TESTIMONIO: MIS AMIGAS, LAS BENDITAS ALMAS DEL PURGATORIO
Hace
algunos años frecuentaba un sitio católico en internet. Allí conocí personas
muy interesantes. Una noche les sugerí: “¿Por qué
no contamos alguna vivencia que nos haya impresionado?”
Cada uno
empezó a narrar su historia. Varías me llamaron la atención, pero una en
particular, que nunca la olvido:
«Esa mañana era la Primera Comunión de mi hijo. Me habían dicho que
podía pedir una indulgencia plenaria, y cuando comulgué lo tuve presente.
Confiada, elevé una oración a Dios y le supliqué una indulgencia para aquella
alma del Purgatorio que estuviese más necesitada de su Misericordia Divina. Le
ofrecí todas las gracias que obtuviera al comulgar, y recé por las intenciones
del Papa. Olvidé el asunto con las celebraciones, los abrazos, las fotografías
y el desayuno. Al llegar a casa de vuelta aquella mañana, abrí la puerta y al
entrar me envolvió una suave brisa y escuché que alguien me susurraba al oído:
“¡GRACIAS!”»
Cuando
era niño y me hablaron del Purgatorio, me pareció un lugar de espanto y miedo;
y las almas que allí se encontraban me infundían un gran temor. Al crecer me di
cuenta de lo equivocado que estaba. Comprendí que el Purgatorio es un gesto de
la Misericordia de Dios, y ahora las almas que allí se encuentran las considero
mis amigas. Les debo muchos favores. Mi esposa suele decir: “Es de bien nacido ser agradecido”. Ofrezco y rezo
por ellas, suplicándole a Dios que las lleve al Paraíso. A todos el que puedo
le hablo de esto. No sabemos cuántos familiares o amigos tendremos allí y
nosotros con nuestras oraciones y ofrecimientos los podemos ayudar. Ellas
claman por nuestra ayuda, no les des la espalda. Agradecidas te ayudarán de mil
maneras. El día que las necesites vendrán en tu auxilio.
Hace
algunos años estuve en Costa Rica. Mi tía Elsita nos invitó a tomar el café de
la tarde, una bella costumbre que los ticos aún conservan. Su esposo, tío Raúl,
estuvo presente y nos contó una historia increíble:
«Empezó unos meses atrás. Cada madrugada se encendía mi radio
despertador, siempre a la misma hora: 3:00 a.m. Cuando me despierto, por mi
edad, me cuesta retomar el sueño. Una madrugada, cansado exclamé: “¿Pero yo qué
le he hecho?” Escuché con claridad la voz de una mujer acongojada que
respondía: “Usted nada, pero soy tan desdichada”».
Sabiendo
que la Misa es una oración perfecta, mi tío Raúl mandó ofrecer algunas misas
por aquella alma atribulada. El suceso terminó y nunca más volvió a encenderse
su radio en la madrugada.
Esta noche acuérdate de
ellas, tus amigas, las benditas almas del Purgatorio. Necesitan tus oraciones.
Pide por ellas. Ofrece. Y nunca las olvides.
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