martes, 1 de mayo de 2012


¿CÓMO ESCUCHAR Y RECONOCER LA VOZ DEL SEÑOR?

Sólo el Buen Pastor custodia con inmensa ternura a su grey y la defiende del mal, y sólo en Él los fieles pueden depositar absoluta confianza» (Benedicto XVI, 25 de abril de 2010).

EVANGELIO

Del santo Evangelio según san Juan 10, 22-30

Por aquellos días, se celebraba en Jerusalén la fiesta de la dedicación del templo. Era invierno. Jesús se paseaba por el templo, bajo el pórtico de Salomón. Entonces lo rodearon los judíos y le preguntaron: «¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si Tú eres el Mesías, dínoslo claramente».

Jesús les respondió: «Ya se los he dicho y no me creen. Las obras que hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí, pero ustedes no creen, porque no son de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz; Yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás; nadie las arrebatará de mi mano. Me las ha dado mi Padre, y Él es superior a todos, y nadie puede arrebatarlas de la mano del Padre. El Padre y Yo somos uno».

Palabra del Señor.

ORACIÓN INTRODUCTORIA

Gracias, Señor, por este nuevo mes, dedicado a tu santísima madre. Ella supo escuchar y acoger siempre tu voz. Yo también creo en tu Palabra, confío en tu inmenso amor y misericordia y quiero seguirte, por eso te suplico humildemente que ilumines esta oración para saber mantenerme dentro de tu rebaño.

Petición

Señor, mi buen Pastor, permite que esta oración me lleve a conocerte y amarte más.

Meditación

¿CÓMO ESCUCHAR Y RECONOCER LA VOZ DEL SEÑOR?

«La primera forma de testimonio que suscita vocaciones es la oración, como nos muestra el ejemplo de santa Mónica que, suplicando a Dios con humildad e insistencia, obtiene la gracia de ver volverse cristiano a su hijo Agustín, el cual escribe: “Sin duda creo y afirmo que por sus oraciones Dios me ha concedido la intención de no anteponer, no querer, no pensar, no amar otra cosa que la realización de la verdad. Invito, por tanto, a los padres a rezar, para que el corazón de sus hijos se abra a la escucha del Buen Pastor, y hasta el más pequeño germen de vocación... se convierta en árbol frondoso, colmado de frutos para bien de la Iglesia y de toda la humanidad”. ¿Cómo podemos escuchar la voz del Señor y reconocerlo? En la predicación de los Apóstoles y de sus sucesores: en ella resuena la voz de Cristo, que llama a la comunión con Dios y a la plenitud de vida, como leemos hoy en el Evangelio de san Juan: “Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las arrebatará de mi mano”. Sólo el Buen Pastor custodia con inmensa ternura a su grey y la defiende del mal, y sólo en Él los fieles pueden depositar absoluta confianza» (Benedicto XVI, 25 de abril de 2010).

REFLEXIÓN APOSTÓLICA

«Es verdad que muchos males afligen a la humanidad, especialmente el mal del pecado y de sus lamentables consecuencias en el mundo. Un verdadero cristiano no puede recluirse en un optimismo ingenuo, cerrando los ojos ante estos males. Más bien debe reconocerlos y actuar para aliviarlos; pero ha de hacerlo siempre con la mirada y el corazón puestos en Dios, Señor de la historia, lleno de confianza en su amor, poder y sabiduría que, por caminos muchas veces paradójicos e incomprensibles, gobierna al mundo y a los hombres y los conduce, respetando su libertad, hacia la realización de sus designios divinos» (Manual del miembro del Movimiento Regnum Christi, n. 276).

PROPÓSITO

Imitar la paciencia de Dios, siendo siempre comprensivo con los demás.


DIÁLOGO CON CRISTO

Gracias, Señor, por tu bondad y paciencia. Sé que no debo desaprovechar el tiempo ni las oportunidades para que tu mensaje de amor llegue a tantas ovejas que, aunque escuchan, no confían en la Buena Nueva de tu Palabra. Ayúdame a vivir enamorado de mi misión y, fortalecido con tu gracia, entregarme a ella con autenticidad y pasión, acogiendo a todas las personas que pongas hoy en mi camino.

«Dios no puede guardar a las almas cuando ellas voluntariamente se apartan de Él por falta de confianza»

(Cristo al centro, n. 513).

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