Lo que está ocurriendo
en Hong Kong es algo tristísimo. Siete millones de seres humanos protestando
con todas sus fuerzas, con todas sus ansias, por no perder su libertad.
Si la comunidad internacional
advirtiera a Pekín con meridiana claridad que si ellos oprimen a su propio
pueblo, se acabó el libre comercio con China, entonces, sin ninguna duda, el
Partido Comunista retrocedería. Daría un paso atrás, podemos estar seguros.
Pero no, Occidente no está
dispuesto a realizar ningún acto altruista, compasivo, humanitario. Europa se
rasga las vestiduras por los treinta o cuarenta inmigrantes del Open Arms, pero
el destino de millones de personas no le preocupa lo más mínimo. Lo condena,
eso sí, pero no está dispuesto a hacer nada efectivo.
Los que protestan en Hong Kong
saben que si el mundo no les apoya, su protesta se irá desvaneciendo hasta
desaparecer. Pero está claro que una Europa que ha colapsado moralmente no va a
hacer nada por ellos. Gestos sí, todos los que quieran. Pero medidas efectivas,
no. A lo mejor hasta vuela hasta Pekín algún enviado especial de la Unión
Europea. Unas cuantas fotos, unos días en un hotel de cinco estrellas y a casa.
Eso sí, cada acto moral malo,
cada omisión culpable, siempre ha tenido, tiene y tendrá consecuencias. Estas
protestas son la última oportunidad, ya no habrá otra, de mantener el fuego de
la Libertad vivo en China. Perdida esta oportunidad, ese gran fascismo asiático
seguirá su curso de agigantamiento y radicalización.
Después, ese fascismo extenderá
sus tentáculos y no serán los hongkongneses los que luchen por su libertad,
sino nosotros.
Ahora, realmente, ya es tarde y
no tenemos mucha fuerza. Pero, aunque sea tarde, es la última oportunidad. No
tengo la menor duda de lo que hará occidente. Y China será para Europa y
Estados Unidos lo que fue Babilonia para el antiguo Israel. Esa dictadura será
el martillo que golpeará a la antigua Cristiandad por su apostasía.
Lo siento mucho por esos hijos de
Dios que ansían Libertad, pero la copa de la ira debe llenarse. Solo entonces
pagaremos nuestras omisiones. La mentalidad cristiana tendría muy claro qué hay
que hacer. Pero los egoístas que disfrutamos ahora de derechos y buena vida
damos la espalda a nuestros hermanos. Pero, con el pasar del tiempo, nosotros
perderemos nuestros derechos y nuestra buena vida.
Entre la Humanidad y el
dinero, Europa ha escogido el dinero. Pero se quedará primero sin dinero y
después sin libertad.
P. FORTEA
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