lunes, 20 de diciembre de 2021

CUANDO SOLO HAY LA POSIBILIDAD DE FAVORECER AL MAL MENOR O INHIBIRSE Y DEJAR QUE EL MAL MAYOR TRIUNFE

 Ayer y hoy he estado viendo el primer capítulo de este magnífico documental sobre los últimos años de Pinochet:

https://www.youtube.com/watch?v=PRsEBzCuH70

Todo dictador tiene que saber que, desde la moral católica, ya no solo el asesinato, sino la mera prisión injustificada de un ciudadano es pecado grave. No permitir la libertad de expresión o los derechos políticos es pecado grave.

Un dictador no es responsable de aquello que no sabía que estaba sucediendo o no lo pudo evitar; pero si no fue así, es responsable ante Dios y ante la ley humana. El caos, el desorden, la anarquía no justifican los pecados graves.

El rey Carlos I de Inglaterra, cuando supo que iba a ser decapitado, siempre afirmó que su muerte era un castigo de Dios por haber cedido a las presiones para ordenar la muerte de un inocente unos años antes.

La dictadura chilena y argentina fueron dictaduras inicuas. No conozco bien el resto de dictaduras militares hispanoamericanas. Pero para todas ellas vale mismo: nunca se puede encarcelar al inocente. Mucho menos matarlo o torturarlo. En estas materias no hay margen de comprensión. El dictador es culpable de lo que ordena o de lo que permite.

La moral católica es muy clara y nítida a este respecto, sin contar que la misma suspensión de una democracia es uno de los actos más graves que se pueden cometer contra el bien común, el bien de los ciudadanos. Los capellanes, los confesores, los laicos cristianos que estén alrededor de esos generales deben dejar bien clara la luminosa moral católica ya desde antes de que se produzca un alzamiento, sin ambigüedades; sin temor a pensar: “Si le digo la verdad, no querrá hablar más conmigo y perderé toda influencia sobre él”.

Qué tremenda responsabilidad ser sacerdote amigo de un general en esas circunstancias.

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Todo esto nos lleva a interesantes preguntas acerca de los límites de la democracia, acerca de si hay que regular los estados de excepción absoluta, a qué hacer cuando solo hay posibilidad de escoger entre un dictador u otro. Según respondamos a estas preguntas, las consecuencias son unas u otras.

P. FORTEA

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