CONSUELO HOYOS SERVÍA COCINANDO CUANDO SE PRESENTÓ UNO DE LOS INSTIGADORES DE LA MATANZA DE 2009
En 2009, unos sicarios asesinaron al hijo menor de
Consuelo Hoyos, cuando ella se encontraba sirviendo en un retiro de Lazos de
Amor Mariano: aunque decidió perdonar interiormente, Dios la llevó a
encontrarse con los verdugos para perdonar y sanar.
"Violento fin
de semana en Medellín": con este titular, el portal colombiano Caracol Radio recogía
el triple homicidio que se llevó por delante la vida de tres jóvenes en un
partido de fútbol el 25 de mayo de 2009. Entre
los asesinados estaba Rubén Darío Montoya Hoyos, de
24 años. Su madre, Consuelo,
estaba sirviendo como cocinera en un retiro de Lazos de Amor Mariano cuando
conoció la trágica noticia. Supo que el dolor le acompañaría hasta la muerte,
pero en pleno duelo, "Dios y la Virgen" le
tenían preparada una última prueba de perdón cara a cara con
los asesinos. De su decisión dependía encontrar la paz.
Para esta mujer residente en
Colombia y educada en una familia "católica no
practicante", recuerda que su vida comenzó a tomar un
rumbo cuando se consagró en su primer retiro de Lazos de Amor Mariano.
Desde ese momento decidió
quedarse en la comunidad haciendo lo que mejor sabía: cocinar. Y así
transcurrieron los siguientes 18 años hasta el día de hoy. Un periodo en el que
se ha dedicado a los retiros a destajo, "feliz de
servir en cada uno viendo como se salvan las almas" y de que a través de sus platos también ayuda a miles
"a encontrar la sanación".
En cocina, desde las 6 de la
mañana, "estamos siempre esperando que llegue
la hora de servir", afirma sonriente.
Consuelo ya formaba parte de la
comunidad cuando su hijo comenzó a meterse en
el violento mundo de los "ultras" de fútbol que cada mes deja un reguero de
sangre y muerte en las calles y estadios de Colombia. Por eso rezaba
incansablemente por él a "Dios y la
Virgen" en cada retiro.
ASESINADO
A TIROS POR ERROR
Iba a empezar uno de ellos cuando
no dijo nada a sus hijos para que no organizasen ninguna fiesta ante su
ausencia. Cada cierto tiempo llamaba a casa, para ver que todo estaba bien. No
hubo nada raro hasta la tarde del día siguiente, cuando los organizadores del
retiro supieron antes que Consuelo que su hijo Rubén había
sido asesinado.
"Lo peor fue
la forma, una masacre en la floresta. Me volví loca, nunca se me va a olvidar.
Me arrodillé ante la Virgen de la Milagrosa y le pedí que le hubiera dado un
minuto para arrepentirse porque aunque no sabemos lo que nuestros
hijos hacen en la calle, a veces como madres nos damos cuenta de lo que hacen
aunque no estén", recuerda.
Pero aunque Consuelo sabía que su
hijo podía estar vinculado con algunos altercados, sospechaba que no tenía nada
que ver con lo ocurrido en aquella cancha deportiva. Al parecer, unos sicarios
habían orquestado el asesinato de un joven que solía estar allí, que huyó
después de recibir un aviso. Cuando llegaron los asesinos, vieron a Rubén y creyendo que era su objetivo, le dispararon a él y a otros jóvenes. Tres murieron y uno
quedó inválido.
Según informó El Colombiano, la
Policía explicó que dos sicarios se camuflaron entre
las decenas de personas que disfrutaban el encuentro deportivo. Cuando vieron
el momento propicio, sacaron las armas de fuego y los cañones expulsaron las
balas en dirección a unos jóvenes que estaban junto a unas graderías.
"En ese
momento algo me dijo que tendría que seguir rezando por él y desde
entonces, el 25 de cada mes, hago decir misas por él, prometiéndome que no
dejaría de rezar y ofrecer misas mientras estuviese viva", afirma.
Consuelo se tomó un descanso de
tres meses sin servir a la comunidad y los retiros, pero pronto regresó,
convencida de que no podía encerrarse en el dolor "sabiendo
que podía ayudar a otras almas".
CARA
A CARA CON EL ASESINO
Así, encontró en los fieles a una
segunda familia que le apoyaron e invitaron a perdonar. "Fue doloroso, pero sanador, porque pensé que si
el Señor me había perdonado todo, cómo no iba a perdonar yo a quienes hicieron esta masacre",
recuerda.
Sin embargo, poco después sabría
que el Señor la había estado "preparando"
para un perdón total de los verdugos. Tendría que ser cara a cara,
mirándoles a los ojos. Y la oportunidad se presentó por primera vez cuando la
convocaron a la Fiscalía para escuchar la sentencia del
asesino de su hijo.
Al principio sintió "un jarro de agua fría" al saber que lo
iba a ver de frente, pero quedó impactada cuando su propia familia comenzó a
llegar.
"Él era muy
joven, tenía 29 años. A mi lado estaba la mamá y sus dos niños, uno de un año y
otro de seis. Cuando dictaminaron sentencia, lo condenaron a 60 años. Fue
horrible pensar que se iban a quedar toda la vida sin padre, me habría gustado
que le rebajasen la mitad. Fue duro encontrarme con él cara a cara, pero
en el fondo de mi corazón lo había perdonado", relata.
DE
UN CÁRTEL, TATUADO Y CON MULETAS, EN EL RETIRO: "CAYÓ PIDIÉNDOME
PERDÓN"
Años después, habiendo decidido
seguir adelante, Consuelo estaba nuevamente sirviendo en las cocinas de los
retiros de Lazos de Amor Mariano cuando sintió que tenía que dejar
momentáneamente su dedicación para ir a la actividad del perdón, mientras
pensaba en las muchas veces que no había dicho a su hijo lo mucho que le
quería.
Entonces vio a un hombre tatuado, con un cuerpo visiblemente afectado por la droga y muletas. Pronto supo que venía de Medellín y que se
había dedicado a suministrar heroína a los niños. "No
podía ni acercarme, sentía miedo. Cuando salí de la cocina y lo encontré solo,
me acerqué y le pregunté cómo se sentía cuando me miró y me dijo `madre´",
recuerda.
La respuesta le dejó impactada,
pues solo su difunto hijo la llamaba así. Ya con la conversación entablada, le
recomendó que aprovechase el último día de retiro y lo mucho que le habría
gustado que su hijo hubiese podido tener la oportunidad de ir a uno de esos
retiros.
"¿Por
qué?", le preguntó el hombre, sin saber
que había fallecido. "Era hincha del
`nacional´, lo mataron. Se llamaba Rubén", respondió Consuelo. En
ese momento, observó a su interlocutor y le vio blanco y mudo, y sin decir una palabra, se fue.
Extrañada por lo que acababa de
suceder, continuó con la jornada y fue a Misa cuando el director del retiro
llamó a la cocinera para hablar nuevamente con aquel hombre. Cuando llegué,
recuerda, "soltó las muletas y cayó de rodillas
pidiéndome perdón. Me dijo que
era el autor intelectual de la muerte de mi hijo. Entonces pensé en lo
impactante de que el Señor me hubiese sacado antes de la cocina para hablar con
él, porque solo así luego el pudo pedirme perdón".
EL
PERDÓN Y LA SANACIÓN, POSIBLES SOLO CON VIDA DE FE
Los siguientes instantes fueron "impactantes". Consuelo, en una especie
de "nube", sintió estar en una
especie de prueba para comprobar si efectivamente había perdonado. Cuando
reaccionó, todos estaban impactados de ver que tenía al asesino delante suyo: "Le dije que le perdonaba, en mi nombre y en el
de mi hijo. Desde entonces me siento feliz de haberme podido
encontrar con los que lo hicieron".
Años después, Consuelo afirma
que "la herida sigue" pero que su perdón es
total y se dirige a todos aquellos que, como ella,
tardaron años en sanar o aún siguen sin hacerlo.
"Vayan a un
retiro espiritual, ahí es donde uno siente esa sanación y que el Señor y la
Virgen le dan esa oportunidad. Si no se coge el camino espiritual, es
difícil perdonar, pero con vida espiritual, se es capaz de soportarlo todo y
esa vida nos la da la Virgen y el Señor", concluye.
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