Si se le
acostumbra a que tenga todo, a que para él no haya reglas, estamos creando
pequeños monstruos que van a dar de mayores muchos problemas y disgustos.
En mi artículo anterior, hacía
referencia al juez don Emilio Calatayud, que nos da las siguientes indicaciones
sobre cómo fabricar un delincuente. Nos dice: «Comience
dando a su hijo todo lo que le pida, no le dé educación espiritual, ríase
cuando diga palabrotas, no le regañe nunca y póngase de su parte en los
conflictos con sus profesores». Veámoslo:
DARLE TODO LO QUE NOS PIDE
Es indudable que un niño
necesita ser educado y que no podemos dejarle a su libre albedrío, sin
enseñarle lo que está bien y lo que está mal, porque el niño es bueno y malo al
mismo tiempo. No podemos dejarle hacer lo que le dé la gana. Todos sabemos que
el niño es un ser profundamente egoísta y que reacciona, actúa y se comporta
impulsado por las necesidades cercanas que ansía satisfacer; necesitando por
ello nuestra ayuda para ser educado, especialmente en lo que se considera bueno
y positivo, como los valores religiosos y morales, a los que es muy receptivo.
Educar es ayudar a entender la vida. El proceso educativo supone una dependencia
del niño respecto del adulto, especialmente de sus padres. La educación no es
posible sin un control, sin unas normas, sin una dosis de sacrificio y
esfuerzo, pues con frecuencia lo que vale la pena cuesta, pero para aceptar
esto el niño necesita encontrar una acogida benévola que le permita confiar en
sus padres y le llene de cariño y seguridad. Los padres han de informar a sus
hijos acerca de los comportamientos que son deseables y prevenirles acerca de
los que no lo son y, en su caso, reprenderles y castigarles, porque algo de
disciplina siempre es necesario. Pero si se le acostumbra a que tenga todo, a
que para él no haya reglas, estamos creando pequeños monstruos que van a dar de
mayores muchos problemas y disgustos.
NO LE DÉ EDUCACIÓN ESPIRITUAL
Con mucha frecuencia me
encuentro en el confesonario y fuera de él, con muchos abuelos que me dicen que
han intentado educar a sus hijos en valores humanos y cristianos, pero que con
frecuencia sus descendientes, aunque tienen valores humanos, no pisan la
Iglesia. A mí esto me preocupa mucho, porque creo que al no dar importancia a
los valores cristianos, es fácil que no sólo no transmitan los valores
cristianos, sino que tampoco lo logren con los valores humanos, porque nuestra
cultura surge de la confluencia de la espiritualidad judeocristiana, con la
filosofía griega y el derecho romano. La ignorancia religiosa lleva consigo la
ignorancia cultural, como se puede apreciar en la visita a cualquier Museo
importante, como el del Prado, y es que no se puede entender Occidente sin la
fe cristiana. Me temo que el vacío espiritual resultante de esa no educación dé
origen a unas generaciones que ignoran el sentido de la vida y carezcan de
esperanza, por lo que me temo que nuestras descendientes en dos o tres generaciones
acaben llevando burka.
RÍASE CUANDO DICE PALABROTAS
Las palabrotas son
evidentemente un signo de mala educación, pero la blasfemia, y en mi tierra se
blasfema mucho, me parecen literalmente el colmo. A la hora de citar pecados
estúpidos, creo que la blasfemia ganaría con ventaja el primer puesto. Me
pregunto qué ganamos con insultar a nuestro Creador, con quien tenemos una
deuda de gratitud, nos ama infinitamente y quiere que seamos felices
eternamente. Pero nosotros le decimos con nuestros hechos que no queremos
salvarnos y Dios respeta nuestra libertad. Dios no nos quiere esclavos, sino
hijos.
NO LE REGAÑE NUNCA
En este punto recuerdo dos
hechos contradictorios. En cierta ocasión vi como un niño involuntariamente a
poco derriba a una persona mayor. La madre le hizo pedir excusas. Recuerdo que
comentamos que esa madre había estado en su sitio. En cambio en otra ocasión en
un bar un niño se puso a gritar estridentemente. Ante la pasividad e la madre
le dijimos que hiciese callar al niño, a lo que contestó: «es sólo un niño». Nuestra réplica fue: «razón de más para educarlo».
PÓNGASE DE SU PARTE EN LOS CONFLICTOS CON LOS
PROFESORES
Cuando era niño y había un
castigo por parte de un profesor, procurábamos que nuestros padres no se
enterasen porque lo único que podía pasar era un aumento del castigo. Pero
cuando he ejercido como profesor y he llamado a las madres de mis alumnos
joyas, que era como llamaba para mis adentros a mis peores alumnos, más o menos
la mitad de las veces me encontraba con madres normales preocupadas por sus
hijos, pero la otra mitad de las veces, me encontraba ante unas madres ante las
que no podía sino pensar: «con semejante madre, este chico que es así, es un
santo». Y es que el problema muchas veces somos los adultos.
Pedro Trevijano, sacerdote
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