«La Pandemia silenciosa» Nuestros amigos de Catholic Stuff nos regalan un nuevo video con un tema bastante importante para esta época. «¡Despierta: estamos en una pandemia silenciada! El Virus de la Impureza y la Lujuria (VIL) está haciendo estragos en todo el mundo y nadie le presta atención…»
UNA PANDEMIA SILENCIOSA
Lo «nuevo normal» está
acarreando una multitud de diversas corrientes y situaciones que no son sanas.
Al aceptarlos como la nueva normalidad, aceptamos que es lo correcto, en una
suerte de post verdad.
La proliferación de la lujuria
y las corrientes impuras por los medios de comunicación social, las redes
sociales y demás medios, ha propiciado que este «virus» tenga un grado de
contagio tan alto, que ya pasa por desapercibido.
Es cada día más alarmante la
cantidad de niños y jóvenes que acceden a la pornografía en sus ordenadores o
dispositivos móviles. Más preocupante aún, la cantidad de personas que
consultando cualquier tema o visitando redes sociales se encuentran con propaganda,
banners que les llevan a páginas con contenido censurado.
Hoy más que nunca se hace
necesaria una vigilancia atenta que permita evitar caer en las redes de esta
tendencia. También es necesaria una actitud realista que nos permita corregir
estos comportamientos y una disposición generosa para ayudar a quienes buscan
salir de estas situaciones que incluso les roba la vida.
CÓMO COMBATIR LA IMPUREZA Y LA LUJURIA
Creo que el primer paso
consiste en reconocer el problema, ser objetivos con nosotros mismos y
reconocer cuando hemos caído en esta red. Descubrir sus síntomas y
consecuencias como la pereza espiritual, el aburrimiento, la falta de paz, el
desánimo, la adicción que crece progresivamente, el aislamiento, la
cosificación de las demás personas.
Luego de reconocer la
dificultad, la primera herramienta es la confesión y la oración que comprende
el pedir a Dios su perdón y la gracia de
la fortaleza para vivir las virtudes cristianas en camino hacia la
santidad.
Orar íntimamente, pedir la
fuerza del Espíritu para lograr superar las pasiones, acudir al amparo maternal
de la Virgen María, pedir intercesión a San José… y, sin vergüenza ni temor,
buscar la ayuda de un director espiritual idóneo que nos ayude a caminar cada
vez más firmes, pues debemos reconocer que solos no podemos, necesitamos de la
ayuda fraterna.
Una vida Eucarística,
sacramental, de meditación de la Palabra, es una vida que diariamente se
purifica y da pasos firmes hacia la unidad con el Padre, es decir, la santidad.
NO TENGAS MIEDO
Esta ola de impureza y lujuria
ha venido creciendo y para ello se sirve del miedo de hablar del tema. Muchas
veces se siente vergüenza, es difícil reconocer que necesitamos ayuda. Suele
aparecer la división familiar. Otras veces es imposible ser capaz de reconocer
que se tiene un problema porque «todo el mundo lo
hace».
El cristiano está llamado a no
tener miedo, a no tener vergüenza para afrontar estos temas, pues de ello depende
la salvación de muchas generaciones. Y a salir al encuentro de quienes lo
necesitan sin juzgar.
No se trata de reprimir la
sexualidad, sino de educar la vida sexual por medio de una purificación propia
que nos encamina a la castidad que como dice el Catecismo de la Iglesia
Católica en el numeral 2337.
La castidad «significa la integración lograda de la sexualidad en la
persona, y por ello en la unidad interior del hombre en su ser corporal y
espiritual. La sexualidad, en la que se expresa la pertenencia del hombre al
mundo corporal y biológico, se hace personal y verdaderamente humana cuando
está integrada en la relación de persona a persona, en el don mutuo, total y
temporalmente ilimitado del hombre y de la mujer. La virtud de la castidad, por
tanto, entraña la integridad de la persona y la totalidad del don»
Vivir la virtud de la castidad
en la soltería y en el matrimonio, ayudará a tener un verdadero control de sí
mismos, un conocimiento pleno de la persona y de esta manera, un amor sincero,
limpio, puro, desinteresado entre todos los hombres.
LA LUJURIA Y LA IMPUREZA NOS COSIFICA
¿Te has puesto a
pensar que este «virus» hace que nos valoremos cada vez menos?, además de hacernos esclavos de
una serie de actos y actitudes que solo nos regalan un pseudo placer que se
convierte en desánimo, pesadez, pereza espiritual…
Además de todo esto, la falta de pureza nos hace imposible el ser feliz de verdad y el amar
con certeza. Estos actos nos mueven, hasta de
manera inconsciente, a ver a los demás como objetos de mi propio placer, cosas,
no personas y esta actitud utilitarista es todo menos cristiana, y mucho menos
humana.
Este utilitarismo no es
únicamente con los demás, sino con nosotros mismos, pues cada vez nos hace ser
más superficiales y poco realistas, llevándonos a vivir en la «corriente» en la que nos ha adentrado para que
así como en medio de un letargo, olvidemos la grandeza de luchar por la pureza,
pues en definitiva, nuestro cuerpo es templo de Dios y, por tanto, debe ser un
templo hermoso, cuidado, embellecido.
No tengamos miedo de caminar
hacia la castidad, no tengamos vergüenza de hablar de castidad y pureza, es
nuestra misión y de ellos depende la salvación de muchos. Ánimo que se puede.
Escrito por: Mauricio Montoya
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