No levantes turbonadas de viento desagradables. No soples alborotadamente en el rescoldo de tus brusquedades.
No
dejes que el granizo y los vientos huracanados azoten y crispen tu alma.
Recita pausadamente con el salmista:
«Nieves
y granizos, frio y calor, roció y escarchas, y vosotros los vientos
huracanados, las fuentes y las moles rocosas, día y noche…, todos, bendecid al Señor»
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