jueves, 17 de mayo de 2012

SOBRE RACISMO


SOBRE RACISMO, MITOS E IDIOSINCRASIA (I)

RACISMO

Hace poco, el violento comportamiento racista de un adolescente (“niño” para sus padres) en contra de una pareja de esposos de raza mestiza, dentro de un cine, despertó la indignación de gran parte de la población por este suceso. Esto dio pie a que en ciertos programas de televisión y en algunos diarios de circulación nacional se tratara el tema del racismo o de la discriminación racial como expresión del mismo.

Recordé entonces algunas expresiones racistas vistas anteriormente en televisión; como la del papá de Lourdes Flores Nano, que llamó al entonces candidato Toledo: “Auquénido de Harvard”, expresando el desprecio por su origen serrano y raza. El mencionar “… de Harvard” es así como decir: “Aunque la mona se vista de seda, mona se queda” (“Aunque haya estudiado en Harvard, cholo se queda”). Y también recordé las expresiones racistas del papá del actual presidente de la República, que enaltecía la raza cobriza, presentándola como superior a la blanca. Además, sorpresa me causó escuchar a una niña morena decirle a otra, cuando peleaban: “Tu mamá es más negra que la mía”.

En fin, el racismo en nuestro país (no hablo de otros), es un hecho. De si tiene un origen natural o es un producto de la cultura, es un tema que los especialistas se encargarán de descubrir. Por eso, siendo un hecho, que, por lo visto, forma parte de nuestra idiosincrasia, lo que debemos condenar no es el racismo (no deseable, pero existente), sino sus manifestaciones. En efecto, si el hombre es un ser social, esa condición lo debe llevar al reconocimiento y respeto que cada persona se merece por el mismo hecho de serlo. Que Dios, además de confundir nuestras lenguas en Babel, nos haya pintado de diferentes colores, no quiere decir que por ello debamos ver en nuestras desigualdades raciales un motivo para despreciarnos. Si acaso el racismo es una característica de la idiosincrasia del peruano (no generalizo), lo que se debe buscar es educarse en la convivencia social. Conozco personas racistas que respetan a quienes no son de su raza. Parece ser que su racismo se encuentra sólo en la constatación de las evidentes diferencias raciales y la tendencia (natural, en opinión de algunos) a sentirse orgullosos de la propia raza, pero que a la vez reconocen que por debajo de esas diferencias en el “numerador”, existe un “denominador común” de dignidad que todos los seres humanos tenemos. Y es ese denominador común el que debe fundamentar la convivencia social. La educación, si bien no puede consistir en taparse los ojos para no ver las diferencias somáticas y de color características de las razas, debe tender a ver detrás de dichas diferencias el valor de la persona humana, que merece reconocimiento y respeto.

SOBRE RACISMO, MITOS E IDIOSINCRASIA (II)

MITOS

El caso que venimos tratando nos lleva a otra consideración; la del mito de que “los niños son buenos por naturaleza”; o peor, aún, de que no son conscientes (y por lo tanto son inimputables) de las cosas malas que hacen. Esto lleva a exculparlos de toda acción mala que pudieran hacer, como la del adolescente del cine (los únicos culpables serían sus padres; él no).

Sobre esto hay que decir lo siguiente: la Religión Católica (a la que muchos quieren ignorar) nos enseña que el hombre nace bueno, pero inclinado al mal; la Psicología nos enseña que el niño tiene conciencia moral; es decir, sabe distinguir lo bueno de lo malo; dicho en lenguaje común: “sabe lo que hace”; el Derecho, que ve la realidad de las cosas para legislar, crea correccionales de menores, reconociendo en ello la responsabilidad moral de los menores de edad.

Entonces, eso de que el niño deba ser exculpado de acciones contrarias a la Ley, por no ser consciente de lo que hace, no tiene fundamento real.

Este hecho nos da pie para hablar de educación y responsabilidad personal. Empecemos reconociendo la necesidad de educar al hombre para ayudarle a su pleno desarrollo como persona; a la perfección de su ser. Y como el hombre es un ser social, su máxima perfección ha de expresarse en la capacidad de convivir con los demás en un clima de respeto. Y la educación está a cargo de los padres, de los maestros y de la parroquia (si es que van). En este sentido, hay una responsabilidad en los demás respecto a la formación de los niños. Pero, por otro lado, el niño también tiene cierta autonomía para decidir por lo bueno o por lo malo, de secundar su inclinación al bien o al mal. De allí aquello de “la oveja negra de la familia”; el que a pesar de haber sido educado en el bien con la palabra y con el ejemplo, decidió ir por otro camino. O del muchacho que, no se entiende, es bueno a pesar de su entorno familiar y del vecindario en donde vive.

Esto último, nos pone ante la realidad de responsabilidad personal del niño. El tema es largo, porque convergen muchos factores en la formación moral de los seres humanos. Sin embargo, no podemos dejar de señalar este mito.

Pasemos, ahora, a considerar otro mito: “El niño no debe ser castigado”. Hay quienes prefieren hablar de corrección y no de castigo. Creo, personalmente que debemos hablar más bien de castigos que corrigen. En efecto, debemos entender la importancia del castigo para la buena formación de la conciencia moral. Saber y experimentar que los actos buenos merecen reconocimiento y premio y que los malos, reprensión y castigo, ayuda a adaptarse a una vida social ordenada y justa. Si no se castiga, desaparece el sentido de justicia. El castigo es tan humano y saludable como la condecoración. Ahora, ¿qué tipo de castigo debe aplicarse? Ese es otro tema; en otro momento trataremos sobre él; ahora sólo deseo dejar sentado que hacemos muy mal en quitar en el ser humano el sentido de responsabilidad y, dentro de él, el de culpa.

Dejo las cosas ahí, la próxima vez terminaremos con este tema dividido en tres partes.

SOBRE RACISMO, MITOS E IDIOSINCRASIA (III)

IDIOSINCRASIA

Y llegamos a la tercera y última parte del artículo, donde hablaremos sobre la idiosincrasia, para tratar de entender el tema del racismo en nuestra sociedad; no olvidemos que el comportamiento racista de aquel adolescente del cine es el que motivó el artículo.

La idiosincrasia puede definirse como la manera de ser característica de un pueblo. Es un tema muy complejo de tratar, dado que en nuestro país la diferencia de personas y culturas impiden generalizar. Sin embargo, no con pretensión de erudición sino en un intento de acercamiento al problema, lo trataré, reconociendo que puede ser un punto de vista entre otros más que puedan darse. Sin embargo, en toda opinión no debe faltar la responsabilidad de quien opina, es decir, que las opiniones sean consecuencia de un raciocinio sobre la base de la observación y de la experiencia y no de una actitud frívola que irresponsablemente lleva a decir cualquier cosa.

Empecemos por decir que un rasgo que caracteriza a nuestro pueblo es la alegría. Y no puede haber alegría sin bromas: la chispa es otro de los rasgos de nuestra idiosincrasia; siempre tenemos la palabra inesperada que causa hilaridad. Pero a esto se añade otro rasgo: la “tomadura de pelo”; nos gusta reírnos o burlarnos de los demás, no con mala intención, sino para pasarla bien, por lo que debemos también “tener correa” cuando nos llega el turno de ser blanco de las burlas de los demás. Pero, ¿de dónde tomar la “materia prima” para la burla?: de las diferencias raciales, sociales, económicas y culturales que existen en nuestro país, así como de la contextura física, rasgos del rostro y manera de ser de las personas, o de la belleza o fealdad de las mismas. Como el tema que nos interesa es el del racismo, me ocuparé de las diferencias raciales. En efecto, las diferencias raciales traen como consecuencia estereotipos en ese orden, y es a partir de ellos que se crean personajes en los programas cómicos de televisión, como el negro Mama y la paisana Jacinta; o se hacen chistes a partir de los prejuicios que se forma la sociedad sobre las personas según su raza, como hacía Augusto Ferrando con sus comparaciones “blanco-negro”: “Blanco con zapatillas: deportista; negro con zapatillas: ratero”; no se trata de escarnecer al negro, sino de reírse de lo que la gente piensa de él. Dicho sea de paso, quienes más disfrutaban de esta comparación eran los mismos morenos que asistían al programa. Por otro lado, Nemesio Chupaca, el “cholo de acero inoxidable” y Eleuterio, fueron personajes que estereotipaban al serrano acriollado, en el caso de Nemesio y al serrano ingenuo en el caso de Eleuterio. Ellos eran serranos que se reían de sí mismos. Como se ve, no hay malicia en todo ello, no hay deseo de ofender, sino sólo de reconocer las diferencias raciales que hay en nuestro pueblo y reírse de ellas. No olvidemos que el Negro Mama y la Paisana Jacinta siempre salen ganando, o al menos salen bien librados de los problemas en que se meten. Igualmente, el cholo Nemesio siempre gana, porque “Al rey de la puna no le van a vender llamas”. La idiosincrasia del peruano es ser alegre, bromista, burlón, pero sin malicia. Y cuando se dice negro o cholo, lo que se está haciendo es describir a la persona, no ofenderla. ¿Recuerdan al cholo Sotil? ¿Cuando se le decía “cholo” se buscaba ofenderlo, o simplemente describirlo? Como vemos hasta aquí, todo no va más allá de reconocer las diferencias raciales, aceptarlas y convivir con ellas de manera lúdica y hasta fraterna.

Sin embargo, el corazón del hombre no sólo alberga alegría y fraternidad; también puede sacar de sí la maldad. Y la cosa empieza en el momento en que se quiere valorar a las personas de acuerdo a sus diferencias económicas, sociales, culturales y raciales. Se establece, entonces, una jerarquía donde el que tiene plata, el “pituco”, el culto y el blanco son superiores en dignidad a todos los que no lo son. Es aquí donde aparece lo superior y lo inferior, con el añadido del aprecio a lo superior y el desprecio a lo inferior. Es allí donde debemos situar el infeliz incidente entre el “niño” blanco y rico del cine, allá en Chorrillos, y los esposos mestizos acholados que fueron blanco de vituperios racistas. La “raza superior” despreciando a la “raza inferior”. No se mira a la persona, se mira a la raza.

Lamentablemente, ésta también es una característica de la idiosincrasia de nuestro pueblo: el racismo que desprecia porque clasifica a las personas como superiores o inferiores. Esta idea está tan metida en nuestra mentalidad que hasta las mismas personas mestizas, negras o cholas (las inferiores, según esta clasificación racista), hablan de escoger una pareja para casarse o para casar a sus hijos, … con quien puedan “mejorar su raza”.

El tema del racismo es muy delicado, porque mueve sentimientos y descubre complejos (de superioridad o de inferioridad). Por eso, si se hiciera una encuesta preguntando a las personas si son racistas o no, lo más probable es que todas digan que no, porque el racismo es vergonzoso. Pero anda y mételes el carro y verás que te tratan como el jovencito del cine.

Finalmente, alguien puede preguntar: “Ya que el racismo es parte de nuestra idiosincrasia, ¿se puede ser racista y católico a la vez? Hum… ¡Qué preguntita! No se puede responder “a la primera”, porque la respuesta puede dar lugar a equívocos. Tal vez dos ejemplos nos pueden servir para resolver el asunto. El primero: Nicomedes Santa Cruz (1925-1992), el gran poeta, folklorista y periodista de raza negra, decía: “No soy un poeta negro, soy un negro poeta”. Esta expresión muestra a Nicomedes Santa Cruz como un negro orgulloso de su raza. Este “racismo” no es malo, porque se fija más en los valores de la propia raza, sin denostar a las demás. El otro ejemplo es el del adolescente del cine, cuyas expresiones son de ofensa a quienes pertenecen a una raza que valora como inferior. En este segundo tipo de racismo hay desprecio. Con el primer tipo de racismo se puede construir a partir de las diferencias; con el segundo tipo de racismo, no hay forma de construir nada. Con el primer tipo de racismo se puede vivir en unión y sacar el Perú adelante; con el segundo tipo de racismo, sufriremos siempre el desprecio y el trato injusto; el resentimiento y la venganza social. Con estos dos ejemplos ya tiene usted, amable lector, elementos para contestar a la pregunta, ¿o quiere que le responda este mestizo?

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