Después de la misa en la catedral de Roma, la
procesión partió hacia Santa María la Mayor.
Por: Sergio Mora / Papa Francisco | Fuente: ZENIT (https://es.zenit.org)
(ZENIT – Roma, 26 de mayo de 2016).- La festividad de Corpus Christi ha sido conmemorada este jueves en Roma, delante de basílica San Juan de Letrán, catedral de Roma, con una misa solemne presidida por el papa Francisco y concelebrada por cardenales, obispos y sacerdotes.
Por: Sergio Mora / Papa Francisco | Fuente: ZENIT (https://es.zenit.org)
(ZENIT – Roma, 26 de mayo de 2016).- La festividad de Corpus Christi ha sido conmemorada este jueves en Roma, delante de basílica San Juan de Letrán, catedral de Roma, con una misa solemne presidida por el papa Francisco y concelebrada por cardenales, obispos y sacerdotes.
La ceremonia contó con la participación del Coro Pontificio de la
Capilla Sixitina y del Coro guía ‘Mater Ecclesiae’ que
acompañaron la ceremonia.
El Santo Padre, que vestía paramentos crema con bordes verdes y dorados,
y endosando el palio, tras incensar el altar, y después de las lecturas del
día, centró su homilía en tres ideas: ‘haced esto
en conmemoración mía’ y ‘el pan partido’.
En su homilía Francisco recordó que es Jesús quien bendice y parte los
panes, con el fin de satisfacer a todas esas personas, pero los cinco panes y
los dos peces fueron aportados por los discípulos, y Jesús quería precisamente
esto: que, en lugar de despedir a la multitud, ofrecieran lo poco que tenían.
“Jesús se ha dejado ‘partir’, se parte por
nosotros”, señaló el
Pontífice. “Y pide que nos demos, que nos dejemos
partir por los demás. Precisamente este ‘partir el pan’ se ha convertido en el
icono, en el signo de identidad de Cristo y de los cristianos”.
Como los santos y santas que se han dejado
‘partir’ para ‘alimentar a los hermanos’, o las madres y papás que se parten
para criar a sus hijos bien, los cristianos empeñados en defender la dignidad
de todos, especialmente de los más pobres, marginados y discriminados. Porque
ellos encuentran la fuerza en la Eucaristía.
Al concluir la santa misa, la hostia fue puesta en
el ostensorio y la procesión partió hacia la basílica pontificia de Santa María
la Mayor.
Varios miles de personas acompañaron al
Santísimo que iba en un vehículo abierto. En el recorrido de poco más de un
kilómetro, acompañaban asociaciones, órdenes, hermandades, cofradías y público
en general, entonando cantos eucarísticos, letanías y oraciones.
Una vez llegado el Santísimo Sacramento a la
basílica Santa María la Mayor, el Santo Padre dio la bendición solemne con el
ostensorio, mientras se cantaba el Tantum ergo, y antes de retirarse se quedó
rezando en silencio algunos momentos, delante de la imagen de la Virgen María
con el Niño.
A
continuación publicamos el texto completo de la homilía.
“‘Haced esto en memoria mía’ (1Co 11,24.25). El
apóstol Pablo, escribiendo a la comunidad de Corinto, refiere por dos veces
este mandato de Cristo en el relato de la institución de la Eucaristía. Es el
testimonio más antiguo de las palabras de Cristo en la Última Cena.
«Haced esto». Es decir, tomad el pan, dad
gracias y partidlo; tomad el cáliz, dad gracias y distribuidlo. Jesús manda
repetir el gesto con el que instituyó el memorial de su Pascua, por el que nos
dio su Cuerpo y su Sangre. Y este gesto ha llegado hasta nosotros: es el
«hacer» la Eucaristía, que tiene siempre a Jesús como protagonista, pero que se
realiza a través de nuestras pobres manos ungidas de Espíritu Santo.
«Haced esto». Ya en otras ocasiones, Jesús había
pedido a sus discípulos que «hicieran» lo que él tenía claro en su espíritu, en
obediencia a la voluntad del Padre. Lo acabamos de escuchar en el Evangelio.
Ante una multitud cansada y hambrienta, Jesús dice a sus discípulos: «Dadles
vosotros de comer» (Lc 9,13). En realidad, Jesús es el que bendice y parte los
panes, con el fin de satisfacer a todas esas personas, pero los cinco panes y
los dos peces fueron aportados por los discípulos, y Jesús quería precisamente
esto: que, en lugar de despedir a la multitud, ofrecieran lo poco que tenían.
Hay además otro gesto: los trozos de pan,
partidos por las manos sagradas y venerables del Señor, pasan a las pobres
manos de los discípulos para que los distribuyan a la gente. También esto es
«hacer» con Jesús, es «dar de comer» con él. Es evidente que este milagro no va
destinado sólo a saciar el hambre de un día, sino que es un signo de lo que
Cristo está dispuesto a hacer para la salvación de toda la humanidad ofreciendo
su carne y su sangre (cf. Jn 6,48-58). Y, sin embargo, hay que pasar siempre a
través de esos dos pequeños gestos: ofrecer los pocos panes y peces que
tenemos; recibir de manos de Jesús el pan partido y distribuirlo a todos.
Partir: esta es la otra palabra que explica el
significado del «haced esto en memoria mía». Jesús se ha dejado «partir», se
parte por nosotros. Y pide que nos demos, que nos dejemos partir por los demás.
Precisamente este «partir el pan» se ha convertido en el icono, en el signo de
identidad de Cristo y de los cristianos. Recordemos Emaús: lo reconocieron «al
partir el pan» (Lc 24,35). Recordemos la primera comunidad de Jerusalén:
«Perseveraban […] en la fracción del pan» (Hch 2,42). Se trata de la
Eucaristía, que desde el comienzo ha sido el centro y la forma de la vida de la
Iglesia.
Pero recordemos también a todos los santos y
santas –famosos o anónimos–, que se han dejado «partir» a sí mismos, sus
propias vidas, para «alimentar a los hermanos». Cuántas madres, cuántos papás,
junto con el pan de cada día, cortado en la mesa de casa, se parten el pecho
para criar a sus hijos, y criarlos bien. Cuántos cristianos, en cuanto ciudadanos
responsables, se han desvivido para defender la dignidad de todos,
especialmente de los más pobres, marginados y discriminados. ¿Dónde encuentran
la fuerza para hacer todo esto? Precisamente en la Eucaristía: en el poder del
amor del Señor resucitado, que también hoy parte el pan para nosotros y repite:
«Haced esto en memoria mía».
Que el gesto de la procesión eucarística, que
dentro de poco vamos a hacer, responda también a este mandato de Jesús. Un
gesto para hacer memoria de él; un gesto para dar de comer a la muchedumbre
actual; un gesto para «partir» nuestra fe y nuestra vida como signo del amor de
Cristo por esta ciudad y por el mundo entero”.
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