El jueves posterior a la solemnidad de la Santísima Trinidad,
la semana anterior a la Fiesta del
Sagrado Corazón de Jesús, la Iglesia Católica celebra la fiesta del
Cuerpo y la Sangre de Cristo nombre que adquirió luego de la reforma litúrgica
del Concilio Vaticano II, aunque se sigue llamando popularmente desde siglos
atrás como la fiesta de Corpus Christi.
A fines del siglo XIII surgió
en Lieja, Bélgica, un Movimiento Eucarístico cuyo centro fue la Abadía de
Cornillón fundada en 1124 por el Obispo Albero de Lieja. Este movimiento dio
origen a varias costumbres eucarísticas, como por ejemplo la Exposición y
Bendición con el Santísimo Sacramento, el uso de las campanillas durante la
elevación en la Misa y la fiesta del Corpus Christi.
En
muchos lugares la procesión de Corpus Christi se realiza el domingo que cae
después del jueves, o sea dos semanas después de la Fiesta de
Pentecostés, 60 días después del Domingo de
Resurrección.
HISTORIA
Santa
Juliana de Mont Cornillón, por aquellos años priora de la Abadía, fue la
enviada de Dios para propiciar esta Fiesta. La santa nace en Retines cerca de
Liège, Bélgica en 1193. Quedó huérfana muy pequeña y fue educada por las monjas
Agustinas en Mont Cornillon. Cuando creció, hizo su profesión religiosa y más tarde
fue superiora de su comunidad. Murió el 5 de abril de 1258, en la casa de las
monjas Cistercienses en Fosses y fue enterrada en Villiers.
Desde
joven, Santa Juliana tuvo una gran veneración al Santísimo Sacramento. Y siempre
anhelaba que se tuviera una fiesta especial en su honor. Este deseo se dice
haber intensificado por una visión que tuvo de la Iglesia bajo la apariencia de
luna llena con una mancha negra, que significaba la ausencia de esta
solemnidad.
Juliana
comunicó estas apariciones a Mons. Roberto de Thorete, el entonces obispo de
Lieja, también al docto Dominico Hugh, más tarde cardenal legado de los Países
Bajos y a Jacques Pantaleón, en ese tiempo archidiácono de Lieja, más tarde
Papa Urbano IV.
El
obispo Roberto se impresionó favorablemente y, como en ese tiempo los obispos tenían el
derecho de ordenar fiestas para sus diócesis, invocó un sínodo en 1246 y ordenó
que la celebración se tuviera el año entrante; al mismo tiempo el Papa ordenó, que un monje de nombre Juan
escribiera el oficio para esa ocasión. El decreto está preservado en
Binterim (Denkwürdigkeiten, V.I. 276), junto con algunas partes del oficio.
Mons.
Roberto no vivió para ver la realización de su orden, ya que murió
el 16 de octubre de 1246, pero la fiesta se celebró por primera vez al año
siguiente el jueves posterior a la fiesta de la Santísima Trinidad. Más tarde
un obispo alemán conoció la costumbre y la extendió por toda la actual
Alemania.
El Papa Urbano IV, por aquél
entonces, tenía la corte en Orvieto, un poco al norte de Roma. Muy cerca de
esta localidad se encuentra Bolsena, donde en 1263 o 1264 se produjo el Milagro
de Bolsena: un sacerdote que celebraba la Santa Misa tuvo dudas de que la
Consagración fuera algo real. Al momento de partir la Sagrada Forma, vio salir
de ella sangre de la que se fue empapando en seguida el corporal. La venerada
reliquia fue llevada en procesión a Orvieto el 19 junio de 1264. Hoy se
conservan los corporales -donde se apoya el cáliz y la patena durante la Misa-
en Orvieto, y también se puede ver la piedra del altar en Bolsena, manchada de
sangre.
El
Santo Padre movido por el prodigio, y a petición de varios obispos, hace que se
extienda la fiesta del Corpus Christi a toda la Iglesia por medio de la bula
“Transiturus”
del 8 septiembre del mismo año, fijándola para el jueves después de la octava
de Pentecostés y otorgando muchas indulgencias a todos los fieles que
asistieran a la Santa Misa y al oficio.
Es de notar que en esta Bula romana se indican ya los fines del culto eucarístico que más
adelante serán señalados por Trento, por la Mediator Dei de Pío XII o
por los documentos pontificios más recientes:
1) reparación, «para confundir
la maldad e insensatez de los herejes»;
2) alabanza, «para que clero y pueblo, alegrándose juntos, alcen cantos de alabanza»;
3) servicio, «al servicio de Cristo»;
4) adoración y contemplación, «adorar, venerar, dar culto, glorificar, amar y abrazar el Sacramento excelentísimo»;
5) anticipación del cielo, «para que, pasado el curso de esta vida, se les conceda como premio» (DSp IV, 1961, 1644).
2) alabanza, «para que clero y pueblo, alegrándose juntos, alcen cantos de alabanza»;
3) servicio, «al servicio de Cristo»;
4) adoración y contemplación, «adorar, venerar, dar culto, glorificar, amar y abrazar el Sacramento excelentísimo»;
5) anticipación del cielo, «para que, pasado el curso de esta vida, se les conceda como premio» (DSp IV, 1961, 1644).
Luego,
según algunos biógrafos, el Papa Urbano IV encargó un oficio -la liturgia de
las horas- a San Buenaventura y a Santo Tomás de Aquino; cuando el Pontífice
comenzó a leer en voz alta el oficio hecho por Santo Tomás, San Buenaventura
fue rompiendo el suyo en pedazos.
La
muerte del Papa Urbano IV (el 2 de octubre de 1264), un poco después de la
publicación del decreto, obstaculizó que se difundiera la fiesta. Pero el Papa
Clemente V tomó el asunto en sus manos y, en el concilio general de Viena
(1311), ordenó una vez más la adopción de esta fiesta. En 1317 se promulga una
recopilación de leyes -por Juan XXII- y así se extiende la fiesta a toda la
Iglesia.
Ninguno
de los decretos habla de la procesión con el Santísimo como un aspecto
de la celebración. Sin embargo estas procesiones fueron dotadas de indulgencias
por los Papas Martín V y Eugenio IV, y se hicieron bastante comunes a partir
del siglo XIV.
La
fiesta fue aceptada en Cologne en 1306; en Worms la adoptaron en 1315; en
Strasburg en 1316. En Inglaterra fue introducida de Bélgica entre 1320 y 1325.
En los Estados Unidos y en otros países la solemnidad se celebra el domingo
después del domingo de la Santísima Trinidad.
En
la Iglesia griega la fiesta de Corpus Christi es conocida en los calendarios de
los sirios, armenios, coptos, melquitas y los rutinios de Galicia, Calabria y
Sicilia.
Finalmente,
el Concilio de Trento declara que muy piadosa y religiosamente fue
introducida en la Iglesia de Dios la costumbre, que todos los años, determinado
día festivo, se celebre este excelso y venerable sacramento con singular
veneración y solemnidad; y reverente y honoríficamente sea llevado en procesión
por las calles y lugares públicos. En esto los cristianos atestiguan su
gratitud y recuerdo por tan inefable y verdaderamente divino beneficio, por el
que se hace nuevamente presente la victoria y triunfo de la muerte y
resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
CELEBRACIÓN DEL CORPUS Y
EXPOSICIONES DEL SANTÍSIMO
La
celebración del Corpus implica ya en el siglo XIII una procesión solemne, en la
que se realiza una «exposición ambulante del Sacramento» (Olivar 195). Y
de ella van derivando otras procesiones con el Santísimo, por ejemplo, para
bendecir los campos, para realizar determinadas rogativas, etc.
Por
otra parte, «esta presencia palpable, visible, de Dios, esta inmediatez de su
presencia,
objeto singular de adoración, produjo un impacto muy notable en la mentalidad
cristiana occidental e introdujo nuevas formas de piedad, exigiendo rituales
nuevos y creando la literatura piadosa correspondiente. En el siglo XIV se
practicaba ya la exposición solemne y se bendecía con el Santísimo. Es el
tiempo en que se crearon los altares y las capillas del santísimo Sacramento»
(Id. 196).
Las
exposiciones mayores se van implantando en el siglo XV, y siempre la patria de
ellas «es la Europa central. Alemania, Escandinavia y los Países Bajos fueron
los centros de difusión de las prácticas eucarísticas, en general» (Id. 197). Al
principio, colocado sobre el altar el Sacramento, es adorado en silencio. Poco
a poco va desarrollándose un ritual de estas adoraciones, con cantos propios,
como el Ave verum Corpus natum ex Maria Virgine, muy popular, en el que tan
bellamente se une la devoción eucarística con la mariana.
La exposición del Santísimo
recibe una acogida popular tan entusiasta que ya hacia 1500 muchas iglesias la
practican todos los domingos, normalmente después del rezo de las vísperas
-tradición que hoy perdura, por ejemplo, en los monasterios benedictinos de la
congregación de Solesmes-. La costumbre, y también la mayoría de los rituales,
prescribe arrodillarse en la presencia del Santísimo.
En
los comienzos, el Santísimo se mantenía velado tanto en las procesiones como en
las exposiciones eucarísticas. Pero la costumbre y la disciplina de la Iglesia
van disponiendo ya en el siglo XIV la exposición del cuerpo de Cristo «in
cristallo» o «in pixide cristalina».
VIRGEN DE LA EUCARISTÍA (DÍA
DE CORPUS CHRISTI)
En la Eucaristía recibimos al
Señor de igual forma que María lo recibió en la encarnación, y a su vez la
tiene como protagonista porque una parte de Jesús la aportó ella como madre. En
este sentido es el perpetuo sagrario de la Eucaristía.
Del título Virgen de la
Eucaristía da cuenta la piedad popular y el arte; aquí presentamos varias
textos que relacionan a la Santísima Virgen con la Eucaristía.
LA VIRGEN DE LA EUCARISTÍA EN
EL ARTE
La
Virgen con el Niño y un ángel conocida como Virgen de la Eucaristía (en
italiano, Madonna dell’Eucarestia) es una obra del pintor renacentista italiano
Sandro Botticelli.
La
pintura está ejecutada al temple sobre madera. Mide 84 centímetros de alto y 64,5 cm. de ancho.
Pertenece al periodo 1470-1472. Actualmente, se conserva en el Museo Isabella
Stewart Gardner de Boston (Estados Unidos).
Pertenece
probablemente a la serie de Vírgenes que Botticelli realizó entre el año 1465 y
1470,
que muestran una profunda influencia de Filippo Lippi, siendo parecidas a la
Virgen con el Niño y ángeles de Filippo que se conserva en la Galería de los
Uffizi de Florencia que data de 1465. Como en las demás composiciones de este
tipo, se muestra a María de tres cuartos, con el Niño en brazos; en este caso,
además, hay un ángel que presenta a la Madona el plato del ofertorio con
espigas y racimos de uvas al Niño. El ángel esboza una sonrisa que no es
habitual en los personajes de Botticelli. Además, mira al Niño con gran ternura.
En
el caso de esta Virgen de la Eucaristía, hay una ventana en el muro que permite ver el
paisaje. Se trata de una vista fluvial, con un río que discurre entre colinas.
El
cesto que el ángel presenta a la Virgen, conteniendo espigas y uvas, profetiza el acto
sacramental, es una referencia simbólica al pan y al vino de la Eucaristía y,
por lo tanto, a la encarnación humana de Dios.
En
esta Madona, como en las demás de la larga serie que pintó Botticelli, puede
verse un modelo de Virgen seria, meditabunda, abstraída en su propia belleza y
actuando siempre con gran seriedad.
Las
Madonas de Botticelli reflejan una relación más intelectual que afectuosa entre
Madre e Hijo,
a diferencia de lo que ocurre con las Vírgenes pintadas por Rafael Sanzio, que
suelen mirar a su hijo y colaborar en sus juegos con una cierta sonrisa. Aquí
la ternura y amabilidad provienen del ángel sonriente.
Foros de la Virgen María
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