Da a los demás lo que quieras
recibir de los demás.
Cuando se busca la felicidad, sin tener paz con Dios, con uno mismo y
con los demás, nunca lograremos ser felices.
Si se
vive lleno de rencor, envidia, egoísmo, soberbia y resentimientos, así no se
encontrará la paz. Para vivir en
paz hay que desterrar todo lo negativo. Cuando dejemos de buscar la felicidad
sólo para nosotros mismos sin importar los demás, entonces encontraremos la
felicidad a través de los demás. No vivas para ser feliz… vive para
hacer felices.
Debemos
disfrutar el amanecer, la lluvia, los días soleados… la salud y la vida. Pero
cuando la gente vive de manera negativa, atropellada y violentamente, no
se podrá apreciar, vivir y gozar todo lo positiva que tenemos en derredor.
Existen muchas personas con
incontables riquezas materiales (dinero, placer y poder), lujos, comodidades,
etc. Y no son felices porque no
viven en paz.
La paz es
el fruto del perdón. Hay que buscar el perdón de Dios; hay que perdonarse así
mismo, y hay que perdonar a los demás. Nadie tendrá nunca la autoridad de
juzgar y condenar a nadie, solo Dios.
Muchas
personas tienen la cuarta parte de lo que tú y yo poseemos y viven en paz…esto
no quiere decir que sean conformistas… más bien son realistas, responsables y
maduros.
¿Cuántas personas desaprovechan el tiempo y su vida, buscando y
desgastándose de manera obsesiva por escalar puestos importantes para lograr el
poder…y no viven en paz, sino llenos de remordimientos y amargura porque hay
personas que tiene más que ellos? Y olvidan
que: Nada trajimos y nada nos llevaremos de este mundo más que las buenas o
malas acciones y sentimientos.
¿Cuántos pasan la
vida buscando y luchando por alcanzar algo que está fuera de su alcance, y
llegan a la vejez, insatisfechos, frustrados y amargados?
El remordimiento, el arrepentimiento de no haber hecho lo que se tenía que hacer en su momento provoca dolor, al grado de no perdonarse así mismo, y por consecuencia vendrá la amargura y el vacío existencial.
El remordimiento, el arrepentimiento de no haber hecho lo que se tenía que hacer en su momento provoca dolor, al grado de no perdonarse así mismo, y por consecuencia vendrá la amargura y el vacío existencial.
El
remordimiento, el sentimiento de culpa, traerá inquietud e intranquilidad, y
pesar en la conciencia por una omisión pasada que ya no se puede resarcir. El
resentimiento, el arrepentimiento y el remordimiento te hacen daño a ti mismo.
Es el momento de reconciliarte,
lograr para sí mismo el estado de tranquilidad y de paz interior, con Dios y con
los que te rodean.
Y cuando
tú decidas vivir en paz, entonces gozarás y vivirás de todas las bendiciones,
encontrarás sentido a tu vida…y disfrutarás de la vista, del oído, del tacto,
del gusto y del olfato. Y entonces se alejarán de ti, la depresión, la angustia
y la infelicidad.
No
esperes cambiar a los demás… el cambio comienza de tu interior (de tu corazón)
hacia fuera.
Cuando nos encerramos en nosotros
mismos y culpamos a los demás de nuestra infelicidad y falta de paz, cuando nos
volvemos negativos la vida que es parte de nosotros, se cierra con nosotros y
todo se vuelve negativo, oscuro y difícil. Todo
se vuelca contra nosotros.
La humildad es el reflejo de la
grandeza de corazón y la riqueza de tus sentimientos… (autor anónimo)
Por Francisco Mario Morales
Fuente: Catholic.net
Fuente: Catholic.net
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