La foto es de hace pocos días, en un convento donde sustituyo al sacerdote. Hoy cumplo 54 años. Nací en 1968. Cuando yo tenía unos nueve o diez años, me invitó Fernando Víctor Benedicto a su fiesta de cumpleaños. Nos lo pasamos muy bien. Pero lo que más me impresionó fue su piso: ¡era inmenso, misterioso!
A esa
edad, medíamos menos de la mitad que ahora, para empezar todo era el doble de
grande. Encima los techos eran como los de las casas antiguas, altísimos. Ese
piso, como tantos otros de principios del siglo XX, era un lujo de espacio: qué cantidad de habitaciones, los pasillos eran
larguísimos.
Aquella
casa me resultó fascinante. No salimos del salón, pero cuánto me hubiera
gustado un recorrido por sus habitaciones. Además, tenían gato. Y un gato a esa
edad era un ser interesantísimo.
Lo que sí
que recuerdo de los pisos antiguos de esa época era que estaban mucho menos
iluminados que los de la actualidad, lo cual todavía los hacía parecer más
inmensos.
Lamentablemente,
ese compañero de curso ya murió. Cuánto me gustaría llamarle ahora y saludarle
y contarnos cosas. Recordarnos anécdotas de cuando éramos niños.
Cuánto
tiempo ha pasado. Otro mundo, era otro mundo.
Hoy
cenaré con una familia y una amistad, en mi casa. Preparo yo la cena.
Doy
gracias a Dios porque me ha concedido llegar a esta edad.
P. FORTEA
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