Ser capaces de cambiar el mundo, salvando a la naturaleza y a nosotros mismo.
Por: Klaus Feldmann Petersen | Fuente:
yoinfluyo.com
Todos los días vemos salir
el sol por el horizonte al oriente, el brotar en la lejanía es precedido de un
colorearse del cielo en tonos hermosos que van de un rojo fuego hasta un dorado
esplendoroso frecuentemente matizado por nubes, que hacen aún más precioso el
panorama. Por
nuestras actividades y nuestra ubicación citadina, además de que la rutina nos
absorbe, pocas veces tenemos la ocasión de disfrutar tan maravilloso
espectáculo. La gente del campo tiene más oportunidades de hacerlo. En si ellos
tienen la dicha de estar en más contacto con la madre naturaleza, la creación
de Dios.
EL
SOL SALE
¿Pero se han puesto a
pensar que Dios dispuso que el sol brillara para todos, sin distingos, ni
prerrogativas? Ante el todos somos iguales, con los mismos
derechos. Pero hay que darse cuenta y tomar nota, que aunque esto es un hecho
irrebatible, cada uno en lo personal es especial, único y que de acuerdo con
esto tiene diferentes características, una mayor o menor claridad mental,
diferentes oportunidades ante la vida, unos son muy aptos para la actividad
manual, otros son brillantes para los negocios. Así en la
sociedad hay de todo y unos cubren las necesidades de los otros. Es maravilloso
como unos pueden estar para los otros. Hoy por ti, mañana por mí.
Inclusive el hombre y la mujer, cuya existencia
es indispensable para formar a través del matrimonio entre hombre y mujer, la
familia y así la sociedad, no son iguales, estrictamente son complementarios.
Todo esto da por resultado que en el mundo
exista una diversidad maravillosa, que al desarrollarse bajo los principios de
la cultura de la vida y del amor da lugar a que todos podamos ser felices en
cuanto lo podamos ser en esta vida.
A través del tiempo, los
siglos, la sociedad se ha ido perfeccionando. Para que las cosas funcionaran bien es
suficiente la Ley de Dios, que en el mundo occidental ha dado estupendos
frutos, por supuesto de acuerdo con la limitación humana, que nunca podrá ser
perfecta y en el mundo no cristiano, Dios puso en cada uno la Ley Natural y la
conciencia personal para distinguir entre el bien y el mal. Todo podría
funcionar a las mil maravillas, pero el demonio (que si existe, contra lo que
afirman algunos ilusos, para justificar su proceder y su ambición) a través de
la cultura de la muerte y el crecimiento fomentado, de un no sano ego, en
muchos casos se presentan desordenes y actos violentos. Un padre colombiano (no
me acuerdo su nombre) muy atinadamente y en forma muy simpática afirma que el
ego (el amor a uno mismo desmedido y desordenado, que se contrapone a lo
ordenado por Dios de “Amaras a Dios sobre todas las
cosas y al próximo como a ti mismo”), es el causante de todos los
conflictos tanto entre personas como entre naciones. Describe como el ego hace
perder toda perspectiva al que es su víctima y ya no se toman decisiones, ni se
actúa de acuerdo con la realidad, sino de acuerdo con un mundo ficticio creado
por la imaginación, al gusto del consumidor. Hay una serie interesante que en
su título lo dice muy claro, se creen “Dueños del
Paraíso”. Con armas, dinero y poder el mundo es suyo, pueden hacer y obtener lo que
quieran.
Ahora que detrás de la cultura de la muerte
están las mafias de izquierda (la masonería), eterna enemiga de la obra de Dios
(su Iglesia), que actúan siempre y a través de esto, por lo cual se pueden
identificar fácilmente: ¡ojo! donde
se actúa con mentiras, calumnias y falsedades, ahí tiene metida su cola el
diablo, utilizando además la corrupción, o bien el terror, el clásico “oro o plomo” o bien “me
vendes tu rancho o se lo compro a tu viuda”, propio de los narcos y
otras mafias. Nuevamente ¡ojo! no te dejes
engañar por los partidos de izquierda.
San Francisco de Asís exclamaba extasiado por su
belleza y por lo que nos proporcionan “hermano
Sol”, (sin el calor del sol, no habría vida), “hermana
Luna” y así seguía con todas las criaturas “hermana
lluvia” (sin Agua tampoco habría vida), “hermano
viento”, los animales y plantas en su maravillosa variedad
(biodiversidad), todas las consideraba como sus hermanos. De ahí el tan hermoso
poema de Rubén Darío “Los Motivos del Lobo”.
DE SAN FRANCISCO TENEMOS LA
TAN HERMOSA ORACIÓN:
“Señor, haz de mi un instrumento
de tu paz. Que allá donde hay odio, yo ponga el amor. Que allá donde hay
ofensa, yo ponga el perdón. Que allá donde hay discordia, yo ponga la unión.
Que allá donde hay error, yo ponga la verdad. Que allá donde hay duda, yo ponga
la Fe. Que allá donde desesperación, yo ponga la esperanza. Que allá donde hay
tinieblas, yo ponga la luz. Que allá donde hay tristeza, yo ponga la alegría.
Oh Señor, que yo no busque tanto ser consolado, como consolar, ser comprendido,
como comprender, ser amado, como amar. Porque es dándose como se recibe, es
olvidándose de sí mismo como uno se encuentra a sí mismo, es perdonando, como
se es perdonado, es muriendo como se resucita a la vida eterna.”
San Francisco fue un enamorado del Señor y de
sus enseñanzas (la cultura de la vida y del amor). No es preciso que
lleguemos a santos, pero con un poco de su espíritu que adoptemos, seremos
capaces de cambiar el mundo, salvando a la naturaleza y a nosotros mismo.
¡EL
SOL SALE PARA TODOS!
“Donde hay bosques hay agua
y aire puro; donde hay agua y aire puro hay vida.”
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