Dios te perdona de todo pecado, eres libre cuando
confiesas aquello que debe ser eliminado de tu vida, un fluir de la presencia
de Dios te renovará y bendecirá en las áreas que necesites. Las barreras de la
iniquidad han sido derribadas en el sacrificio de Jesús por nosotros.
En el relato de Mateo 2:1-12 trajeron a un hombre paralítico para ser sanado por
Jesús, pero éste lo primero que le menciono fue: “Tus pecados te son
perdonados” más adelante le dijo que se
levantara y quedaría sano. En el libro de Santiago 5:16 dice: “Confesaos vuestras ofensas unos a otros, y orad unos por
otros, para que seáis sanados. La oración eficaz del justo puede mucho.”. Hay
ocasiones que para alcanzar la sanidad o la bendición debemos confesar nuestros
pecados y ofensas a los demás. Primero ante Dios abrir nuestro corazón,
reconocer lo que hacemos contrario a su palabra, renunciar a eso y recibir el
perdón. También debemos confesar algunas cosas a otras personas, pecados y
ofensas cometidos contra ellos, para ser libres, como también para recibir
ayuda. Hay personas que nunca han soltado el odio por una ofensa, permanecen en
rencor, han sido desleales, infieles o han cometido otra clase de actos que
crean una barrera que frena las bendiciones. El pecado no confesado o que se practica
de forma permanente, impide que podamos disfrutar lo que Dios nos quiere dar,
son como barreras que permanecen levantadas, son pecados que necesitan ser
quitados con la confesión y el arrepentimiento.
HAGAMOS ESTA ORACIÓN:
“Dios Padre te pido perdón por
todo pecado en mi corazón. Muéstrame aquello que debo confesar para ser libre
completamente, renuncio a toda iniquidad que impide que mi vida se
completamente bendecida, te lo pido en el nombre de Jesús, Amén”
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