El Anacoreta
movió en señal de duda la cabeza y dijo.
- Es
evidente que debemos evangelizar, pero el término "nueva" puede
malinterpretarse. Todos los cristianos somos enviados. Ese fue el mandato de Jesús
antes de dejar este mundo: Id y anunciad a todo el mundo la Buena Nueva... Eso
es evangelizar.
El joven
seguidor repuso:
- Sí, pero
aquí se refiere posiblemente a utilizar nuevos métodos, la tecnología,
internet...
Sonrió el
anciano al decir:
- Creo que
ya hace años que muchos se esfuerzan en utilizar los media para evangelizar. Me
temo que para alguno "nueva" significa dejar de lado el Concilio. Dar
un frenazo. Ponerse a la defensiva, o, simplemente, confunden evangelización
con proselitismo.
El joven seguidor
preguntó:
- Entonces,
¿que se entiende por "nueva"?
Puso el
Anacoreta una mano sobre el hombro del joven y respondió:
- Para
empezar sería bueno olvidarnos del calificativo de "nueva". Volvamos
al Evangelio. Jesús resucitado nos dice: "Como el Padre me envió, os envío
yo...". Este "como" es fundamental. Nuestra misión es la misma
que el Padre encomendó a Jesús. Evangelizar es anunciar con nuestra vida, como
hizo Jesús con la suya, que otro mundo es posible. Que Dios es Amor. Que todos
somos hermanos. Y hacerlo como lo hizo Jesús: con espíritu de misericordia,
gratuidad, acogida incondicional. Curando, sanando, devolviendo la vista,
haciendo caminar, dando vida. Condenando lo único que Jesús condenó: la
injusticia, la hipocresía, la prepotencia, el orgullo, el dinero, el poder...
La mirada
del anciano tuvo una pequeña sombra de tristeza y concluyó:
- Me temo que algunos creen, por
contra, que evangelizar es condenar, defenderse, hacer actos multitudinarios
apoyados por el poder, la búsqueda de privilegios... Eso no es a lo que el
Padre envió a Jesús... La verdadera evangelización es la de aquel que vive para
los demás. Aquel que ha encontrado a Jesús en su interior y luego lo
transparenta en Amor hacia los demás, no con palabras, sino con su vida.
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