En los días posteriores a la muerte de Benedicto XVI, y antes de su entierro, la sorprendente presencia mediática de su secretario, Georg Gänswein (n. 1956) pudo hacer pensar que el libro que se anunciaba y que se puso a la venta este jueves en Italia, Nada más que la verdad. Mi vida a lado de Benedicto XVI (Piemme), era una desestabilizadora bomba informativa. Una bomba que habría estado agazapada en la imprenta a la espera de que la desaparición del Papa emérito actuase como espoleta de un terrible ajuste de cuentas.
Las memorias de quien sigue
siendo formalmente prefecto de la Casa Pontificia, recibido por Francisco este
mismo lunes, no son esa esperada bomba, aunque sí contienen informaciones de
gran interés.
Gänswein, canonista que llevaba
en la Curia desde 1995, y desde 1996 en la Congregación para la
Doctrina de la Fe, se convirtió en secretario particular del cardenal Joseph Ratzinger en 2003, cuando quien lo había sido
veinte años, Josef Clemens,
fue nombrado subsecretario de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada.
Han sido, pues, casi veinte años de convivencia continua en tres escalones
distintos, durante los cuales, por su sentido innato del respeto, Benedicto
XVI nunca le tuteó,
aunque le llamaba afectuosamente Don Giorgio.
En esas dos décadas, confiesa Gänswein,
ha podido conocer "el verdadero rostro de uno
de los mayores protagonistas de la historia del siglo pasado, denigrado con
demasiada frecuencia" por "convicciones
que en realidad no hacían más que expresar su profunda fidelidad a la
Tradición y al Magisterio de la Iglesia y la defensa de la fe
católica".
El primer tercio del libro relata
hechos de la vida de Benedicto XVI y del pontificado de Karol Wojtyla a los
que aporta ser una versión que cabe considerar contrastada por las propias
conversaciones con Ratzinger.
EL
ACTO DE ASÍS DE 1986
Como las objeciones que éste puso
al célebre encuentro interreligioso de 1986 en Asís, "en el cual el cardenal no consideró oportuno
participar". Había expresado al Papa sus objeciones al formato
y previsto la "confusión" que
habría de producirse entre las diversas expresiones de culto de los 62 jefes
religiosos presentes, y la sensación de "sincretismo"
o "relativismo" que podía
transmitirse, por lo cual no quiso que su presencia "pudiese
ser interpretada equivocadamente como una valoración favorable".
El Papa se dio cuenta a posteriori de que "los temores expresados por el cardenal no eran del
todo peregrinos", y para la segunda edición del encuentro en 2002
se cuidaron más "los detalles". Con
todo, hasta el día antes de su celebración Ratzinger no estaba en la lista de
participantes, aunque finalmente "consideró
que podía intervenir tras
una petición personal del Pontífice".
¿A
QUIÉN VOTÓ? ¿QUIÉN LE VOTÓ?
En cuanto al cónclave de 2005,
Gänswein comenta una curiosidad. ¿Por quién votó
Benedicto XVI? A raíz de las indiscreciones de un cardenal sobre las
votaciones, corrió la idea de que lo habría hecho insistentemente (siendo el
único voto que recibió dicho candidato) por el cardenal Giacomo Biffi, a la sazón arzobispo emérito de Bolonia.
Gänswein le da crédito, y en una ocasión lo dejó caer a ver si Ratzinger
confirmaba el rumor, sin éxito.
¿Y quién promovió
la candidatura del prefecto de la Fe y decano del colegio? Él piensa ("según mis
sensaciones", dice) que "entre los
más activos" por la candidatura ratzingeriana estuvieron el
colombiano Alfonso López Trujillo, el chileno Jorge Medina Estévez, los españoles Julián Herranz y Antonio María Rouco Varela, el alemán Joachim Meisner (uno
de los firmantes en 2016 de los Dubia sobre Amoris Laetitia), el
austriaco Christoph Schönborn, el nigeriano Francis
Arinze y el
indio Ivan Dias.
Pero ni siquiera en los domingos
de descanso de Benedicto como Papa en ejercicio, cuando veían alguna película
antigua o un episodio de Don Matteo (la serie que emite la RAI
desde el año 2000, en la que Terence Hill interpreta a un típico párroco italiano metido a resolver
los pequeños o grandes crímenes locales), o bien escuchaban música clásica o la
interpretaba el Pontífice al piano (sobre todo Schubert y Mozart), pudo Gänswein sonsacarle
nada de lo protegido por el deber de secreto de los conclavistas.
LAS
POLÉMICAS
En los dos tercios restantes del
libro, el secretario de Ratzinger aborda casi todas las cuestiones polémicas que
han sido avanzadas en la promoción del libro realizada mientras se velaba el
cuerpo del Papa.
-El nombramiento del
cardenal Tarcisio Bertone como
secretario de Estado fue "discutido y
problemático". Gänswein sostiene que el nombramiento "parecía adecuado" pero que el Papa "durmió mal" con las tensiones que
suscitó la designación.
Posteriormente, los numerosos
viajes de Bertoni le apartaron "de la tarea
fundamental de dirigir el trabajo de la Secretaría de Estado", y
empezaron a recibirse quejas (el libro recoge varias) desde distintas
instancias eclesiásticas, que, unidas a la gestión del Instituto para las Obras
de Religión (el llamado 'banco vaticano') y
la gestión de los hospitales vaticanos, acabaron estallando con las
filtraciones de Vatileaks.
-A Benedicto, el nombramiento del
cardenal Jorge Mario Bergoglio le resultó "inesperado":
"Me pareció que sus pronósticos se dirigían hacia tres figuras", el
italiano Angelo Scola,
el canadiense Marc Ouellet y el brasileño Odilo Pedro
Scherer, especifica Gänswein, quien señala el estricto alejamiento
del Papa emérito respecto a cualquier preparación del cónclave o promoción de
candidato alguno.
-Nada hay en el libro que
alimente cualquier conflicto entre Francisco y Benedicto XVI, que quizá es lo
que el morbo previo a la publicación aguardaba. Todo lo contrario. Más allá de
que al Papa emérito pudiesen sorprenderle algunas decisiones
de su predecesor -y se citan-,
jamás exteriorizó desafección alguna, que habría desentonado respecto a la
cordial relación que han mantenido. Las noticias de una supuesta contraposición
entre Bergoglio y Ratzinger "siempre han entristecido" a este último.
-El relato sobre la publicación
del libro Desde lo más hondo de nuestros
corazones, que
incluye colaboraciones del Papa emérito y del cardenal Robert
Sarah en torno al sacerdocio, ratifica la versión aportada
entonces por el propio Gänswein, que dejó descolocado al
entones prefecto de la Congregación para el Culto Divino y a la que aporta
algún documento más. La polémica se refería a la autoría, conjunta o separada,
de las partes consideradas críticas hacia una hipotética cesión de Francisco en
la cuestión del celibato.
-Gänswein sí cuenta sus propios desacuerdos con
el nuevo Papa porque se le mantenía como prefecto de la Casa Pontificia al
mismo tiempo que se le apartaba del ejercicio de sus funciones en beneficio de
los nuevos colaboradores del Pontífice argentino. Él llegó a explicarle que "aquello hacía problemática la gestión de la
tarea" y "disminuía [su]
autoridad": "Además, a nivel personal me había sentido humillado,
tanto porque no me había aclarado el motivo de su decisión, como porque había
hablando en presencia de otras personas, con lo que el chisme se
había difundido inmediatamente por el Vaticano, con interpretaciones de diverso
tipo". El arzobispo alemán nunca consiguió su objetivo.
-En cuanto a Traditionis custodes, que derogó en 2021 el
motu proprio Summorum Pontificum de 2007 que liberalizaba la misa tradicional, Benedicto "a
nivel personal, lo consideró un error, porque ponía en peligro
el intento de pacificación que se había realizado catorce años antes".
LA
TRAICIÓN DE PAOLO GABRIELE
De las numerosas historias
internas de la Curia vaticana que recoge Gänswein, reviste especial interés la
narración de la traición de Paolo Gabriele, el mayordomo de Benedicto XVI, a quien "consideraba como un hijo". Gänswein
describe cómo enseguida apuntaron a él todas sus sospechas (independientemente
de lo que ya estaba investigando la Gendarmería Vaticana), que se clarificaron
al filtrarse dos cartas a las que solamente Gänswein había tenido
acceso, además de Gabriele, a quien le había pedido fotocopiarlas.
Al secretario del Papa le
sorprendió cómo, al acusarle a la cara, Paolo "se
hizo el ofendido" ante unas pruebas tan evidentes. Lo
llamativo es que, poco después, cuando acudió a la capilla a rezar después de comer, se encontró al traidor allí
también. Se acercó y hablaron del tema. Quizá por la presencia del Santísimo,
Gabriele no siguió negando y reconoció haber
pasado documentos a Gianluigi Nuzzi, uno de los
periodistas que los publicaron. Sin embargo, cuando le comunicó al poco tiempo
la suspensión cautelar de sus funciones, el mayordomo reaccionó afirmando con "frialdad" que, tras haber hablado con su director
espiritual, se sentía "con la conciencia
tranquila".
Tal vez por estos vaivenes
inexplicables y por la personalidad de los involucrados, Gänswein considera que
"la cantidad de acciones negativas que se
llevaron a acabo [con los Vatileaks] fue indudablemente algo que se aproxima a
lo diabólico".
El propio Benedicto XVI se
adelantó a conmutar parte de la pena impuesta a Gabriele y se reunió con él.
Gänswein no estuvo en la reunión: "No sé qué
se dijeron, pero vi a Paolo muy afectado y tuve la sensación de que se
había dado cuenta de cuánto daño había causado su
iniciativa". En cuanto a las motivaciones, la investigación interna
descartó un sabotaje de miembros de la Curia y Gänswein comparte esa idea,
apuntando a una extraña combinación de intereses que, en el caso de Gabriele,
habrían aprovechado su tendencia a los pensamientos persecutorios.
Para Gänswein fue, además, motivo
de dimisión, que presentó a
Benedicto XVI asumiendo su responsabilidad porque era el superior directo de
Gabriele. El Papa no se la aceptó, y le reiteró su confianza elevándole al episcopado a
finales de 2012, algo que normalmente no se hace con los secretarios papales
mientras están en el cargo.
Gänswein vio a Gabriele pocos
días antes de su fallecimiento, el 24 de noviembre de 2020, a los 54 años de
edad. El ex mayordomo, gravemente enfermo, le mandó llamar porque quería morir
reconciliado con él: "Hablamos confidencialmente
mirándonos a los ojos, me pidió el Viático y luego rezamos junto a
su esposa y sus tres hijos... Luego no dejamos de mandar alguna ayuda a la familia,
con la discreción propia del caso".
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