Antes es la obligación que la devoción, dice el refrán popular. Con ello suele significarse que no hay que dar prioridad a las cosas que nos agradan o que son buenas, pues primero está el cumplimiento del deber. Pero si se intenta entenderlo en sentido literal, puede confundir.
Y
confunde siempre que se piensa el deber como una “obligación”, en el sentido de
un quehacer puramente humano y externo, y se entiende por “devoción” una
actividad de tipo espiritual que puede o no desarrollarse, según el gusto y
sensibilidad religiosa de cada uno.
El deber primero es la
oración
En
realidad, el deber primero del hombre es la oración, el trato de amistad y
diálogo con Dios, la piedad auténtica, base de toda devoción. Y la oración, que
es ya una acción, no es sin embargo mera acción humana, sino que en ella
interviene Dios, también como amigo y como interlocutor. Para los cristianos la
oración, de un modo u otro, se dirige siempre al Padre, por el Hijo y en el
amor del Espíritu que a los dos une y con ellos nos une: nos da unidad y vida
en la Iglesia, familia de Dios al servicio del mundo. Por tanto, la relación
entre oración y acción solo puede captarse en las coordenadas generales de la
vida cristiana: la fe, los sacramentos, el servicio de la caridad.
Tanto la
oración como la acción (externa) son expresiones esenciales de la vida
cristiana. Pero no están al mismo nivel, porque la oración, en su forma más
alta de contemplación, se refiere a la finalidad de la vida cristiana: el amor
a Dios que se traduce en el amor a los demás; mientras que la acción se refiere
al medio para lograr ese amor. Así que es la oración (el diálogo con Dios y la
contemplación de su belleza y grandeza, con la ayuda de la liturgia) la que
debe impulsar a la acción. Y en la vida cristiana, gracias a la oración, que
nos ayuda a discernir la voluntad de Dios y nos da las fuerzas para seguirla,
todo puede convertirse en un “medio”, en un camino u ocasión para proclamar,
celebrar y vivir la fe y para alcanzar la plenitud del amor.
Además de
estas razones, que podríamos llamar de antropología cristiana, hay otros
motivos de orden más pedagógico, o si se quiere pastoral, para comprender la
prioridad de la oración sobre la acción.
Sin orden interior no
se puede buscar el Reino de Dios
Primero,
que el Reino de Dios se difunde desde lo que san Pablo llama el “hombre
interior”; es decir, desde el corazón del cristiano. “Antes” de buscarlo fuera
hay que edificarlo dentro: sin orden en el espíritu, es difícil que se pueda
actuar para la ordenación de la vida y del mundo al Reino de Dios.
En
segundo lugar, que como consecuencia del pecado, tanto la inteligencia como la
voluntad y los afectos fácilmente se pierden o se desordenan en sus objetivos y
en su orden mutuo: la luz de la fe no brilla con toda su capacidad orientativa,
la voluntad puede torcerse y con ella la pureza de intención, y los sentidos
reclaman una atención que puede dañar la serenidad habitual incluso de quien
está unido a Dios.
Finalmente,
hay que recordar la tendencia que hay en nuestro tiempo hacia el activismo.
Por otra
parte, para asegurar la prioridad de la oración hay que estar persuadido de
algunos argumentos, en la línea de que la oración fomentaría el subjetivismo,
el individualismo o el egocentrismo, la falta de espontaneidad, la evasión de
la realidad, o supondría un anacronismo respecto al mundo moderno. Esto no es
ajeno a las diversas concepciones de la religión que hoy se difunden, también
dentro del cristianismo, e incluso, en su caso, a los modos distintos (no
igualmente válidos) de enfocar el apostolado cristiano.
Pero todo
ello no hace sino confirmar la necesidad de la auténtica oración, y de
anteponer la oración a la acción. Pues la “actividad” más importante para el
cristiano es una vida espiritual y sacramental intensa, que surge del esfuerzo
por corresponder a la acción del Espíritu Santo con el “combate espiritual”
personal. De esa fuente debe manar la actividad apostólica, verdadero servicio
de caridad, que para la mayoría de los cristianos se desarrolla en el ambiente
de la vida cotidiana: la familia, el trabajo, las relaciones sociales,
culturales, etc. Ese es el camino, y no hay otro, para que la oración en la
vida corriente se traduzca en anuncio y testimonio de la fe, en acción
apostólica y promoción humana.
La justicia y el amor
deben brotar de la oración
De la
prioridad de la oración en relación con el anuncio de la Palabra de Dios, se
ocupó Benedicto XVI en la audiencia general del miércoles 25 de abril. Como
punto de partida tomó el suceso que cuentan los Hechos de los Apóstoles (6,
1ss), cuando éstos decidieron no abandonar el anuncio de la fe y la
predicación, sino organizar, por medio de los diáconos, la atención a personas
necesitadas de asistencia y ayuda. Se trataba, según el Papa, de “dos
realidades que se deben vivir en la Iglesia: la predicación de la palabra, la
primacía de Dios, y la caridad práctica, la justicia”; porque “la Iglesia no
solo debe proclamar la palabra, sino también cumplir la palabra, que es amor y
verdad”. Además hay que tener en cuenta que “la caridad y la justicia no son
solo acciones sociales, sino son acciones espirituales realizadas a la luz del
Espíritu Santo” (así es, en efecto, tanto para la Iglesia-institución como para
cada cristiano personalmente).
En esta
ordenación de actividades se refleja, a juicio de Benedicto XVI, lo que sucedió
durante la vida pública de Jesús en casa de Marta y María, en Betania. Mientras
Marta estaba abrumada con el trabajo de la casa, María escuchaba la palabra del
Señor (cf. Lc. 10,38-42). Las palabras de Jesús, “… María ha elegido la mejor
parte”, no significan oposición entre la oración y la actividad diaria o la
caridad. Lo mismo que las de los apóstoles: “”Nosotros nos dedicaremos a la
oración y al ministerio de la Palabra” (Hch. 6,4), no significan que decidieron
apartarse del servicio de caridad abnegada a todos. En ambos casos, entiende el
Papa, lo que se muestra es “la prioridad que debemos darle a Dios; (…) no se
condena la actividad por el prójimo, por el otro, pero se subraya que debe ser
penetrada interiormente también por el espíritu de la contemplación”.
Sin la oración, la
acción se vacía
En esta
línea –continúa-, se manifiestan los santos (como san Agustín, san Ambrosio y
san Bernardo). Precisamente porque “han experimentado una profunda unidad de
vida entre la oración y la acción, entre el amor total a Dios y el amor a los
hermanos”, han insistido en la necesidad del recogimiento interior para
defenderse del activismo.
Por eso,
deduce Benedicto XVI, el pasaje de los Hechos de los Apóstoles que consideramos
subraya la importancia del trabajo y del servicio a los demás, “pero también
nuestra necesidad de Dios, de su orientación, de su luz que nos da fortaleza y
esperanza”. Y es que “sin la oración diaria fielmente vivida, nuestra acción se
vacía, pierde su alma profunda, se reduce a un simple activismo sencillo que
con el tiempo nos deja insatisfechos”. De ahí las palabras de una invocación
tradicional cristiana: “Inspira nuestras acciones, Señor, y acompáñalas con tu
ayuda, para que todo nuestro hablar y actuar, tenga siempre en ti su principio
y en ti su cumplimiento”.
Y
concluye resaltando esta necesidad de anteponer la oración, particularmente
para los pastores de la Iglesia: “Para los pastores esta es la primera y más
valiosa forma de servicio a la grey a ellos confiada. Si los pulmones de la
oración y la palabra de Dios no alimentan la respiración de nuestra vida
espiritual, corremos el riesgo de asfixiarnos en medio de miles de cosas todos
los días: la oración es la respiración del alma y de la vida”. Esto, sin
olvidar que cuando se hace oración, incluso en el silencio de la Iglesia o en
la propia habitación, “estamos unidos en el Señor con muchos hermanos y
hermanas en la fe, como un conjunto de instrumentos que, a pesar de su
individualidad, elevan una única y gran sinfonía de intercesiones a Dios, de
acción de gracias y de alabanzas”.
Ramiro Pellitero, Instituto Superior de Ciencias Religiosas, Universidad
de Navarra
(publicado en www.analisisdigital.com, 3-V-2012)
(publicado en www.analisisdigital.com, 3-V-2012)
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