jueves, 15 de noviembre de 2018

¿ENTRE DIOS Y EL DIABLO, A QUIEN ESCOGEMOS?


Cuando Jesús llama hijos del diablo a quienes lo rechazan, son homicidas y mentirosos, por algo será.
Cuando un sacerdote confiesa no es difícil que en unas cuantas ocasiones se quede asombrado y maravillado de la categoría espiritual de la persona que tiene delante, quien a pesar de sus fallitos o fallos, intenta realizar en su vida lo que piensa que Jesús y la Virgen espera de él. Son auténticos santos, aunque santo en sentido estricto es toda persona que está en gracia de Dios. Pero desgraciadamente, en todos los tiempos y también hoy hay en nuestra Sociedad muchos que rechazan a Jesucristo.
Como Jesús no tenía pelos en la lengua, les dijo a los judíos que le rechazaban: «Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre’. Le replicaron: ‘Nosotros no somos hijos de prostitución; tenemos un solo Padre: Dios’. Jesús les contestó: ‘Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y he venido. Pues no he venido por mi cuenta, sino que Él me envió. ¿Por qué no reconocéis mi lenguaje? Porque no podéis escuchar mi palabra. Vosotros sois de vuestro padre el diablo y queréis cumplir los deseos de vuestro padre. Él era homicida desde el principio y no se mantuvo en la verdad porque no hay verdad en él. Cuando dice la mentira, habla de lo suyo porque es mentiroso y padre de la mentira» (Jn 8,42-44). Jesús acusa a sus interlocutores no sólo de no ser hijos de Dios porque le rechazan y no escuchan su palabra, sino también de ser hijos del diablo porque como éste son homicidas y mentirosos.
Es decir para Jesús ser hijo del Diablo significa: rechazar a Jesús, ser homicida y ser mentiroso. La pregunta obvia es: ¿quiénes son en nuestros días aquéllos que cumplen estas tres condiciones? En nuestra Sociedad, que algunos llaman ya incluso postcristiana, vemos un claro rechazo a Dios y a todo lo religioso en la vida pública. Raro es hoy el dirigente que cuando jura o promete su cargo dice: «lo juro». En muchísimos otros campos no es que haya una autonomía de lo civil sino una oposición descarada hacia todo lo religioso, como los intentos de robar a la Iglesia la Mezquita-Catedral de Córdoba o la Catedral de La Seo en Zaragoza o la Ley contra la educación que pretende meternos el gobierno del presunto Doctor Sánchez.
Muchos además de quienes rechazan a Dios, han adoptado como ideología, en parte también ante el más que evidente desastre que ha resultado ser el marxismo, la ideología de género, que desde luego es una ideología criminal en cuanto favorece los crímenes del aborto y de la eutanasia. Nadie, con un mínimo de conocimientos, puede negar hoy que la vida humana empieza mucho antes del nacimiento, y por eso muchos padres y abuelos llevan en sus móviles la foto de su hijo o nieto aún no nacido, y los científicos serios consideran ya probado que la vida humana empieza en la fecundación, porque aunque haya una evolución, no se dan cambios esenciales. Uno puede ser un ser humano o no serlo, pero no las dos cosas, o primero una y luego otra, pero no en el mismo individuo. Y que la eutanasia es un crimen, porque es matar a un ser humano, es claro, tanto más cuanto que la experiencia prueba que se mata a muchos que no desean ser víctimas de ella.
La ideología de género además es mentirosa, anticientífica y malvada. Hay que tener cara, por muy autoridad o legislador que seas, para afirmar que los niños con pene y cromosomas XY son niñas y que las niñas con vulva y cromosomas XX son niños o que una persona que ha dado a luz no es mujer. Que yo pueda decidir mi sexo es tan ridículo como acceder a esa petición de ese holandés con sentido del humor que ha pedido a las autoridades que le quiten veinte años en los documentos oficiales, argumentando: ¿si me pueden cambiar el sexo, ¿cómo no van a poder cambiarme la edad? No nos olvidemos tampoco que la clínica John Hopkins de Baltimore, uno de los centros pioneros en el mundo, ha dejado de hacer operaciones de cambio de sexo al llegar a la conclusión que ninguno de sus pacientes víctimas había obtenido ningún beneficio con sus operaciones de cambio de sexo. Hay también una declaración del Colegio Americano de Pediatras apoyada con datos científicos que indica que «hasta un 98% de niños con género confuso y hasta un 88% de niñas con género confuso aceptan finalmente su sexo biológico tras pasar la pubertad de forma natural». Cada día además hay más casos de homosexuales, muchas veces con ayuda médica, que logran llegar a la heterosexualidad y recordemos que contra el hecho no valen argumentos y que es la ideología la que debe adaptarse a la realidad, y no ésta a la ideología.
Cuando Jesús llama hijos del diablo a quienes lo rechazan, son homicidas y mentirosos, por algo será. Recordemos además que el plan del Diablo no es precisamente favorecernos, sino todo lo contrario, hacernos todo el mal posible. Termino con una pregunta: ¿entre Dios y el Diablo, a quién escogemos?
Pedro Trevijano, sacerdote

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