«SUS VIDAS NO SON UN REFLEJO DE LA MÍA», «PEDIR PERDÓN ALIVIA EL SENTIMIENTO DE CULPA»...
El futuro de mis hijos no depende solo de mi buen
hacer como padre. Es verdad que tengo un gran impacto en ellos, pero en lo que
lleguen a convertirse no es responsabilidad únicamente mía.
¿Y si mi hijo se encuentra con un asesino en serie?
¿Qué pasa si se cae por un terraplén o un perro rabioso le muerde la mano? ¡No
podré hacer nada! Millones de
preocupaciones a lo largo del día desfilan por la mente de los padres. Temores, ansiedades... pero también
autoinculparse por no haber sabido hacerlo bien con los hijos.
Si muchos días estás
triste y no paras de llorar por ser el "peor padre del mundo", debes saber que no está todo perdido, la fe ofrece varias enseñanzas para poner tu mirada en el Único que te
da las fuerzas y la esperanza. A continuación,
nueve verdades a las que aferrarse cuando te sientas un padre fracasado.
1.
EL FUTURO DE MIS HIJOS NO DEPENDE SOLO DE MÍ
El futuro de mis
hijos no depende solo de mi buen hacer como padre. Es verdad que tengo un gran
impacto en ellos, pero en lo que lleguen a convertirse o lo que logren en sus
vidas no es
responsabilidad únicamente mía.
Cuanto antes me de
cuenta de esta verdad, antes se me quitará la presión a mí y a mis hijos. Por
mucho que nos esforcemos o intentemos controlar el futuro, la vida es
imprevisible. Además, Dios lo ve todo, y como diría el refrán: "Si quieres hacer reír a Dios cuéntale tus
planes... o, en este caso,
los planes que tienes para tus hijos".
2.
LA VIDA DE MIS HIJOS NO ES UN REFLEJO DE LA MÍA
A veces, si no ponemos cuidado,
tendemos a desdibujar los límites que hay entre la vida
de los hijos y la nuestra. Debemos saber que cada vida
está separada de la de los demás. Somos únicos. Nadie es
una astilla más de un viejo madero. Recordemos que "Dios solo sabe contar hasta uno".
Los niños crecen para
reflejar quiénes son ellos mismos, no para representar a los padres en el
futuro. Aunque aveces puedan tener hasta tu propio nombre, los hijos son seres
independientes, que tienen una misión
en la vida muy concreta y exclusiva.
3.
LA CRIANZA NO VA DE RENDIMIENTO, SINO DE AMOR
Estar constantemente
analizando cómo soy de bueno como padre hace que me concentre únicamente en mí mismo. Esta actitud me distrae de lo importante: tratar de
servir a mis hijos lo mejor que puedo. Un padre cometerá muchos errores, pero
no se trata de lo bien que lo hace, sino de lo bien que ama a sus hijos.
Pero, para amar bien
a los hijos, primero has tenido que haberte sentido amado por alguien. Ese amor se incrementa cuanto más tiempo se pasa en
la presencia de Dios —que es el amor—. Solo aprendiendo del único padre
perfecto, podremos amar a nuestros hijos como ellos necesitan que lo hagamos, y
no proyectando nuestras carencias o aspiraciones.
El amor a los hijos
se incrementa cuanto más tiempo se pasa en la presencia de Dios.
4.
RECONOCER LOS ERRORES ALIVIA LA CULPA
Pareciera que si un
padre pide perdón al hijo estuviera reconociendo su debilidad o falta de
autoridad. Sin embargo, esto no es cierto, reconocer las culpas puede fortalecer la relación
con ellos y aliviar la culpa y la sensación de fracaso de los
padres.
Pedir perdón modela y
perfecciona la responsabilidad de los padres y ayuda a crecer en humildad ante Dios y ante los demás. Disculparse por los errores, sin poner ninguna
excusa, es mucho mejor que la soberbia y la apariencia.
5.
DEBO ACOMPAÑAR... PERO NO DOMINAR
Hay padres que se
sienten culpables de todo, desde que la hija tiene miedo a tirarse por un
tobogán hasta que no quiere jugar con algunos de los niños en el patio del
recreo.
Sin embargo, esto no
es bueno ni saludable. Los padres no son
los responsables de todo lo que ocurre en la vida de los hijos. Además, sus miedos
son, muchas veces, fases transitorias de desarrollo. El papel de un padre es
acompañar a los niños a través de estas etapas de la vida, en lugar de
culpabilizarse por lo que ocurre en ellas.
6.
LA CULPA ES UN LUJO QUE NO ME PUEDO PERMITIR
Afortunadamente, Dios
no cambia la culpa de un lugar a otro de la vida, "simplemente" la perdona. Por ello no debo martirizarme. La culpa y la vergüenza del pasado no sirven para
nada, salvo para ayudarnos a ser mejores padres.
Los sentimientos de
cada momento pueden sacudirnos, pero la fe debe ser nuestro ancla. Si pedimos
ayuda a Dios, podremos tener paz a la hora de tomar las grandes decisiones de
la crianza. Se trata de hacer
lo mejor posible y confiarle el resto al Señor.
7.
LOS NIÑOS DEBEN SEGUIR EL PLAN DE DIOS, NO EL DE SUS PADRES
A todo padre le
gustaría que su hijo fuera farmacéutico como él o futbolista como el abuelo,
pero esto no nos puede obsesionar. Los hijos deben seguir los planes que Dios tenga pensados para ellos. La misión de un
padre es preparar al hijo para que un día pueda elegir libremente al Señor.
Aunque en un
principio esto suponga un fracaso, porque mis hijos no cumplen el plan que yo
tenía proyectado en ellos, a la larga serán mucho más felices. Es mejor animar a mis hijos a seguir a Dios que
obligarlos a seguirme a mí. Recuerda: "Nunca serviré a un señor que se pueda morir" (Francisco de Borja).
8.
EL PASADO ES PASADO, DÉJALO IR
¡Mis hijos eran unos bebés tan lindos! A menudo los padres recuerdan la infancia de sus
hijos y se centran todo el tiempo en el
pasado, en lugar de en el presente. Desear constantemente que tus hijos sigan siendo pequeños socava su
progreso madurativo.
Además, esta actitud
hace que nuestra relación con ellos se estanque. Vivir en el pasado puede
perturbar tanto el presente como el futuro. La vida es un camino, y la misión de los padres es hacer crecer a sus
hijos, para que un día ellos
hagan lo mismo con sus hijos.
9.
OBEDIENTES SÍ, PERO NO DEPENDIENTES
Este es uno de los
puntos cruciales, porque un día los padres no estarán cerca. Por ello, la función de los padres es preparar a sus hijos
para valerse por sí mismos, para que no me
necesiten tanto. Aunque esto a veces me sienta terriblemente mal.
Controlarlos de forma
absoluta puede evitar que alcancen su máximo potencial. Por ejemplo, cuando tu
hijo se va de excursión, tú te sientes que lo has abandonado, que le ocurrirán
cosas horribles... y por la tarde tu hijo vuelve contento, habiendo tomado
decisiones que le hicieron madurar. Elijamos amar bien a nuestros hijos, confiando en
que Dios nos ayudará a cada paso del camino.
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