EL CORAZÓN INMACULADO DE MARÍA ES LA ESPERANZA DEL MUNDO, TAL COMO ELLA MISMA PROCLAMÓ EN FÁTIMA. IMAGEN DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN EN LA PARROQUIA DE SANT PERE OCTAVIÀ EN EL MONASTERIO DE SANT CUGAT DEL VALLÈS (BARCELONA). FOTO: ALBERT CORTINA.
Preocupado por la grave situación en Ucrania y también en Rusia, en estos
tiempos de densa oscuridad para el mundo entero, siguen impactándome las
vibrantes imágenes de aquel 25 de marzo de 1984, festividad
de la Anunciación del Señor a la Virgen, cuando el Papa Juan Pablo II consagró el mundo al Corazón Inmaculado de María desde
la plaza de San Pedro del Vaticano.
Con voz potente y solemne, San
Juan Pablo II se dirigía a María con una
oración que invito a los lectores a rezar en comunión y con confianza.
De este modo, recordando el mandato pronunciado por la Virgen en su tercera aparición en Fátima el
año 1917 -poco antes del
triunfo de la revolución bolchevique y de que Lenin se alzase como presidente
de la Unión Soviética, promoviendo el ateísmo y el materialismo, base del
marxismo teórico que se expandió por todo el mundo-, el Santo Padre Juan
Pablo II, en unión espiritual con los obispos del mundo, confió a todos los hombres y mujeres y a todos los pueblos al
Inmaculado Corazón de María, aunque no pronunció
explícitamente el nombre de Rusia, tal y como lo pidió la Virgen, posiblemente
por motivos diplomáticos humanos y no naturales, ajenos totalmente a la
voluntad del Papa.
LA
CONSAGRACIÓN SECRETA EN EL CORAZÓN DE MOSCÚ
Recientemente he sabido de un
hecho coincidente que, al menos para mí, resultaba desconocido. Ese mismo día
25 de marzo de 1984, en el Kremlin, un obispo eslovaco enviado de Madre Teresa de Calcuta, después de celebrar clandestinamente
la Santa Misa, consagraba secretamente Rusia al Corazón Inmaculado de María
rezando una oración que escondía entre las páginas del diario soviético Pravda.
Parece ser que, en el mismo
instante en que San Juan Pablo II consagraba el mundo a la Virgen,
monseñor Pavel Hnilica -que había viajado a Moscú a petición de la
Madre Teresa de Calcuta-, se unía a la consagración del Santo Padre en Roma
poniendo de manifiesto la inclusión de Rusia en dicha consagración.
Madre Teresa, eslava como era, y
habiendo vivido muy de cerca el comunismo, tenía un deseo inmenso de trabajar
espiritualmente por la conversión de Rusia.
Familiarizada con el mensaje de la Virgen de Fátima que nos expresa, con
esperanza, que Rusia se convertiría si se consagraba a su Inmaculado Corazón y
que finalmente este triunfaría frente al mal, rezaba intensamente por esa
intención. Por dicho motivo, Santa Teresa de Calcuta pidió a monseñor Hnilica
que, al consagrar Rusia al Corazón Inmaculado de María, depositara una Medalla Milagrosa en el Kremlin. ¡Aquello resultaba una autentica osadía!
Monseñor Maasburg, que acompañó a monseñor Hnilica en ese viaje, relata
los detalles de estos hechos en su libro La Madre Teresa de Calcuta: un
retrato personal.
El autor del libro cuenta que
según lo acordado, cuando el Santo Padre comenzó la ceremonia de consagración
del mundo al Inmaculado Corazón de María el 25 de marzo, monseñor
Hnilica, estando en el Kremlin como un simple turista,
después de visitar la fortaleza, empezó a orar mientras buscaba un lugar oculto
en el que colocar la Medalla Milagrosa que le había dado la Madre Teresa de
Calcuta.
Finalmente decidió colocarla bajo
el antiguo trono de piedra denominado Sitio del Patriarca que se encuentra en la catedral de la Asunción (también
denominada de la Dormición de la Madre de Dios),
y que era utilizado en las ceremonias religiosas en los tiempos del imperio de
los zares. A su vez, rezó para que el Patriarca de Moscú pudiese volver a
celebrar ritos religiosos en aquel lugar.
Cabe destacar que a la muerte de Primen I en
1990, Alexis II fue
elegido como 15º Patriarca de Moscú y de todas las Rusias y por tanto, máximo
líder de la iglesia ortodoxa rusa, meses antes de la disolución de la Unión
Soviética el 8 de diciembre de 1991, festividad de la Inmaculada Concepción. En
esa fecha tan significativa desde el punto de vista mariano, se firmó el
Tratado de Belavezha por parte de los presidentes de las repúblicas soviéticas
de Rusia, Ucrania y Bielorrusia y se reemplazó la URSS por una forma de unión
voluntaria conocida como la Comunidad de Estados Independientes. Ese mismo año,
el Patriarca Alexis II pudo celebrar de nuevo la liturgia solemne
en la Catedral de la Asunción.
El autor del libro antes citado
cuenta como monseñor Hnilica, estando solo y en la intimidad con Dios, se
recogió y celebró la Santa Misa en secreto en la Catedral de la Asunción aquel 25 de
marzo de 1984. Utilizó un pedazo de pan y un poco de vino que traía consigo y
recitó la consagración de memoria. Era un acto significativo ya que se
celebraba la Santa Misa en aquel lugar sagrado, después de 76
años sin haberse celebrado.
El mundo debía liberarse de sus
ataduras y descubrir la verdadera libertad y así lo hizo, cuando cinco años
después de la consagración del mundo efectuada por el Papa Juan Pablo II, el bloque del Este se vino abajo.
Sin embargo, a la vista de los
terribles acontecimientos que estamos viviendo actualmente en Europa y en el
resto del mundo, así como los sucesos que pueden irse desarrollando en las
próximas semanas, cabe preguntarse si fue suficiente la consagración en la
Plaza de San Pedro de Roma respecto a la conversión de Rusia y al inicio de un
tiempo de paz para la humanidad, dado que para
algunos expertos dicho acto de consagración resultó incompleto según el mandato de la Virgen de Fátima.
Por otro lado, estoy plenamente
convencido de que aquella Medalla Milagrosa que la Madre Teresa de Calcuta
quiso introducir en la URSS a través de un sencillo acto de
consagración realizado con valentía por monseñor Hnilica, y que tuvo un gran
valor espiritual al realizarse en la catedral de la Asunción de Moscú aquel 25
de marzo de 1984 simultáneamente al acto de consagración al mundo en Roma, se
ha multiplicado en millones de reproducciones de
dicha medalla durante estas
décadas y ha derramado y sigue derramando sus gracias y bendiciones a los
rusos, a los ucranianos y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad que
se han puesto bajo la protección de la Santísima Virgen María. Así lo he
entendido hoy cuando he visto unas imágenes en televisión que mostraban a
una madre ucraniana que
huía junto a sus hijos de la guerra y que llevaba en su muñeca la Medalla
Milagrosa.
CONSAGRACIÓN
DE RUSIA Y UCRANIA AL INMACULADO CORAZÓN DE MARÍA
El Papa Francisco, ante el cariz tan grave que
están tomando los acontecimientos en Ucrania, en Rusia y en el mundo entero,
que podrían llevarnos a una Tercera Guerra Mundial, tiene prevista la
consagración de Rusia y Ucrania al Inmaculado Corazón de María para el
próximo 25 de marzo a las cinco de la tarde en la Basílica
de San Pedro, coincidiendo con la fecha en la que el Papa Juan Pablo
II consagró al mundo en 1984.
Simultáneamente, el mismo día y a
la misma hora realizará dicha consagración el cardenal Krajewski en Fátima
como enviado especial del Santo Padre.
El 2 de marzo pasado, los obispos
católicos de rito latino en Ucrania pidieron al obispo de Roma que consagrase
públicamente a ambos países al Inmaculado Corazón de María. La duda era si
Francisco realizaría dicha consagración tal y como lo pidió la Virgen en Fátima
en 1917, es decir, en comunión espiritual con
todos los obispos del mundo, o si
dicho acto, que se realizará penitencialmente en tiempo de Cuaresma de este año
2022, llega demasiado tarde para que se realice de este modo.
No obstante, por lo que ha
expresado recientemente el nuncio apostólico en los Estados Unidos,
monseñor Christophe Pierre, el Papa Francisco
tiene la intención de invitar por carta a todos los
obispos del mundo, o equivalente en derecho, junto con sus
sacerdotes, a participar en este acto de consagración, si es posible, a
la hora correspondiente a las 17:00 hora de Roma.
Cabe recordar que el Papa
Francisco ya realizó una consagración
del mundo a la protección de la Virgen de Fátima, que fue llevada a Roma desde su santuario en
Portugal, ante unas cien mil personas presentes en la Plaza de San Pedro el 13
de octubre del año 2013.
SOY
TODO TUYO, MARÍA: SAN LUIS MARÍA GRIGNION DE MONTFORT
El Papa Pío X,
en su encíclica sobre la devoción a la Santísima Virgen de 2 de febrero de
1904 Ad Diem Illud Laetissimum en
recuerdo de la declaración del dogma de la Inmaculada Concepción, ya nos
ofreció una receta maravillosa para estos tiempos de gran tribulación: “No hay camino más seguro y más fácil que
María para unir a todos los hombres con Cristo”.
Por otro lado, Juan Pablo
II declaro en varias ocasiones que la lectura del Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen
María escrito por San
Luis María Grignion de Montfort fue decisiva en su
vida. Una verificación de este hecho es que tomó como lema papal una expresión
que aparece en el texto sobre la Consagración
total a María. Método de los 33 días según San Luis María Grignion de Montfort: “Totus
tuus ego sum et omnia mea tua sunt, Accipio te in mea omnia. Praebe
mihi cor tuum María!” [“Soy todo tuyo y todo lo mío es tuyo. Te recibo como
mi todo. ¡Dame tu corazón, oh María! Todo tuyo”].
Y es que en estas circunstancias
tan dramáticas para la paz mundial y para la supervivencia de la fe en Nuestro
Señor Jesucristo, tanto en los tiempos presentes como en el mundo que se
avecina, resulta más necesario que nunca realizar por
primera vez o renovar la consagración mariana tanto personal, como de nuestras familias, parroquias,
movimientos apostólicos y congregaciones religiosas.
Este sencillo y humilde gesto
supone la total consagración a Jesús a través de la Santísima Virgen María y
consiste en un acto libre y voluntario donde ofrecemos toda nuestra persona y
nuestra vida, y nos entregamos por entero, en cuerpo y alma, a la Madre de Dios
que es también Madre nuestra, para que a través de ella el
Espíritu Santo nos transforme conforme a la imagen de Jesús.
Cuando María nos ve a cada uno de
nosotros, sus hijos, nos mira con amor, anhelando el momento en el que
libremente le digamos: “Madre, soy todo tuyo, te
pertenezco, fórmame como lo hiciste con Jesús, protégeme del Maligno, llévame
al Paraíso”.
Les invito pues a leer el
libro Tratado de la verdadera devoción a la
Santísima Virgen que me
recomendaron la hermana Teresa María y la hermana Isabel en una reciente visita al Hogar de la Madre
en Cantabria (España), conversando precisamente sobre la esperanza en el
triunfo final del Inmaculado Corazón de María.
Y les pido que nos unamos a
la fórmula
de consagración mariana del Papa Juan Pablo II para que humildemente oremos por la paz en
nuestro mundo y por el aumento de la fe, la esperanza y el amor en nuestros
corazones.
Por: Albert Cortina
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