace fuerte la esperanza y la esperanza florece en la
alegría.
El Papa ha explicado que “la alegría humana la
puede quitar cualquier cosa, cualquier dificultad. Jesús, sin embargo, nos
quiere donar una alegría que nadie podrá quitarnos. Es duradera, también en los
momentos más oscuros. Y así sucede en el momento de la Ascensión. “Los
discípulos, cuando el Señor se va y no lo ven más, se quedaron mirando al
cielo, con un poco de tristeza. Pero les despiertan los ángeles”, ha recordado.
El Evangelista indica que volvieron felices, llenos de alegría. Esa alegría de
saber –ha afirmado el Papa– que nuestra humanidad ha entrado en el cielo, por
primera vez.
Así, para concluir la homilía, el Obispo de Roma
ha pedido que “el Señor nos dé esta gracia de una alegría grande que sea
expresión de la esperanza, y una esperanza fuerte, que se convierta en alegría
en nuestra vida y el Señor custodie esta alegría y esta esperanza, para que
nadie puede quitarnos esta alegría y esta esperanza”.
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