martes, 29 de mayo de 2018

LA DOCTRINA CRISTIANA ¿DESARROLLO O EVOLUCIÓN?



El desarrollo de la doctrina cristiana es el crecimiento en profundidad y claridad del entendimiento de las verdades de la divina revelación.

Por: José Miguel Arráiz | Fuente: ApologeticaCatolica.org
Una precisa definición sobre el desarrollo de la doctrina cristiana la da el apologista católico Dave Armstrong en su libro Development of Catholic Doctrine: “La Iglesia Católica define al desarrollo de la doctrina cristiana como el crecimiento en profundidad y claridad del entendimiento de las verdades de la divina revelación. Es importante entender que las verdades substanciales o esenciales en el núcleo de cada doctrina (como parte del único depósito, dado por Cristo a los apóstoles) permanece inmutable. La Iglesia Católica preserva el depósito, y es su Guardián…” .

Explica a continuación que este crecimiento es el resultado de las reflexiones piadosas de la Iglesia, el estudio teológico, y muchas veces la investigación (frecuentemente ocasionada por los combates contra la herejía) , experiencia práctica y la colectiva sabiduría de los obispos de la Iglesia y el Papa, especialmente cuando están acompañados de un Concilio Ecuménico.

Este concepto, que ha sido muy bien desarrollado por el Cardenal John Henrry Newman en su ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana, es frecuentemente incomprendido por protestantes fundamentalistas, y por tradicionalistas radicales, porque ambos cometen el error de entenderlo como lo que no es: una evolución de la doctrina cristiana.

Es importante resaltar enfáticamente la diferencia entre desarrollo y evolución, porque ambos son conceptos incompatibles tanto filosófica como lingüísticamente. La evolución es la transformación o cambio de algo en otra cosa distinta, mientras que en el desarrollo ese algo o alguien sigue siendo el mismo individuo. Un ejemplo simple para entenderlo: Se podría especular que un Triceratops evolucionó en un rinoceronte, o un dientes de sable en un trigre moderno (luego de haber evolucionado son especies distintas), pero no se puede decir lo mismo de un bebe que se hace hombre, que sigue siendo en sí mismo la misma persona humana, o de una semilla, que crece hasta convertirse en un frondoso árbol.

Algunos ejemplos en el desarrollo de la doctrina cristiana:

LA TRINIDAD
No será raro encontrar a fundamentalistas (testigos de Jehová, unitarios, etc.) negando este dogma de fe. Alegan que ni en la Escritura ni en los escritos de los primeros padres se menciona la palabra “Trinidad”. Mucho más podríamos preocuparnos al encontrar que algunos de los primeros padres no siempre enseñaron una doctrina completamente ortodoxa, bordando en mayor o menor grado el subordinacionismo (Tertuliano, Orígenes, San Justino Martir, etc.). De un estudio más profundo se deduce que lo que ha ocurrido es que la comprensión sobre esta verdad de fe ha crecido, incluso siendo favorecida por las continuas controversias cristológicas que ha habido a lo largo de la historia (sabelianismo, arrianismo, monotelismo, monofisismo, etc.).

EL PRIMADO PETRINO
En lo referente a la doctrina del Primado Petrino ocurre exactamente lo mismo. Los protestantes se oponen alegando no encontrar un Papa al estilo moderno en los primeros siglos cristianos (a quien identifican con alguien portando el título de “Papa”, con espléndidas y pomposas vestimentas, dando órdenes de forma dictatorial y exigiendo que todos los cristianos sigan sus decretos sin preguntas). Un estudio detallado de la historia permite ver que si es cierto que el estilo del Papado ha ido cambiando a lo largo de la historia, su esencia que consiste en ejercer el ministerio de pastor supremo con poder de jurisdicción de mantener la unidad universal y ortodoxia dentro de la Iglesia Cristiana, es y ha sido el mismo siempre.

LA EUCARISTÍA, PRESENCIA REAL DE CRISTO EN LA EUCARISTIA
No ha faltado el despistado que se ha puesto a decir que “aquello de la Transubstanciación es un invento de Santo Tomas de Aquino”. Ha sido el desarrollo de la doctrina cristiana el que ha permitido por medio de una terminología más explícita explicar este Sagrado Misterio.

EL SACRAMENTO DE LA PENITENCIA
He perdido la cuenta cuantas veces amigos protestantes me han objetado que en la Iglesia primitiva no existía un confesionario como lo conocemos hoy y mucho menos referencias al secreto de confesión. Incluso podríamos asombrarnos de saber que en la primitiva disciplina penitencial había que confesar los pecados delante de la comunidad (Según consta en la Didaché ), o había que dejar en manos del sacerdote la decisión de si el pecado debía ser confesado de manera pública. Lo importante es distinguir que aunque la confesión auricular como la conocemos hoy pudo haber ido desarrollándose en su forma exterior a través del tiempo, su esencia, que radica en la reconciliación del pecador por medio de la autoridad de la Iglesia es la misma y permanece.

MARIOLOGÍA

Otro caballito de batalla de los protestantes, que no encuentran en los escritos de los primeros cristianos referencias a nuestra Santa Madre como Madre de Dios, Asunta al cielo en cuerpo y alma, Reina del Cielo, Reina de los ángeles, etc. etc. Inclusive se les dificulta enormemente comprender que el desarrollo de la mariología se debe precisamente al desarrollo de las doctrinas cristológicas. No es cuestión de dar quitar la gloria a Dios para dársela a María, sino de glorificarle por lo que ha hecho en ella.

EL DESARROLLO DEL CANON BÍBLICO

Que mejor ejemplo que el Canon Bíblico, cuyo desarrollo y definición definitiva tuvo que esperar al Concilio de Trento (En el Catálogo más antiguo de los libros del Nuevo Testamento datado en el siglo II –el fragmento de Muratori- no se mencionan las epístolas a los Hebreos, Santiagos y 2 Pedro).

LEFEBVRISMO, SEDEVACANTISMO Y TRADICIONALISMO RADICAL, EL MISMO PROBLEMA
El mismo problema lo tienen los lefebvristas, sedevacantistas y tradicionalistas radicales, con la diferencia de que ellos dejaron la Tradición congelada al Magisterio anterior al Vaticano II. De esta noción imperfecta de la Tradición alertaba el Papa Juan Pablo II, refiriéndose al acto cismático lefebvrista: La raíz de este acto cismático se puede individuar en una imperfecta y contradictoria noción de Tradición: imperfecta porque no tiene suficientemente en cuenta el carácter vivo de la Tradición, que - como enseña claramente el Concilio Vaticano II - arranca originariamente de los Apóstoles, “va progresando en la Iglesia bajo la asistencia del Espíritu Santo; es decir, crece con la comprensión de las cosas y de las palabras transmitidas, cuando los fieles las contemplan y estudian repasándolas en su corazón, cuando comprenden internamente ellos misterios que viven, cuando las proclaman los obispos, sucesores de los Apóstoles en el carisma de la verdad”
Carta Apostólica en forma de “motu proprio” “Ecclesia Dei” de S.S. Juan Pablo II

De concebir de esta manera la Tradición tendríamos todavía que celebrar la Misa en arameo alrededor de una mesa, confesar nuestros pecados delante de todos, hacer a las mujeres llevar sobre la cabeza un símbolo de dependencia. Tendríamos que reprobar que el Papa no se vistiera como el apóstol Pedro y quien sabe que otras cosas más.

CONCLUSIÓN
Es ilógico que los protestantes (divididos hasta el extremo luego de haber rechazado la Tradición y el Magisterio) se hayan hecho vulnerables a cualquier viento de doctrina, exponiéndose a caer en todas las herejías superadas a lo largo de la historia. Pero también es ilógico que los tradicionalistas radicales pretendan congelar la Tradición hasta un momento determinado del tiempo, aceptando su desarrollo previo pero rechazando el posterior. No en balde el El cardenal Ratzinger, a diez años de la clausura del Concilio, en 1975 dijo “Hay que dejar bien claro, ante todo, que el Vaticano II se apoya en la misma autoridad que el Vaticano I y que el concilio Tridentino: es decir, el Papa y el colegio de los obispos en comunión con él. En cuanto a los contenidos, es preciso recordar que el Vaticano II se sitúa en rigurosa continuidad con los dos concilios anteriores y recoge literalmente su doctrina en puntos decisivos”

Informe sobre la fe, capítulo 2, por Cardenal Joseph Ratzinger

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