Aunque nos sorprenda, hay seguidores de profetas, de gurús, de líderes pseudoreligiosos, que mantienen intacta la lealtad a su maestro a pesar de los errores cometidos por éste en sus vaticinios.
Por: Fernando Pascual | Fuente: Catholic.net
6 DE JUNIO DE 2011.-
Aquella persona estaba segura: el fin del mundo
llegaría el día X del año Y. Hablaba con aplomo. Repetía, para probar
sus afirmaciones, citas de libros sagrados, o aseguraba haber recibido el
anuncio de esa fecha de boca de un ángel o incluso del mismo Dios.
Miles de seguidores le creyeron. Miles, millones de escépticos, desconfiaron.
Llegó el día X. No pasó nada. ¿Entonces?
Aunque nos sorprenda, hay seguidores de profetas, de gurús, de líderes
pseudoreligiosos, que mantienen intacta la lealtad a su “maestro” a pesar de los errores cometidos por éste en sus
vaticinios.
Otros seguidores abren los ojos. Se sienten engañados. Rompen con el grupo
religioso en el que habían creído. Unos iniciarán la búsqueda de nuevos
caminos. Otros sentirán su corazón ahogado en ideas que les llevan hacia el
escepticismo: pensarán que es mejor no creer en
nadie para no ser nuevamente engañados.
Entre los que desconfiaban antes del fracaso surge un sentimiento de triunfo: tenían razón al haberse opuesto al falso profeta.
Por lo mismo, también aumenta en ellos la seguridad de que sus convicciones
eran verdaderas, de que estaban en la verdad.
Pero no siempre es así. Hay quien acierta en su crítica a una falsa profecía
desde un presupuesto equivocado, quizá porque vive unido a otro profeta engañoso
que se oponía al profeta fracasado. El triunfo de su propio maestro al haber
avisado sobre el error de un vaticinio descabellado no implica automáticamente
que el grupo al que uno pertenece defienda ideas y doctrinas verdaderas.
En el mundo de quienes no sólo rechazan las religiones, sino que afirman que
Dios no existe, el fracaso de la profecía sirve como un refuerzo hacia la
propia manera de pensar. Pero como en el caso anterior (el de los sectarios
enemigos de una falsa profecía), el incumplimiento de la catástrofe anunciada
no demuestra mínimamente que Dios no existe.
Lo ocurrido, por lo tanto, no debe ser motivo para conclusiones excesivas.
Después del día X podemos estar seguros de que lo dicho sobre el inminente fin
del mundo por un líder más o menos inteligente, más o menos fanático, era algo
simplemente falso.
¿Podemos, entonces, ir más allá de esa conclusión? Muchos
lo hacen, pero hacerlo bien o hacerlo mal, razonar con la cabeza o dejarse
llevar por sentimientos o emociones engañosas, depende de cómo usemos la lógica
y de qué presupuestos empleemos.
Si pensamos bien, si rompemos con prejuicios engañosos, podremos alcanzar
buenas conclusiones y vivir con más cautela, para no caer en las redes de
embaucadores que anuncian profecías falsas, y para no dejarse arrastrar por
ideólogos que buscan cualquier ocasión para llevar agua a su molino.
No hay comentarios:
Publicar un comentario