domingo, 19 de diciembre de 2021

PECADO PREGUNTAR

 Contaban de un pobre rabino, de justas luces y escasos conocimientos, que, tras sus explicaciones de los libros sagrados, ante cualquier pregunta incómoda, simplemente respondía: “pecado preguntar".

Ayer conocimos la respuesta del santo padre a las dubia que sobre “Traditionis custodes” se le presentaron el pasado 4 de diciembre. Dos semanas escasas.

Las comparaciones son tan odiosas como inevitables, porque todos hemos recordado que el 19 de septiembre de 2016 los cardenales Brandmuller, Burke, Caffarra y Meisner presentaron al santo padre unas dubia sobre Amoris Laetitia sin que a fecha de hoy hayan recibido respuesta. Más aún, el 25 de abril de 2017 solicitaron una audiencia al santo padre sin más fecha que el silencio.

Unas dubia en quince días. Para otras no hay tiempo en cinco años. Simplemente curioso. No creo que se pueda tachar de falta de respeto al santo padre afirmar que a mucha gente le resulta llamativo, quizá por falta de conocimiento de la maquinaria de la santa sede. Por eso a lo mejor, con todo el respeto, sería bueno que se dijera algo, al menos lo que pueda decirse.

Dicho esto, el santo padre marca sus ritmos, su forma de gobernar y el modo de llevar adelante la barca de Pedro. Es su potestad y Dios me libre de pretender, ni siquiera pensar, cosa distinta. Simplemente que choca la rapidez en unos asuntos y la nada en otros. 

Tampoco tiene el santo padre ni nadie de la curia obligación de explicar nada. Si quieren hacerlo, bendito sea Dios, si prefieren no hablar, bendito sea Dios. 

Lo que aquí escribo no es más que recoger las reflexiones de muchos católicos que, a diferencia de lo que pasaba con aquel rabino, esperan que preguntar no les sea imputado como pecado. 

Jorge González Guadalix

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