La libertad religiosa debe ser inviolable en todos los países independientemente de su identidad cultural.
Por: Marlon Jose Navarrete Espinoza |
Fuente: Catholic.net
Debemos agradecer a tantos catequistas, religiosos
y religiosas quienes son dignos de admirar por su valentía de hacer a un
lado todo lo que pudieran querer en la vida para dedicarse sin pedir beneficio
alguno a la misión de evangelizar a costa aún de su propia vida. Son héroes
silenciosos o quedan en el olvido, pero su trabajo de ser educadores en la fe
ha sido uno de los más valiosos aportes a la humanidad por mucho que ésta no
quiera reconocerlo.
Las confrontaciones nos arrebatan los buenos momentos que por estar peleando nos perdemos de compartir para siempre. Por tanto creo que negar a DIOS en todo proceso educativo nos deja afuera de toda posibilidad de llegar a realizarnos integralmente como seres humanos. Una formación meramente técnica o solamente científica, filosófica e idealista sin recibir el mensaje de DIOS, nos convierte en unidades mecanizadas producidas en serie con un gran vacío espiritual que sin duda se verá reflejado en nuestra conducta.
Tantas promesas en el mundo que
aparecen como salvadoras del hombre o claman un brillante futuro de plenitud
fantasiosa y que al final son embustes y mentiras cínicas que ofrecen la
felicidad bajo brillantes ofertas de elevación, pero en realidad
nos ponen de rodillas para bajar la cabeza para decapitar nuestra misión
personal en esta vida y echar a perder legítimas y verdaderas aspiraciones que DIOS nos había asignado desde antes de nacer
o siquiera existir porque de antemano ÉL ya nos conocía y sabía nuestro
destino.
La sociedad está enferma, fuera
de control, desquiciada sin límites ni remordimiento, sin moral como horizonte,
los derechos sociales se confunden con imposición de criterios selectivos que
derivan en discriminación y los mismos derechos se exigen con agresiones y
violencia. Se pretende resolver todo con un disparo en la cultura de la
agresividad porque el mismo egoísmo me dice que sólo mis derechos valen y
aquellos de las demás personas son despreciables.
Es una mentalidad de
aniquilamiento mutuo, de arrasar al contrario, silenciarlo y desaparecer su voz
para imponer únicamente la mía. La verdad atemoriza al que miente y usa esa
mentira como arma de manipulación. Se inculca el odio porque el amor estorba y
el odio te hace creer fuerte e invencible, pero a la vez es una fortaleza de
fino y delicado cristal, el pensamiento crítico es arrojado al abismo de la
ignorancia y se aplaude lo perverso, lo maligno, el mal ejemplo, lo
incivilizado, lo indecente, la grosería y la patanería. Vivimos la supremacía
del irrespeto, la confrontación y la intolerancia. Descubrimos cuando ya es muy
tarde cuánto nos equivocamos y es así que la paz tan soñada se aprecia nada más
cuando se ha perdido.
Los perversos disfrutan haciendo
el mal y los oprimidos lloran más todavía bajo la bota opresora de la humillación
y la explotación, pero sabemos que la justicia Divina triunfará con certeza y
la libertad verá el amanecer. A pesar que no vemos castigo a los malvados y
mucha pena en el inocente, porque las grandes glorias humanas están cimentadas
sobre el dolor de miles.
Por tanto la educación en la fe
nos ayuda a identificar todos estos males de la vida y a evitarlos y sobre todo
a no provocarlos a nuestro prójimo. Educarse bajo la luz de la palabra de DIOS más la doctrina eclesial, nos permite avanzar
en la vida para abrirnos paso entre piedras filosas y espinas punzantes que
hieren los pasos vacilantes en el camino de nuestra existencia.
Te ayuda a superarte sin pasar
por encima de la desgracia de otros, alegrarte de su calamidad, a no
desechar al ser humano como trapo viejo y usarlo en su vida útil o productiva
para sacarle provecho como mercancía y luego tirarlo a basura en una especie de
costumbre social del descarte que vivimos. Enseña a no creerte superior a los
demás ni verte inferior a otros sino que con la misma dignidad de hijos de
DIOS. Aceptar que hay veces en la vida que hoy se tiene todo y mañana no se
tiene nada. Trabajar con honestidad sin engañar o exigir lo que no se ha
merecido o ganado. Sobre todo a respetar el espacio, la libertad y creencias de
cada ser humano sin socavar el derecho de proclamar a DIOS en el mundo, porque hoy en día, el más
marginado y excluido de las sociedades modernas que se dicen civilizadas, es
precisamente DIOS.
Recibir educación religiosa nos
enseña a preocuparse por los que sufren, ayudar al necesitado y no hacerse el
ciego frente a quienes provocan grandes injusticias sociales por su ambición
desmedida. Es imperativo que nos interesemos porque nuestros niños y jóvenes
sean formados a la luz de la verdad de CRISTO
para frenar la violencia como respuesta a los desafíos y que tanto los
padres de familia como los maestros no sigan perdiendo autoridad frente a una
oleada de deformación y desintegración de los hogares y en las escuelas.
La libertad religiosa debe ser
inviolable en todos los países independientemente de su identidad cultural, lo
que implica también no secuestrar la palabra de DIOS
para fines mezquinos o codiciosos. La libertad de conciencia y de culto
es la primera libertad que la da valor al ser humano y a su vez conservar en el
tiempo las tradiciones derivadas de la fe popular como las diversas expresiones
religiosas.
Educar en la fe es salvar a la
humanidad del aniquilamiento mutuo. Reconoceremos entonces que mi partida y mi
llegada provienen de DIOS y finalmente me
conducen a su presencia.
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