¡Qué bella imagen la de la luz!
Por: Pbro. Francisco Ontiveros Gutiérrez | Fuente:
Semanario Alégrate
LUZ ES SU NOMBRE
Desde su nacimiento Jesús es
identificado como luz. Su vida puede leerse como la Biografía de la Luz. La
función de la luz es iluminar, llevar claridad a todos los ambientes donde hay
oscuridad (ausencia de luz). Cuando es presentado en el templo es reconocido
como luz que iluminará al pueblo, incluso como el sol que nace de lo alto. Su
ministerio en el mundo es iluminar; ilumina la interpretación de la ley,
ilumina la religiosidad del pueblo, ilumina con sus dichos y hechos, con su
libertad. Ilumina ante la ignorancia, devuelve la luz a tantos ciegos que la
han perdido y que viven en la oscuridad, ilumina respecto de lo que es
verdaderamente la vida del hombre. De hecho, Él mismo dijo de sí que era la Luz
del mundo. ¡Sí, Él es la luz!
RELÁMPAGO DE LUZ
Cuando Jesús se encamina, con
clama y paso decidido hacia su muerte, les ofrece a los discípulos una
experiencia de luz: la transfiguración. Puesto que para los discípulos resulta
complejo comprender la locura de la muerte de Jesús, nota su tristeza,
desequilibrio y resistencia ante la inminente muerte, por eso les ofrece una
experiencia que les anticipa su gloria, es “un
relámpago de luz antes de que llegue la muerte, una especie de anticipo de la
resurrección” (Vida y misterio de Jesús de Nazaret, pág. 663). Este es
sólo un hecho, pero todo en la vida de Jesús es destellos de luz incandescente.
ÉL ES LA LUZ, LE PERTENECE, SALE DE ÉL
En la experiencia que narran los
sinópticos sobre la transfiguración de Jesús, narran una luz indescriptible,
una especie de sol que lo envuelve, una blancura difícil de conseguir, palabras
que quieren expresar la presencia divina. Todas esas palabras con la intención
de comunicar que Jesús adquirió un estado superior a uno terrestre solamente.
Revestido de gloria porque Él es la gloria, la luz. Pues la luz no está sobre
Él, Él es, a Él le pertenece: radica en Él, sale de Él, Él la comunica.
DEJA SU LUZ PARA EL MUNDO
Jesús dijo que los suyos serían luz del mundo. Con esa imagen
expresa que en el mundo hay mucha oscuridad, tinieblas que invaden con su
espesa penumbra, pero sus discípulos no deben contagiarse de esa oscuridad. Por
el contrario, tendrán que combatirla pues la naturaleza de un cristiano es ser
luz en el mundo. Nos ha encendido como lámparas para colocarnos encima, donde
podamos irradiar la luz que permita distinguir con claridad lo inhumano. Así
pues, en las distintas áreas del mundo, en los diversos ambientes en los que
nos podamos encontrar, los cristianos no podemos dejar que la oscuridad nos
envuelva, pues somos herederos de la luz, y lo menos que podemos hacer es dejar
que su luz irradie a través de nosotros en favor de los demás. ¡Qué bella imagen la de la luz!
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