EL FUNERAL DE BENEDICTO XVI NO ES DE ESTADO, PERO ACUDIERON DIRIGENTES DE EUROPA ORIENTAL
El Papa Francisco medita ante el féretro de Benedicto XVI en su funeral
en la Plaza de San Pedro... casi nunca un Papa presidió el funeral de otro.
Decenas de miles de personas
(unas 60.000 al empezar la ceremonia en una mañana fría) han acudido pronto a
la misa funeral del papa emérito, Benedicto XVI, este jueves en la plaza de San
Pedro, entre fuertes medidas de seguridad. Unos 1.000
policías se han desplegado en las calles de Roma y se ha impuesto una zona de
exclusión aérea sobre la
Ciudad del Vaticano.
A las 6 de la
mañana se empezó a permitir el acceso a la plaza de San Pedro para los
fieles. El rocío y la niebla los recibieron, aunque al avanzar la mañana
se fue aclarando algo el día. Con orden y tranquilidad fueron tomando asiento.
No se repartieron entradas ni se reservaron plazas: sólo
hacía falta ponerse en la fila para entrar en el recinto.
LA
CEREMONIA DE EXEQUIAS
Se empezó con el rezo del
Rosario, con numerosos obispos y cardenales. Se calcula que acudieron al
funeral unos 400 obispos y casi
4.000 sacerdotes. El rosario se terminó con el Salve Regina, sin
letanías.
Al empezar la procesión de
entrada, se pidió a los asistentes que reaccionaran a la ceremonia con "fe y recogimiento" y que no ondearan banderas
ni levanten carteles. La
procesión se acompañó con el canto de la antífona de entrada: "Dale Señor el descanso eterno".
La ceremonia la presidió el Papa
Francisco, pero por sus problemas de rodilla el cardenal Giovanni Battista Re,
decano del Colegio Cardenalicio (de 88 años) se encargó de las partes más
exigentes, incluyendo el canon de la misa en latín.
Partes de la oración eucarística
las recitaron el argentino cardenal
Leonardo Sandri (de
79 años, responsable vaticano de Iglesias Orientales de 2007 hasta el pasado verano) y el cardenal nigeriano Francis Arinze, de 90 años, colaborador de
Benedicto al frente de la Congregación para el Culto Divino de 2002 a
2008.
La primera lectura, en español,
era del Libro de Isaías: "¿Es
acaso la vasija su artífice?" El salmo, el más breve, el 22, muy común en
funerales: "El Señor es mi pastor, nada me falta". La segunda lectura, en inglés, de la primera
carta de San Pedro, sobre la resurrección en Cristo, "aunque
sea preciso sufrir ahora un poco, como el oro se aquilata al fuego". El Evangelio de San Lucas, proclamado en
italiano, sobre los dos ladrones: "Hoy estarás
conmigo en el Paraíso" y "Padre, en
tus manos encomiendo mi espíritu".
La homilía del Papa Francisco fue
bastante breve. Francisco, a partir de la
imagen de las manos, habló de la sincatábasis (el
abajamiento y condescendencia, especialmente para comunicarse y hacerse
entender) de Dios, que se hace cercano y utiliza métodos humanos, frágiles, manos a veces débiles. Pero que Dios
usa esa a esas personas si se apoyan en Dios y sus tiempos. Se refería a los
servidores de Dios en general, pero era aplicable al frágil y anciano Benedicto
XVI.
Citó al Papa San Gregorio Magno,
que confiaba en las oraciones "y el auxilio de
méritos" de sus amigos. El pastor puede pastorear acompañado por su
pueblo. "Como las mujeres en el sepulcro
estamos aquí con el perfume de la gratitud y esperanza",
"Benedicto,
fiel amigo del Esposo, que tu alegría sea perfecta al oír definitivamente para siempre, su
Voz", finalizó el Papa, instalándose
después un silencio orante.
Fue la única vez en
la homilía que Francisco mencionó el nombre de Benedicto, quizá en homenaje a la humildad que todos le reconocían al difunto
Papa emérito.
RITOS
FINALES
Tras la comunión, el Papa en latín pronunció la oración final por el
difunto, "el Papa emérito Benedicto". Mientras el coro cantaba en latín "Yo creo que el Señor ha resucitado y vive", el
cardenal Re salpicó con agua bendita el ataúd del difunto, y después lo
incensó.
Después de rezar el Papa la 'Valedictio', el coro cantó "In Paradisum", invocando
la intercesión de los ángeles para acompañar al difunto a la
presencia de Dios. Y después, cantó el Magnificat, mientras empezaban a
retirarse los cardenales.
En el cortejo funerario final,
tras el ataúd, caminaban su secretario de
muchos años, Georg Gänswein, y las religiosas Memores Domini, vestidas de negro
de luto, que vivieron con él en su retiro en la casa Mater
Ecclesiae. El Papa Francisco, ya sentado en silla de ruedas, apoyó su mano en
el ataúd como gesto de despedida.
POLÍTICOS
Y AUTORIDADES QUE ACUDIERON
Como Benedicto XVI ya no era jefe
de Estado, el funeral no se ha considerado funeral de Estado. Hay dos delegaciones especiales con palco o espacio oficial por decisión del
propio Papa emérito: Italia y Alemania. El
resto de países está representado por sus embajadores ante la Santa Sede o por
algunos enviados especiales, a veces de rango bastante bajo.
No han acudido
representantes institucionales de la Unión Europea, pese a todo el esfuerzo que Benedicto XVI hizo por potenciar la
identidad del continente (incluyendo la selección del nombre "Benedicto").
Por parte de España, estuvo la reina emérita, Sofía, de 84 años, en
representación de la Corona, y el ministro español de la Presidencia, Félix
Bolaños. Bélgica, que es una monarquía católica, estuvo representada al máximo nivel por el rey Felipe de Bélgica y la Reina Matilde.
No acudieron más monarcas.
Por parte de Italia, acudieron el
presidente Sergio Mattarella y la primera ministra Giorgia Meloni.
Polonia, Portugal y
Hungría también enviaron a representantes del máximo nivel, sus presidentes, que
son, respectivamente, Andrzej Duda, Marcelo Rebelo de Sousa (quien acaba de
aplazar por tercera vez la aprobación de la eutanasia remitiéndola otra vez al
Constitucional) y Katalin Novák.
Marcelo de Sousa, que es
católico, declaró según Rádio Renascença, que iba a Roma "representando al Estado portugués", que
"como ciudadano no iría allí; lo que importa
es representar al Estado portugués porque Portugal organiza las Jornadas
Mundiales de la Juventud, y eso es un factor muy relevante en
las relaciones entre el Vaticano y Portugal".
También acudió Gitanas Nausėda,
presidente de Lituania. La presidenta de Eslovaquia, Zuzana Čaputová, había anunciado su
asistencia, pero enfermó y al final acudió el primer ministro interino, Eduard
Heger. Sí acudió la presidenta de Eslovenia,
Natasha Pirc Musar y el
primer ministro de la República Checa, Petr Fiala.
Al parecer, los
altos mandatarios que llegaron de más lejos vinieron de África: el presidente de Togo, Faure Essozinma
Gnassingbe, y la primera ministra de Gabón, Rose Christiane Ossouka
Raponda;
La delegación
alemana fue completa: el presidente del
país, Frank-Walter Steinmeier, el canciller Olaf Scholz, el Presidente del
Parlamento Bärbel Bas (socialista) y el presidente del Consejo Federal Peter
Tschentscher (socialista). Fuera de la delegación oficial, el líder de la
oposición, Friedrich Merz (de la CDU).
Francia, el país más laicista de
Europa, envió sólo a Gérald Darmanin, ministro de Interior "y de cultos". Pero es más que las Islas Británicas. El
Gobierno de Irlanda, pese a ser un país de tradición católica, no envía a nadie
y se lo deja a su embajador.
E Inglaterra sólo
envió como su representante a la Secretaria de Estado de Educación, Gillian
Keegan, de 54 años, católica y diputada del Partido Conservador (pese a que
Benedicto XVI visitó el país, donde beatificó al intelectual inglés J.H.
Newman).
Entre los países que
enviaron sólo ministros está Croatia (envió su ministro de Exterior y a la
Ministra de Cultura), Colombia (el ministro de Exterior, Álvaro Leyva
Duràn) y Chipre (el
ministro de Exterior).
Un caso peculiar es el de Andorra, representada por el arzobispo de Urgel y copríncipe, Joan-Enric Vives (único
obispo jefe de Estado en el mundo, excepto el Papa reinante). Le acompañan dos
vicarios de la diócesis y el embajador de Andorra ante la Santa Sede.
UNOS
120 CARDENALES
La Santa Sede envió invitaciones
a todo el colegio cardenalicio, que en la actualidad son 224 cardenal, de los
que 125 son electores. Precisamente los que más conocieron a Benedicto son los
más ancianos y menos dispuestos a viajar, pero unos 120 han llegado a la
ceremonia.
Entre los cardenales que
consiguieron llegar está el anciano cardenal Joseph Zen, obispo emérito de Hong Kong, a quien el Gobierno
chino le quitó el pasaporte pero se lo devolvió con un permiso de 5 días para
salir del país.
Entre los cardenales presentes
están los de la Curia, el cardenal
Müller que fue prefecto de Doctrina de la Fe, el cardenal Adalberto
Martínez (primer cardenal en la historia de Paraguay), el cardenal de Nueva
York, Timothy Dolan, el cardenal australiano George Pell, el cardenal de Sri
Lanka, Malcolm Ranjith (que de
2005 a 2009 fue Secretario de Doctrina de la Fe, hasta que
Benedicto XVI le envió a la isla), el cardenal de Barcelona Juan José Omella; el cardenal de
Madrid Carlos Osoro, el cardenal
arzobispo emérito de Valladolid, Ricardo Blázquez, los cardenales coreanos Andrés
Yeom Soo-jung y Lázaro You Heung-sik... y varios obispos y Patriarcas de iglesias católicas orientales.
En cambio, desde Siberia, el
obispo de Saratov, Clemens Pickel, de etnia alemana, confirmó con tristeza, que
ningún obispo católico de Rusia iba a poder acudir. No explica las causas, pero
es evidente que la situación de guerra no lo favorece.
REPRESENTANTES
ECUMÉNICOS
El Patriarcado
ecuménico de Constantinopla, greco-ortodoxo, estuvo
representado por el número dos de su organigrama, Emmanuel, metropolita de
Calcedonia.
Su rival, la Iglesia Ortodoxa
Rusa, envió también a su recientemente ascendido número dos, el joven Antonio de Volokolamsk -de 37 años, no conoció a Benedicto- y su
ayudante Ivan Nikolaev.
La
representación de la Comunión Anglicana la encabezó Ian Ernst, antiguo
obispo anglicano de Isla Mauricio, en Roma como enlace ecuménico desde
2019.
En representación del Consejo
Mundial de Iglesias estuvo su máxima autoridad desde
hace unos meses, el obispo luterano alemán Heinrich
Bedford-Strohm.
EL
ATAÚD Y LA TUMBA
El mismo ataúd de madera de
ciprés en el que 200.000 fieles han visto sus restos en la basílica fue el que
le acogió durante el funeral.
Al acabar la ceremonia, fue
trasladado de nuevo a la basílica de San Pedro y se introdujo en otros dos
féretros, que se contienen el uno a otro. Después fue enterrado en la cripta
bajo la basílica de San Pedro, en la misma tumba que ocupó Juan Pablo II de
2005 a 2011, cuando fue declarado beato y trasladado a una zona más accesible a
la veneración de los fieles. En la tumba quedará solo escrito su nombre y las
fechas de su pontificado: siete años, 10 meses y nueve días.
Esta parte final, de entierro en la cripta, se realizó sin presencia de
cámaras de televisión y en presencia de muy pocas personas, como
se ha hecho también con los anteriores pontífices.
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