Sembrando Esperanza I. Hoy puedes dar una palabra de ánimo, de consuelo y de apoyo, no pierdas la oportunidad de hacerlo, puede marcar la vida de otros.
Por: P. Dennis Doren L.C. | Fuente: Catholic.net
Dickens fue un gran observador de la naturaleza
humana, y me atrevo a decir, que un gran amante del hombre, por ello desvela
con tanta precisión sentimientos y pensamientos ocultos, con los que de alguna
manera uno acaba encontrándose e identificándose.
Es un hecho maravilloso y digno de reflexionar sobre él, que cada uno de los
seres humanos es un profundo secreto para los demás. A veces, cuando entro de
noche en una ciudad, no puedo menos que pensar que cada una de aquellas casas
envueltas en la sombra, guarda su propio secreto; que cada una de las
habitaciones de cada una de ellas encierra, también, su secreto; que cada
corazón que late en los centenares de millares de pechos que allí hay, es, en
ciertas cosas, un secreto para el corazón que más cerca de él late.
Hoy podemos constatar, que en el corazón de nosotros se almacenan muchos
secretos y muchos sentimientos, tal vez hoy te toque dar una palabra de ánimo,
de consuelo y de apoyo, no pierdas la oportunidad de hacerlo, este pequeño acto
de amor y de respeto puede marcar la vida de los otros y tu propia vida.
Un día, cuando era estudiante de secundaria, vi a un compañero de mi clase
caminando de regreso a su casa, se llamaba Kyle. Iba cargando todos sus libros
y pensé: ¿Por qué se estará llevando a su casa
todos los libros el viernes? Debe ser un "empollón".
Yo ya tenía planes para todo el fin de semana, fiestas y un partido de
futbol con mis amigos el sábado por la tarde, así que me encogí de hombros y
seguí mi camino.
Mientras caminaba, vi a un montón de chicos corriendo hacia él. Cuando lo
alcanzaron le tiraron todos sus libros y le hicieron una zancadilla que lo tiró
al suelo. Vi que sus gafas volaron y cayeron al suelo como a tres metros de él.
Miró hacia arriba y pude ver una tremenda tristeza en sus ojos. Mi corazón se
estremeció, así que corrí hacia él mientras gateaba buscando sus gafas. Vi sus
lágrimas correr por el rostro, le acerqué a sus manos sus gafas y le dije: "Esos chicos son unos tarados, no deberían hacer
esto". Me miró y me dijo: "¡Gracias!".
Había una gran sonrisa en su cara; una de esas sonrisas que mostraban
verdadera gratitud.
Le ayudé con sus libros, vivía cerca de mi casa. Le pregunté por qué no lo
había visto antes y me contó que se acababa de cambiar de una escuela privada.
Yo nunca había conocido a alguien que fuera a una escuela privada. Caminamos
hasta casa. Le ayudé con sus libros; parecía un buen chico. Le pregunté si
quería jugar al futbol el sábado conmigo y mis amigos, y aceptó.
Estuvimos juntos todo el fin de semana. Mientras más conocía a Kyle, mejor nos caía,
tanto a mí como a mis amigos.
Llegó el lunes por la mañana y ahí estaba Kyle, con aquella enorme pila de
libros de nuevo. Me paré y le dije: "Hola, vas
a sacar buenos músculos si cargas todos esos libros todos los días", se
rió y me dio la mitad para que le ayudara.
Durante los siguientes cuatro años, nos convertimos en los mejores amigos.
Cuando ya estábamos por terminar la secundaria, Kyle decidió ir a la
Universidad de Georgetown y yo a la de Duke. Sabía que siempre seríamos amigos,
que la distancia no sería un problema. Él estudiaría medicina y yo
administración, con una beca de futbol.
Llegó el gran día de la Graduación, él preparó el discurso; yo estaba feliz de
no ser el que tenía que hablar y Kyle se veía realmente bien. Era uno de esas
personas que se había encontrado a sí mismo durante la secundaria, había
mejorado en todos los aspectos, se veía bien con sus gafas; tenía más citas con
chicas que yo, y todas lo adoraban. ¡Caramba! Algunas
veces hasta me sentía celoso... hoy era uno de esos días.
Pude ver que él estaba nervioso por el discurso, así que le di una palmadita en
la espalda y le dije: "Vas a estar genial,
amigo". Me miró con una de esas miradas (realmente de
agradecimiento) y me sonrió: "Gracias", me
dijo. Limpió su garganta y comenzó su discurso:
"La graduación es un buen momento para dar
gracias a todos aquellos que nos han ayudado a través de estos años difíciles:
tus padres, tus maestros, tus hermanos, quizá algún entrenador..., pero
principalmente, a tus amigos. Yo estoy aquí para decirles que ser amigo de
alguien es el mejor regalo que podemos dar y recibir y, a este propósito, les
voy a contar una historia". Yo miraba a mi amigo incrédulo cuando
comenzó a contar la historia del primer día que nos conocimos.
Aquel fin de semana él tenía planeado suicidarse. Habló de cómo limpió su
armario y por qué llevaba todos sus libros con él: para
que su madre no tuviera que ir después a recogerlos a la escuela. Me
miraba fijamente y me sonreía. "Afortunadamente
fui salvado. Mi amigo me salvó de hacer algo irremediable". Yo
escuchaba con asombro cómo este apuesto y popular chico contaba a todos ese
momento de debilidad.
Sus padres también me miraban y me sonreían con esa misma sonrisa de gratitud.
En ese momento, me di cuenta de lo profundo de sus palabras: "Nunca subestimes el poder de tus acciones: con un
pequeño gesto, puedes cambiar la vida de otra persona, para bien o para mal.
Dios nos pone a cada uno frente a la vida de otros para impactarlos de alguna
manera".
"Los amigos son ángeles que nos llevan en sus brazos cuando nuestras alas
tienen problemas para recordar cómo volar". Hay personas que se
dedican a iluminar las vidas de otros con su alegría y su cariño, y eso a veces
vale mucho.
Muchas veces omitimos hacer el bien, porque nos da pena, nos asusta el qué
dirán; y esa acción y omisión, puede determinar el futuro de una persona, no
pierdas la oportunidad...
P. Dennis Doren LC
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