A primera vista
parecen lo mismo, ¿pero lo son?
Por: Daniel Alberto Robles Macías | Fuente: Catholic.net
A primera vista pudiera parecer que son lo
mismo, puesto en las tres existe una comunicación con Dios, hay un contacto con
Él. Pero, efectivamente, son muy diferentes y vamos a conocerlas mejor.
En el Catecismo de la Iglesia Católica, en los
números 2700 – 2724, se nos explica que existen
tres tipos de expresiones dentro de la oración: la oración vocal, la meditación y la oración contemplativa ¿Con cuál te identificas más?
La
oración vocal son aquellas oraciones que tienen una forma ya establecida, tales
como el Padrenuestro, el Avemaría, Gloria, el Credo, etc. Y que son exteriorizadas, es decir, en voz
alta. “La oración vocal es la oración por
excelencia de las multitudes por ser exterior y tan plenamente humana” (CEC
2704).
El ser
humano, por ser cuerpo y espíritu, tiene la necesidad de expresar lo que siente
y piensa. A través de ella toma forma todo lo que habita
en nuestro corazón para así compartirla con Dios, asegurándonos de que nos ha
escuchado.
Por su parte, la meditación es una reflexión única y personal que no depende de
palabras preestablecidas, sino que es una conversación con Dios desde el
corazón. Partiendo de lo que en ese momento inquieta, preocupa o alegra
a nuestro interior. “La meditación es, sobre
todo, una búsqueda. El espíritu trata de comprender el porqué y el cómo de la
vida cristiana para adherirse y responder a lo que el Señor pide” (CEC
2705).
De manera frecuente se suele hacer a través de
la lectura de la Palabra de Dios, de textos litúrgicos, escritos espirituales o
de la contemplación de imágenes sagradas. Asimismo, cuando rezamos el Santo Rosario, que es una
oración vocal, meditamos a la vez los misterios de la vida de Cristo.
Este tipo de oración nos ayuda a conectar el
pensamiento, la imaginación y la emoción para profundizar en nuestra fe, en esa
comunicación con el Creador. Nos hace
confrontarnos y discernir para llegar a conocer la Voluntad de Dios en nuestra
vida.
Finalmente, la oración contemplativa deja de lado las palabras y los pensamientos y
se centra más en experimentar la presencia de Dios. Es una mirada de
amor y desde el corazón. El Santo Cura de Ars cuenta la anécdota que tuvo con
aquel campesino que siempre que iba a la Iglesia y que pasaba largos
ratos delante del Sagrario. Hasta que un día, el Santo decidió acercársele y le
preguntó: ¿Qué hace usted aquí tanto tiempo? Y aquel hombre le contestó: “Yo le miro, Él me mira”. Nada más, eso es la contemplación, estar cara a cara con el
Señor, en donde el corazón se convierte en el punto de encuentro.
Sólo a través de una entrega humilde y pobre es
que podremos entrar en el campo de la contemplación, pues así disponemos
nuestro ser a la Voluntad del Padre, en unión con su Hijo.
No se hace contemplación
cuando se tiene tiempo, sino que se toma el tiempo de estar con el Señor con la
firme decisión de no dejarlo y volverlo a tomar, cualesquiera que sean las
pruebas y la sequedad del encuentro. (CEC 2710)
No hay comentarios:
Publicar un comentario