¿Qué actitudes implica la filialidad? confianza, obediencia y entrega filiales.
Por: P. Nicolás Schwizer | Fuente: Retiros y
homilías del Padre Nicolás Schwizer
¿Qué actitudes implica la
filialidad? Me parece que son, fundamentalmente, tres actitudes
frente al Padre Dios: confianza, obediencia y
entrega filiales.
1. LA CONFIANZA FILIAL.
Dios es un Padre todopoderoso. Esta afirmación teológica despierta en mí la actitud de confianza. Es la experiencia del
niño que sabe confiar ciegamente en sus padres. Y lo hace instintivamente, sin
demasiada reflexión; es su experiencia original. Por eso se siente tan seguro y
cobijado y vive tranquilo y feliz su vida.
Lo que en el niño es espontáneo, nosotros los
adultos hemos de reconquistarlo si queremos tener alma de niño. Lo que el niño
presupone de sus padres naturales, el hombre filial lo reconoce en el Padre
celestial. Por eso, el Padre José Kentenich, Fundador del Movimiento Apostólico de Schoenstatt, procura conducirnos a la
confianza filial: “Mi esfuerzo personal, respecto a
toda la Familia, es que lleguemos a ser héroes de la confianza”.
Él suele ilustrar esta confianza heroica con la imagen del hijo del marinero.
Este, aun teniendo conciencia del peligro en alta mar, no desespera sino que
permanece tranquilo, porque sabe que su padre está al timón. Es esta convicción
la que hemos de reconquistar: “El Padre tiene en
sus manos el timón, aunque yo no sepa el destino ni la ruta” (Hacia el
Padre, 399). Cuando así le entregamos al Padre Dios la conducción de nuestra
vida, entonces renace la seguridad existencial. Es la “seguridad
del péndulo” que permanece firmemente agarrado desde arriba.
El Padre es la roca inconmovible, la tranquilidad del hijo, en medio de los
vaivenes de la vida. “El niño todo lo vence
mediante la confianza” (Dios mi Padre, 223), afirma el Padre José
kentencih.
La infancia espiritual consiste, en este contexto, en una fe sencilla en la
Divina Providencia que nos hace ver presente, detrás de todos los
acontecimientos de la vida, una mano paternal y bondadosa. Filialidad no es
evasión de responsabilidades, sino protagonismo histórico y creador. Es
compartir responsabilidades con el Padre, luchar por un mundo digno de Él.
2. LA OBEDIENCIA FILIAL. La verdadera filialidad es, en
segundo lugar, docilidad, sumisión a la voluntad de Dios, obediencia al Padre.
A partir de Jesús y siguiendo sus huellas, “el
hombre filial sabe que su obra es grande sólo en la medida en que corresponde
al deseo del Padre” (Dios mi Padre, 319).
Es preguntarle, en cada caso: Padre, ¿qué te agrada
más? La obediencia le confiere a la infancia espiritual, vitalidad y
heroísmo; la hace exigente y educadora. Porque la verdadera imagen del Padre
encierra no sólo bondad, sino también fuerza. Dios Padre puede causarnos dolor,
para asemejarnos más a su Hijo Unigénito. Pero es siempre el amor que lo
impulsa a imponernos severas exigencias.
3. EL AMOR FILIAL. “Los santos afirma el
Padre Kentenich se hicieron santos a partir del momento en que comenzaron a
amar, y comenzaron a amar sólo cuando se creyeron, se supieron y se sintieron
amados por Dios” (Dios mi Padre, 248. J. Kentenich).
Nuestro amor ha de volver a ser como el amor de los niños. Debemos dejar de
lado nuestros enredos y complicaciones de adultos y aprender a amar con
sencillez. Debemos
sacarnos nuestras máscaras de falsa grandeza y autosuficiencia y entregarnos
con humildad sincera. Debemos pasar de un amor racional y calculador a un amor
espontáneo y cálido. Esta simplicidad, autenticidad y espontaneidad en la
entrega, cautiva el amor del Padre y lo atrae irresistiblemente.
Por eso ha de crecer y purificarse nuestro amor. El amor primitivo gira en
torno al propio yo y sus intereses. En cambio, el amor filial maduro gira en
torno al Padre y su voluntad. Y eso requiere de una permanente autoeducación,
de una lucha diaria constante, de renuncias y entregas heroicas. Pero sabemos
que es el único camino para cambiar y hacernos como los niños, y así poder
entrar al Reino del Padre eterno.
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