VATICANO, 29 May. 16 / 04:32 am (ACI).-El Papa Francisco instó hoy a
miles de diáconos a estar disponibles en la vida, ser mansos de corazón y permanecer
en constante diálogo con Jesús para servir a los más pobres y testimoniar a
Cristo puesto que el servicio es el único camino para ser discípulo de Jesús.
Miles de diáconos participaron esta mañana en la Basílica de San Pedro
de la Santa Misa
que presidió el Papa Francisco en ocasión del Jubileo de los diáconos, uno de
los eventos previstos del Año Santo de la Misericordia.
En la homilía que realizó, el Santo Padre aseguró que este ministerio es
sinónimo de servicio al otro y recordó que “el que
sirve no es esclavo de la agenda que establece, sino que, dócil de corazón,
está disponible a lo no programado: solícito para el hermano y abierto a lo
imprevisto, que nunca falta y a menudo es la sorpresa cotidiana de Dios”.
Francisco comentó la lectura de San Pablo de la liturgia del día y
afirmó que los términos apóstol y servidor “están
unidos, no pueden separarse jamás; son como dos caras de una misma moneda:
quien anuncia a Jesús está llamado a servir y el que sirve anuncia a Jesús”.
“El discípulo de Jesús no puede caminar por una vía
diferente a la del Maestro, sino que, si quiere anunciar, debe imitarlo, como
hizo Pablo: aspirar a ser un servidor. Dicho de otro modo, si evangelizar es la
misión asignada a cada cristiano en el bautismo, servir es el estilo mediante
el cual se vive la misión, el único modo de ser discípulo de Jesús. Su testigo
es el que hace como él: el que sirve a los hermanos y a las hermanas, sin
cansarse de Cristo humilde, sin cansarse de la vida cristiana que es vida de
servicio”.
Vivir la disponibilidad
El Papa aseguró que “el siervo aprende cada
día a renunciar a disponer todo para sí y a disponer de sí como quiere. Si se
ejercita cada mañana en dar la vida, en pensar que todos sus días no serán
suyos, sino que serán para vivirlos como una entrega de sí”.
Porque “quien sirve no es un guardián celoso
de su propio tiempo, sino más bien renuncia a ser el dueño de la propia
jornada. Sabe que el tiempo que vive no le pertenece, sino que es un don
recibido de Dios para a su vez ofrecerlo: sólo así dará verdaderamente fruto”.
“El siervo sabe abrir las puertas de su tiempo y de
sus espacios a los que están cerca y también a los que llaman fuera de horario,
a costo de interrumpir algo que le gusta o el descanso que se merece”.
El Santo Padre manifestó también que “Dios,
que es amor, llega incluso a servirnos por amor: con nosotros es paciente,
comprensivo, siempre solícito y bien dispuesto, sufre por nuestros errores y
busca el modo para ayudarnos y hacernos mejores”.
“Estos son también los rasgos de mansedumbre y
humildad del servicio cristiano, que es imitar a Dios en el servicio a los
demás: acogerlos con amor paciente, comprenderlos sin cansarnos, hacerlos
sentir acogidos, a casa, en la comunidad eclesial, donde no es más grande quien
manda, sino el que sirve”.
“Cada uno de nosotros prosiguió Francisco- es muy
querido por Dios, amado y elegido por él, y está llamado a servir, pero tiene
sobre todo necesidad de ser sanado interiormente”.
“Para ser capaces del servicio, se necesita la
salud del corazón: un corazón restaurado por Dios, que se sienta perdonado y no
sea ni cerrado ni duro”, explicó.
Por eso, finalizó la homilía invitando a “rezar
con confianza cada día por esto, pedir que seamos sanados por Jesús,
asemejarnos a él”.
Por Alvaro de Juana
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