Tres días atrás, hice una pequeña
añadidura a la más loca de mis obras, la más excesiva: Neovaticano. Era
el protocolo, dividido en diez pasos, que se seguía en ese libro cuando moría
un sumo pontífice en el Celio. Os participo esos diez pasos. Tomaos esta orgía
ritualística con cierta indulgencia, a partir de los 45 años mis neuronas
comenzaron a ejercer sus funciones de un modo progresivamente más caprichoso.
Levantamiento
del acta: En cuanto el médico advierte que el Romano Pontífice ha fallecido, se llama
a un protonotario apostólico para que levante acta oficial de la muerte. El
protonotario con dos testigos le golpeará con un martillito la frente
llamándole tres veces por su nombre de pila. Si no contesta a la tercera vez,
se levantará acta en el mismo dormitorio.
Toque
de las campanas: Sólo una vez que el acta esté firmada por los tres y sellada, el
protonotario dará orden para que las campanas del basilicarión tañan con el
toque fúnebre. Éste será el modo de anunciar al mundo la muerte del obispo de
Roma. Todas las campanas del Celio se le irán uniendo paulatinamente. Desde ese
momento, la Guardia Romana irá cambiando sus uniformes por los de luto.
Traslado
de los símbolos: Dada la orden de tocar las campanas, el protonotario recoge tres objetos
que siempre deben hallarse en el apartamento papal: el Anillo del Pescador, las
Llaves Petrinas y los sellos pontificios. El protonotario, escoltado por
treinta soldados de la Guardia Romana, se dirigirá al archivo del Claustro
Central con esos objetos.
Primer
responso: Mientras tanto, se reza el primer responso en el dormitorio papal.
Responso solemne en el que participan unos quince clérigos, y cuyas ceremonias
y plegarias está especificadas en todos sus detalles en un bello ritual de
grandes páginas. Ese primer responso queda a cargo de los sacerdotes más
íntimos y los que están presentes en el palacio en ese momento.
Despliegue
de los pendones negros: Acabado el primer responso, mientras suena el tañido fúnebre de las
campanas, el Prefecto de la Casa Pontificia da orden de que se cuelguen los
largos pendones negros de las ventanas del palacio. Acto seguido se hará lo
mismo en las ventanas del edificio de la Curia y en los dos grandes arcos de la
fachada del Basilicarión.
Anuncio
desde el balcón: Tras extender los pendones, el Prefecto de la Casa Pontificia saldrá al
balcón de la Archibasílica a dar la noticia al mundo de viva voz. La plaza del
Basilicarión se ideó para dar avisos al orbe, por eso se da la noticia desde
allí, comenzando el anuncio con las palabras latinas: Vere Papa mortuus est.
Destrucción
de los sellos: En una sala del edificio de la Curia, ante testigos, el protonotario
levantará acta de la destrucción de los sellos. Sobre el acta se sellará por
última vez con el sello de tinta y con el sello seco, para que el acta muestre
en el futuro que eran los sellos auténticos. Acto seguido, a la vista de todos,
se destruirán allí mismo con el martillo ritual que se emplea para llamar a la
puerta del Basilicarión.
Tras eso, en una cámara
acorazada, se guardarán el anillo y las llaves petrinas. El anillo no se
destruye, pues no sirve para sellar. El día previo al inicio del cónclave,
tanto las llaves como el anillo se llevarán al Claustro Cardenalicio.
Acabado el primer responso,
saldrán todos. Se quedarán las personas encargadas de limpiar el cuerpo del
difunto y revestirlo con amito, alba y cíngulo.
Segundo
responso: Cuando esté revestido con esa vestidura que simboliza su bautismo,
interrumpirán la vestición para que entre el segundo grupo de clérigos que
rezará el segundo responso. De este segundo responso se encarga la comunidad de
frailes benedictinos del Claustro Central. Tras ello le revestirán con el resto
de ornamentos pontificales.
Tercer
responso: Al acabar la vestición, entra el tercer grupo de frailes que reza el
tercer responso. De este responso se encargan los frailes cistercienses del
Claustro Central. Finalizadas esas oraciones, se traslada el cuerpo al
vestíbulo del Palacio.
Sellado
de los apartamentos papales: En ese momento se sacan los elementos médicos del dormitorio así como
las sábanas. Y sin más dilación, un protonotario sella las dos entradas a los
apartamentos papales. Las dependencias papales de los tres palacios apostólicos
del Celio sólo tienen cada uno de ellos dos puertas de entrada a las dependencias
papales. Esas puertas son cerradas con llave, después se corre una cinta por
los pomos de bronce y sus extremos se sellan con un sello metálico. Las llaves
las custodiará un protonotario hasta que haga entrega de ellas al Camarlengo.
Acabados estos diez pasos, se
considera finalizado el protocolo inmediato a la muerte de un pontífice y ya
comienza el luto de los novemdiales.
Este protocolo tiene una
particularidad, si el sumo pontífice muere entre las 00:00 y las 8:00, el
anuncio del fallecimiento no tendrá lugar hasta las ocho de la mañana. La razón
es que no tiene ningún sentido despertar a todos los habitantes del Celio con
las campanas, ni tampoco privar del sueño a las numerosas personas necesarias
para poner en marcha todo el protocolo explicado. Con el, así llamado, respeto del silencio de la noche se evita
también que muchos periodistas tengan que estar haciendo guardia toda la noche
para dar la noticia. Sin contar con que siempre hay personas en sus casas que
sin duda irían retrasando un poco más el irse a la cama, por la curiosidad de
esperar a ver si dan la noticia.
Para evitar todas estas cosas, si el Papa muere en ese intervalo de
tiempo, los presentes rezarán un responso y se irán a dormir. A la mañana
siguiente, el Prefecto de la Casa Pontificia avisará al protonotario apostólico
para que levante acta de manera que el anuncio se pueda dar exactamente a las
8:00 en punto con el tañido de campanas. Ni siquiera hay razón para que el
protonotario tenga que levantarse en mitad de la noche. No pasa nada por el
hecho de que corran rumores por el Celio o el mundo antes de esa hora. Estos
sólo se confirmarán o no a la hora determinada con el toque fúnebre de las
campanas, seguido del despliegue de los pendones negros de las ventanas del
Palacio.
P. FORTEA
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