Sembrando Esperanza II. El día en que reconozcas a Dios en todas las pequeñas cosas que te ocurren en tu vida, ese día comprenderás que no necesitas más milagros.
Por: P. Dennis Doren L.C. | Fuente: Catholic.net
La vida es un milagro, tú eres un milagro; sin
embargo, no contentos y convencidos de ello, estamos pidiendo más y más.
Realmente no hay peor ciego que el que no quiera ver, abre los ojos de tu
corazón y deja de pedirle a Dios más pruebas. El estupor y la admiración deben
de acompañarnos paso a paso, solo así verás la mano de Dios que no deja de
soplar sobre ti, en ese soplo de amor está el milagro que es tu vida.
Tres personas iban caminando por la vereda de un bosque: un sabio con fama de hacer milagros, un poderoso
terrateniente del lugar y, un poco atrás de ellos y escuchando la conversación,
iba un joven estudiante que era alumno del sabio.
Terrateniente: -"Me han dicho en el pueblo
que eres una persona muy poderosa, inclusive, que puedes hacer milagros".
Sabio: -"La verdad, soy una persona
vieja y cansada, ¿cómo crees que yo podría hacer milagros?"
Terrateniente: -"Pero me han dicho que
sanas a los enfermos, haces ver a los ciegos y vuelves cuerdos a los locos,
esos milagros solo los puede hacer alguien muy poderoso".
Sabio: -"¿Te referías a eso?, tú lo has
dicho, esos milagros solo los puede hacer alguien muy poderoso, no un viejo
como yo; esos milagros los hace Dios, yo solo pido que se conceda un favor para
el enfermo o para el ciego, y todo el que tenga la fe suficiente en Dios puede
hacer lo mismo".
Terrateniente: -"Yo quiero tener la misma
fe para poder realizar los mismos milagros que tú haces, muéstrame un milagro
para poder creer en tu Dios".
Sabio: -"A ver, esta mañana, ¿volvió a
salir el sol?"
Terrateniente: -"¡Sí, claro que sí..!"
Sabio: -"Pues ahí tienes un milagro, el
milagro de la luz".
Terrateniente: -"¡No!, eso no, lo que yo
quiero ver es un verdadero milagro, oculta el sol, saca agua de una piedra, es
más, mira, ahí hay un conejo herido junto a la vereda, tócalo y sana sus
heridas".
Sabio: -"¿Quieres un verdadero
milagro?,¿no es verdad que tu esposa acaba de dar a luz hace algunos
días?"
Terrateniente: -"¡Sí!, fue varón y es mi
primogénito".
Sabio: -"Pues ahí tienes un segundo
milagro, el milagro de la vida".
Terrateniente: -"Sabio, tú no me entiendes,
quiero ver un verdadero milagro".
Sabio: -"¿Acaso no estamos en época de
cosecha, no hay trigo y sorgo donde solo hace unos meses nada más había
tierra?"
Terrateniente: -"Sí, igual que todos los
años".
Sabio: -"Pues ahí tienes un tercer milagro".
Terrateniente: -"Creo que no me he explicado lo
que quiero"
Sabio: -"Te has explicado bien, solo
que yo ya hice lo que podía hacer por ti; si lo que encontraste no es lo que
buscabas, lamento desilusionarte, yo he hecho todo lo que podía hacer".
Y dicho esto, el poderoso terrateniente se retiró muy desilusionado por no
haber encontrado lo que buscaba, y entonces el sabio y el alumno se quedaron
parados en la vereda. Cuando el poderoso terrateniente iba ya tan lejos como
para no ver lo que hacían el sabio y el alumno, el sabio se dirigió hacia la
orilla de la vereda, tomó el conejo herido, sopló sobre él y entonces sus
heridas quedaron curadas.
EL JOVEN ESTABA ALGO DESCONCERTADO.
Joven: - "Maestro, te he visto hacer
milagros como este casi todos los días, ¿por qué te negaste a mostrarle uno al
terrateniente?, ¿por qué lo haces ahora que él no puede verlo?".
Sabio: -"Lo que él buscaba no era un
milagro, sino un espectáculo, mostré 3 verdaderos milagros y no pudo verlos.
Para ser rey, primero hay que ser príncipe; para ser maestro, primero hay que
ser alumno; así que no puedes pedir grandes milagros si no has aprendido a ver
y, sobre todo, a valorar los pequeños milagros que se te muestran día a día. El
día en que reconozcas a Dios en todas las pequeñas cosas que te ocurren en tu
vida, ese día comprenderás que no necesitas más milagros que los que Él te da
todos los días, sin que tú se los hayas pedido".
Cuando estés o te sientas
en problemas, pídele a Dios la cordura para pensar claramente; la paciencia
necesaria para mantenerte tranquilo y actuar bien; la fortaleza necesaria para
afrontar los retos; y la fe suficiente para seguirlo amando sin importar lo que
pase. Pídele esos milagros.
P. Dennis Doren LC
No hay comentarios:
Publicar un comentario