La Iglesia universal
celebra hoy, 22 de agosto, el Reinado de María a semejanza y en perfecta
coincidencia con el reino de Jesucristo, que no es temporal ni terreno, sino
más bien es un reino eterno y universal.
Esta fiesta litúrgica fue instituida por el Papa Pío XII en 1954 al
coronar a la Virgen en la Basílica de Santa María la Mayor, Roma (Italia), el
11 de Octubre de 1954, día en que también el Pontífice promulgó el documento
principal del Magisterio de la Iglesia, la Encíclica Ad Caeli Reginam, que
habla sobre la dignidad y realeza de María.
La Celebración que en sus inicios se estableció el 31 de Mayo, se
celebra ahora en la octava de la Asunción para manifestar la conexión entre la
realeza de María y su asunción a los cielos.
En la Encíclica Ad Caeli Reginam, se lee que luego que “los Teólogos de la Iglesia, extrayendo su doctrina” al
consultar las reflexiones de varios santos y testimonios de la antigua
tradición, “han llamado a la Beatísima Madre Virgen
Reina de todas las cosas creadas, Reina del mundo, Señora del universo”.
El hoy Obispo Emérito de Roma, Benedicto XVI, en el marco de la
celebración de esta fiesta en el 2012, dijo que esta realeza de la Madre de
Dios se hace concreta en el amor y el servicio a sus hijos, en su constante
velar por las personas y sus necesidades.
El Siervo de Dios Pablo VI, en la Exhortación Apostólica, Marialis
Cultus, escribió que en “la Virgen María todo es
referido a Cristo y todo depende de Él: en vistas a Él, Dios Padre la eligió
desde toda la eternidad como Madre toda santa y la adornó con dones del
Espíritu Santo que no fueron concedidos a ningún otro’".
En el numeral 59 de la Constitución Dogmática sobre la Iglesia, Lumen
Gentium, señala que "La Virgen Inmaculada (…)
asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial fue ensalzada por el Señor como
Reina universal, con el fin de que se asemejase de forma más plena a su Hijo,
Señor de señores y vencedor del pecado y de la muerte”.
En Apocalipsis, 12, 1 leemos que “Una gran
señal apareció en el cielo: Una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus
pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza".
Cómo recuerda San Luis María Grignion de Montfort en el Tratado de
la Verdadera Devoción, numeral 38, “María es la
reina del Cielo y de la tierra, por gracia, como Cristo es Rey por naturaleza y
por conquista”
Redacción ACI
Prensa
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