La pasión y muerte de Jesucristo es muy importante
para la fe cristiana, tanto porque es el medio para nuestra salvación como
porque estamos llamados a imitarlo a Cristo de la misma manera.
Como resultado, los cristianos han desarrollado
muchas formas de meditar en esos increíbles eventos. Están, por ejemplo, las
Estaciones de la Cruz, el Rosario, y por supuesto los crucifijos que colgamos
en todas partes.
Una devoción particularmente interesante pero poco
conocida es la de la herida en el
hombro de Jesús.
La historia cuenta que, en el siglo XII, San
Bernardo de Claraval estaba rezando y le preguntó a Jesús cuál había sido el
mayor sufrimiento desconocido de su pasión.
¡Y Jesús le respondió! Esto es lo que
le dijo a San Bernardo:
“Yo tenía una llaga profundísima en
el hombro sobre el cual cargue mi pesada cruz; esa llaga era la más dolorosa de
todas. Los hombres no la conocen”.
Entonces, con este conocimiento, San
Bernardo supuestamente compuso la siguiente oración:
“Oh amado Jesús, manso Cordero de
Dios, a pesar de ser yo una criatura miserable y pecadora, te adoro y venero la
llaga causada por el peso de vuestra cruz que abriendo vuestras carnes desnudo
los huesos de vuestro hombro sagrado y de la cual vuestra Madre Dolorosa tanto
se compadeció.
También yo, oh carísimo Jesús, me
compadezco de Vos y desde el fondo de mi corazón te glorifico y te agradezco
por esta llaga dolorosa de vuestro hombro en la que quisiste cargar vuestra
cruz por mi salvación. Ah! por los sufrimientos que padeciste y que aumentaron
el enorme peso de vuestra cruz, ruegote con mucha humildad, ten piedad de mi
pobre criatura pecadora, perdonad mis pecados y conducidme al cielo por el
camino de la cruz”.
Digo “supuestamente” porque
la oración se ha atribuido también a algunos otros santos. De cualquier manera,
es una gran oración totalmente aprobada por la Iglesia.
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