Luchar contra vicios relativos al ámbito de la sexualidad no es sencillo. Vicios como la masturbación, la pornografía o la promiscuidad sexual son muy difíciles de abandonar, y dejarlos toma su tiempo. De hecho, Santo Tomás de Aquino dice que para evitar estos comportamientos hay que esforzarse mucho, porque se trata de una lucha que se da en nuestro interior, y el enemigo que está dentro de casa es el más difícil de vencer.
Frente a esto, me gustaría
dejarles cuatro consejos que nos da Santo Tomás de Aquino en su Comentario a
los 10 mandamientos para luchar contra estos vicios.
1. HUYE DE LAS
OCASIONES DE PECADO
El primer consejo que
nos da es el de huir de todo aquello que puede ser ocasión para cometer el
pecado. Esto implica que trabajemos a fondo sobre nuestro entorno, pues cuando
hablamos de esta clase de vicios, nuestra voluntad se encuentra muy debilitada
y hay que ayudarla. Si frente a la tentación se nos hace muy difícil resistir,
debemos mantener la tentación alejada.
Para hacerlo, es importante
cuidar las personas que frecuentamos, las cosas que vemos, la música que
escuchamos, los contenidos que consumimos en Internet, las personas a las que
seguimos en las redes, etcétera.
Debemos identificar aquellos
factores que nos hacen caer y eliminarlos de nuestro entorno. Es fundamental
también ser conscientes de los estados de ánimo que nos
pueden hacer más propensos a realizar esos actos, como la tristeza, el estrés,
la depresión, etcétera. Y cuando
estos se presenten, tener mucho más cuidado para alejarnos de aquello que
desencadena la secuencia con la que terminamos cayendo.
Finalmente, si se trata de
pecados que cometemos habitualmente con nuestra pareja, resulta fundamental
evitar las situaciones que nos llevan a cometerlos. Si esto nos resulta muy
difícil o no estamos dispuestos a hacerlo, debemos plantearnos si realmente nos
hace bien seguir en esa relación.
2. RENUNCIA A CIERTOS PLACERES FÍSICOS
Para explicar el segundo y el
tercer consejo, Santo Tomás presenta una comparación. Si un amigo nuestro se
está peleando con un desconocido y quisiéramos ayudarlo, le negaríamos nuestro
tu apoyo al desconocido para dárselo a nuestro amigo.
Llevado esto al ámbito de la
sexualidad, el Aquinate dice que en estos pecados se presenta una lucha entre
el espíritu y el cuerpo. El cuerpo nos tensiona a realizar ciertos actos casi
como una necesidad, mientras que nuestro espíritu trata de resistir a esos
deseos, a veces en vano. Lo que hay que hacer, por decirlo así, es debilitar
los deseos del cuerpo y fortalecer, en cambio, el espíritu.
De ahí que el segundo consejo
consiste en castigar esos deseos renunciando a ciertos placeres. Y aquí es
importante que la renuncia se dé de preferencia respecto de bienes que
proporcionen un placer al cuerpo, porque ese es el ámbito en el cual se
producen las tentaciones propias de la sexualidad —aunque esto no debe tomarse
como una regla que no admita excepciones—.
Algunos ejemplos pueden ser el
abstenerse de comer ciertos alimentos que uno disfrute mucho, o hacerse el
propósito de levantarse apenas suena el despertador en vez de quedarse
marmoteando en la cama. Y en ámbitos que no se limitan
únicamente a lo físico, abstenerse de jugar algún videojuego, o evitar escuchar
algún tipo de música que uno disfrute mucho.
Es importante que esta
renuncia realmente suponga una dificultad, porque se trata de una lucha que
busca debilitar a ese enemigo interior. Enemigo que no es el cuerpo —es importante
recalcarlo—, sino los vicios que en se han instalado en nosotros y que miran a
la satisfacción de deseos corporales
3. DEDÍCATE A LA ORACIÓN
Si el segundo consejo apunta a
debilitar esos deseos que brotan del cuerpo, este tercer
consejo apunta a fortalecer el espíritu,
y consiste en dedicarle más tiempo a la oración. Una oración de 30 segundos
cuando estamos metidos en la cama de noche, con sueño, antes de dormir, no nos
va a ayudar a fortalecer el espíritu.
Por eso, es importante
dedicarle un momento del día a la oración, ya sean 10, 15 minutos o media hora.
Y aprovecharlos para meditar la Palabra de Dios, o rezar el Rosario, o rezar la
Liturgia de las Horas, o incluso ir a adorar al Santísimo. Es bueno recordar
que ir a misa y comulgar al menos los domingos y confesarse frecuentemente es
fundamental.
Uno dirá que estas son muchas
cosas, pero es importante que estas se vean en el marco de una lucha contra
vicios que pueden haber adquirido mucha fuerza en nosotros, lo cual hace que
sea necesaria una gran fortaleza en nuestro espíritu para hacerles frente.
4. OCUPA BIEN TUS TIEMPOS
Finalmente, el cuarto consejo
que da Santo Tomás es el de ocupar bien nuestro tiempo. En efecto, el deseo de
recurrir a ciertos comportamientos aflora con más intensidad cuando no tenemos
nada que hacer. Por eso ayuda mucho mantenernos en alguna actividad.
Ahora bien, no se trata de ocupar nuestro tiempo de cualquier manera,
porque podemos estar tratando de combatir un vicio instalando otro si eso que
hacemos no es algo bueno. Debemos buscar actividades que nos enriquezcan, que
nos plenifiquen, que nos permitan explotar nuestros gustos y talentos y nos
ayuden a florecer en cuanto seres humanos.
Hacer deporte, entrar a un
grupo de baile, aprender pintura o a tocar un instrumento musical, son cosas
que sin duda pueden ayudar. Y Santo Tomás recomienda en este punto aprovechar
nuestro tiempo libre en la lectura y estudio de la Sagrada Escritura.
Finalmente, recordemos que así como los vicios toman su tiempo en formarse, requieren tiempo también
para desaparecer. Por eso, estas luchas contra nuestros vicios no se
ganan en lo inmediato, y uno tiene que estar preparado para sostener sus
esfuerzos en el tiempo y no desanimarse si uno no ve resultados de partida. Y
si en este proceso hay caídas, se debe recordar que uno no pierde todo lo que
venía avanzando. Hay que confesarse, levantarse y seguir andando.
Nuestro autor dirige un proyecto llamado Ama
Fuerte (www.amafuerte.com) donde
puedes encontrar más contenidos sobre este tema.
Escrito por: Daniel Torres Cox
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