Si Cristo, don de Dios al mundo, es lo mejor para el
hombre, entonces es imposible no vivir con gozo y alegría mi fe.
Por: P. Juan P. Ferrer | Fuente: Catholic.net
En los hombres de hoy, es posible que la vida espiritual y religiosa esté impregnada de modos fríos, racionalistas, calculadores, lejanos todos ellos de ese talante alegre, cordial y humano que debe caracterizarnos como hijos de Dios.
Hay que decir que a veces el debilitamiento en la fe de muchos hermanos nuestros ha sido culpa de no ver en la religión a una persona, sino sólo un conjunto de principios y normas. Si nuestra religión no es Cristo, si el porqué de nuestra fidelidad no es su Persona, si en cada mandamiento no vemos el rostro de Jesús, la religión terminará agobiándonos, porque se convertirá en un montón de deberes, sin relación a Aquél a quien nosotros queremos servir. Vamos, pues, a exponer algunas de las características que deben brillar en la vivencia de nuestra fe y de nuestros deberes religiosos:
Por: P. Juan P. Ferrer | Fuente: Catholic.net
En los hombres de hoy, es posible que la vida espiritual y religiosa esté impregnada de modos fríos, racionalistas, calculadores, lejanos todos ellos de ese talante alegre, cordial y humano que debe caracterizarnos como hijos de Dios.
Hay que decir que a veces el debilitamiento en la fe de muchos hermanos nuestros ha sido culpa de no ver en la religión a una persona, sino sólo un conjunto de principios y normas. Si nuestra religión no es Cristo, si el porqué de nuestra fidelidad no es su Persona, si en cada mandamiento no vemos el rostro de Jesús, la religión terminará agobiándonos, porque se convertirá en un montón de deberes, sin relación a Aquél a quien nosotros queremos servir. Vamos, pues, a exponer algunas de las características que deben brillar en la vivencia de nuestra fe y de nuestros deberes religiosos:
Si Cristo, don
de Dios al mundo, es lo mejor para el hombre, entonces es
imposible no vivir con gozo y alegría profunda la fe, es decir, la relación personal
del hombre con Dios. Muchas veces los cristianos con nuestro estilo de vivir la
fe, marcado por la tristeza, la indiferencia, el cansancio, estamos demostrando
a quienes buscan en nosotros un signo de vida una profunda contradicción.
El cristianismo es la religión de la alegría y no puede producir hombres
insatisfechos. Al revés, la religión vivida de veras, como fe en Jesucristo,
confiere al hombre plenitud, gozo, ilusión. Frente a todas las propuestas de
felicidad, que terminan con el hombre en la desesperación, Cristo es la
respuesta verdadera que no sólo no engaña sino que colma mucho más de lo
esperado. Esta certeza debe reflejarse en nuestro rostro, rostro de
resucitados, rostro de hombres salvados.
Si Cristo está
vivo y es Hijo de Dios, mi relación con él tiene que ser mucho más
personal, cercana e íntima. Tal vez ha faltado en muchas educaciones religiosas ese acercamiento
humano a la figura de Cristo, un acercamiento que nos permite establecer con él
una relación más cordial y sincera, como la que se tiene con un amigo. Es fácil
comprender por qué con frecuencia la vida de oración de muchos creyentes es
árida, seca, distraída. No se entra en contacto con la Persona, sino sólo tal
vez con una idea de Dios, aun dentro del respeto y de la veneración.
De ahí el peligro para muchos hombres de racionalizar la misma oración, convirtiéndola en reflexión religiosa, pero no en experiencia de Dios. Lógicamente la fe se empobrece mucho así. Y no debe ser así. La fe ha de ser vivida como experiencia personal de Cristo, y por tanto en un clima de cordialidad y de cercanía.
De ahí el peligro para muchos hombres de racionalizar la misma oración, convirtiéndola en reflexión religiosa, pero no en experiencia de Dios. Lógicamente la fe se empobrece mucho así. Y no debe ser así. La fe ha de ser vivida como experiencia personal de Cristo, y por tanto en un clima de cordialidad y de cercanía.
Si Cristo es, en
fin, la esperanza del mundo, de la que hablaron Moisés y los profetas,
entonces hay que vivir en la práctica la fe con seguridad y convencimiento. Podemos dar la impresión los
cristianos de que creemos en Cristo, pero no lo suficiente como para abandonar
otros caminos de felicidad al margen de él, de su Evangelio, de su Persona. Y
esto en la vida se convierte en una contradicción práctica.
Aparentamos tener lo mejor, pero nos cuidamos las espaldas teniendo reemplazos. Es como si afirmáramos que tal vez la fe en Cristo no es del todo segura y cierta, que tal vez él nos puede fallar. El mundo necesita de nosotros hoy la certeza de nuestra fe, una certeza que nos lleve a quemar los barcos, porque ya no los necesitamos, seguros como estamos de que hemos elegido la mejor parte.
¡Cómo se necesita en estos momentos en nuestra vida de cristianos y creyentes estas características en nuestra relación con Dios¡
Aparentamos tener lo mejor, pero nos cuidamos las espaldas teniendo reemplazos. Es como si afirmáramos que tal vez la fe en Cristo no es del todo segura y cierta, que tal vez él nos puede fallar. El mundo necesita de nosotros hoy la certeza de nuestra fe, una certeza que nos lleve a quemar los barcos, porque ya no los necesitamos, seguros como estamos de que hemos elegido la mejor parte.
¡Cómo se necesita en estos momentos en nuestra vida de cristianos y creyentes estas características en nuestra relación con Dios¡
- Un estilo de fe lleno de gozo y de
entusiasmo.
- Una relación con Dios cercana y cordial.
- Una certeza absoluta de Dios como lo mejor
para el hombre de hoy.
En esta sociedad en que por desgracia la fe se ha convertido en una carga, hacen falta testigos vivos de un Evangelio moderno y verdadero. En este mundo en que falta alegría en muchos cristianos que viven un poco a la fuerza su fe, hacen falta rostros alegres porque saben vivir su religión en la libertad. Y en este peregrinar hacia la eternidad en el que muchos creyentes miran hacia atrás acordándose de lo que dejan, hacen falta hombres que caminen con seguridad y certeza, sin volver los ojos atrás, hacia el futuro que Dios nos promete.
No hay comentarios:
Publicar un comentario