Su silencio meditativo es activo y productivo.
Por: Pbro. Joaquín Dauzón Montero | Fuente:
Semanario Alégrate
Decíamos el domingo pasado que el mensaje a los pastores no es solamente para
que lo busquen, lo localicen y lo adoren; que es un “signo”
y que, como tal, pretende revelarnos la personalidad del niño recién
nacido, a quien debíamos ver como rey vulnerable, necesitado, inadvertido y
silencioso, irrumpiendo en la historia humana. Ahora nuestra Liturgia nos
invita a fijarnos en la personalidad de María, la madre de Dios que salva.
El texto de este domingo, pues,
concretamente en el versículo 19, nos dice al pie de la letra: “María, por su parte, guardaba todos estos
acontecimientos y los volvía a meditar” (traducción de la Biblia
Latinoamericana), mientras el texto litúrgico traduce: “los
guardaba en su corazón”. Ojalá recordáramos siempre que los
acontecimientos de cada día son lenguaje de Dios que habría que meditar
largamente. El “corazón” en la cultura
hebrea, de la que María es heredera, no es exactamente lugar de la afectividad
personal, como podríamos pensarlo nosotros en nuestro tiempo y cultura, el “corazón” es, más bien, sede de la conciencia y la
interioridad. María medita, alcanza a comprender y a expresar, los
acontecimientos que rodean el nacimiento de su hijo, diciéndose a sí mima lo
que alcanza a comprender, tanto que es la garante de la verdad de los llamados “Evangelios de la Infancia” que caracterizan los
escritos de los evangelistas Mateo y Lucas.
Asomémonos en la interioridad de
María madre en la alabanza que la retrata: “Glorifica
mi alama al Señor, mi espíritu se llena de júbilo en Dios mi salvador, porque
ha mirado la humildad de su sierva... Dios ha hecho grandes cosas por mí...”. Su
silencio meditativo es activo y productivo, es una ocasión para emprender el
aprendizaje de la autenticidad, de la humildad, que debiera caracterizarnos a
quienes nos reconocemos como criaturas limitadas y necesitadas de la
intervención de Dios en nuestras vidas, hoy y siempre. Que Dios nos conceda ser
una valiosa gotita de agua en el mar inmenso de su amor.
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