DANIEL DESCUBRIÓ LA VERDAD TRAS AÑOS EN LA NUEVA ERA Y PROBAR LA MASONERÍA O LA TEOSOFÍA LUCIFERINA
A los 16 años, Daniel Lerin experimentó "una paz que no podía imaginar". Educado
en una familia de origen católico pero entregada a gurús de la Nueva Era, el
joven lo investigó todo para descubrir el origen de esa paz: teosofía, prácticas orientales, estudios bíblicos evangélicos…
incluso probó en la masonería. Tras años de
estudio y ser consciente de los orígenes "luciferinos"
de algunas de estas prácticas o la "egolatría"
que implicaban, Daniel ha alcanzado hoy con su familia la paz que
siempre buscó.
Nieto de cubanos, nacido en
Gijón, criado en Miami y residente en Jacksonville, Daniel ha experimentado
tantas doctrinas espiritualidades como viajes ha realizado en su vida.
A sus 35 años, cuenta en Cambio de Agujas que
esta travesía comenzó cuando su familia, pese a haber sido criada en la fe, no
pudo resistir el arrastre de la ola hippie de
los 60, que les llevó a seguir
por todo el mundo a un gurú como su maestro espiritual.
Fue con 16 años cuando
se sobresaltó al sentir una paz "que no podía explicar".
"Me desperté
una mañana y sabía que no nacía de mí, que tenía que ser de fuera. Estaba mucho
más allá de cualquier paz que pudiese imaginar", explica. Décadas después comprende el mensaje que escuchó en ese
momento: "Tú llamado va a ser hacer saber al mundo que
esta paz es posible para
cualquier persona".
Pero la travesía para encontrarla
fue cuanto menos compleja. Daniel sabía que Dios fue el responsable de esa paz
y ese mensaje, pero no sabía ni qué dios podía ser ni tenía en realidad ningún
concepto claro de la religión cristiana. Solo que dedicaría su vida
a buscar a su autor.
BUSCANDO
LA VERDAD... PERO MUY LEJOS DE ELLA
Empezó por la filosofía, leyó a Platón, Nietzsche,
Aristóteles… y no tardó en ser introducido a la Nueva Era,
en un principio, convencido de que "cualquier
creencia seguida de forma verdadera" le permitiría "llegar a Dios".
Sin más guía que algunas nociones
filosóficas y espirituales, acabó inmerso en un curso de sanación a través de
los "chacras" y "centros energéticos" de las personas
como curandero.
"A veces,
cuando hacía una curación, le indicaba a la persona el origen de su dolor. Me
preguntaba que cómo lo sabía y yo le respondía que mis guías me lo revelaron
cuando les pedí abrir su alma para
tener acceso a sus centros energéticos", relata.
De creer que podía "llegar a Dios" acabó convencido de que
en "el viaje" no había cielo o
infierno y que lo único importante era "la
conciencia humana para llegar al centro de su propio Dios".
Pese a que "todo parecía muy positivo", sabía que
debía "faltar algo" y que aún "no había llegado a la verdad". Con una
influencia cada vez más lejana del catolicismo de su infancia y sin conocer
otros católicos en Miami, comenzó a frecuentar un grupo de estudios
bíblicos protestante.
"Después del
estudio sentí una paz mayor y más profunda que al salir de cualquier meditación
y al estudiar la Biblia, notaba como [el cristianismo] tenía mucho que ver
con el ser humano alabando y sirviendo a Dios", mientras que la experiencia en la Nueva Era "tenía
más que ver conmigo".
"TENÍA
QUE SER MI PROPIO DIOS"
"Tenía que
evolucionar a la próxima dimensión de la conciencia, llegar a ser
mi propio Dios y cuando hice mis clases de curandero tuve
que proclamar `yo soy´. Mi vida [en la Nueva Era] tenía que ver
conmigo y el cristianismo con Dios"; explica.
Pero Daniel estaba decidido a no
dejarse influir por ninguna de esas dos opciones. Quería descubrir la verdad por
sí mismo. Tanto que, rezando, pidió a Dios que le dejase
investigar su propio
"potencial de llegar" a la verdad "buscando
en la Nueva Era profundamente", con todo su corazón.
Durante los seis meses siguientes
vivió no pocas "experiencias
sobrenaturales" en santuarios, como uno en California, con personas
"que revelaron cómo llegar a todo el
potencial, que hacían curaciones, canalizaban espíritus y daban mensajes".
Pero la paz que sintió entonces
era muy distinta a la que percibió en su adolescencia. "Era
superficial, lo más profundo de mi corazón sentía que había algo duro y me
creía superior a otras personas", relata.
EN
LAS OSCURAS AGUAS DE LA TEOSOFÍA Y LA MASONERÍA
No le quedaba mucho para conocer
la verdad de las prácticas "del este
(orientales)" a las que estaba entregando su vida. Su sospecha de
que "había un error" en todo ello
se hizo definitiva cuando conoció a la oscura fundadora de la
Teosofía y autora de La Doctrina Secreta, Madame
Blavatsky.
"En ese libro
se decía que Satanás es el rey de este mundo y el único rey que
hay", que "es
el salvador, la serpiente, el dragón y el logos, todo en uno" o que
"es el verdadero salvador espiritual de la
humanidad que liberó a Adán de ser el sirviente de Dios", explica.
Ya no sentía paz, sino "impacto y miedo". Entonces acordó que
en su primer curso como curandero la maestra les pidió leer este libro. Al
preguntarla, confirmó sus sospechas: "Nos dijo
que Lucifer era un ángel bueno pero con mala reputación por la Iglesia Católica,
que era un ángel bueno que te ayuda a llegar a la luz".
Profundizando en su vida y
mensaje llegó a conocer el caso de Alice Bailey, la
discípula de Blavatsky y fundadora la Escuela Arcana o de Lucifer Trust,
compañía difusora de las publicaciones sobre espiritualidad de la ONU bajo el
nombre de Lucis Trust, según recoge su propia web.
Tras años de estudio e
investigación, Daniel no solo fue consciente de que "la
Nueva Era era la rama espiritual de la masonería", sino que
incluso frecuentó logias masónicas donde les prohibían mencionar si quiera "el nombre de Jesús".
Dos conclusiones
que le llevaron a la Eucaristía: "Es
un milagro"
Consciente de que todo ello
suponía "un problema", Daniel
llegó a una importante conclusión en su camino de búsqueda de la verdad.
"Las otras
religiones enseñaban que el esfuerzo y la disciplina personal era lo que te
llevaba a Dios. Pero no importaba cuánto intentase ser bueno o cuánto
meditase, mi corazón siempre quería ir al mal. La única religión que me
decía que Dios entraba en ti a cambiarte era el cristianismo y supe que la
Nueva Era no era compatible con la experiencia humana, sino solo el
cristianismo", relata.
Tras un traumático abandono de
las corrientes New Age, Daniel y su mujer se aferraron al protestantismo como
su último y más cercano rescoldo espiritual.
Pero al profundizar en la
teología protestante, se dieron cuenta de que "dos
buenos teólogos interpretaban un versículo de forma muy diferente o incluso
contraria" y que, si querían tener una fe firme "tenían que creer en algún teólogo".
"Así empezamos
a investigar a los Padres de la Iglesia y me di cuenta de
que no creían en nada protestante. Que la Eucaristía era el Cuerpo y
la Sangre de Dios, que honrar a los santos te ayuda y beneficia, que rezaban y
veneraban a la Virgen y que tenían en el Papa y los obispos un sistema de
autoridad", explica.
Algo de lo que carecía como
protestante y que "causa problemas" al
no disponer "de ninguna forma de conocer la
correcta interpretación de la Biblia. En la Iglesia tienes el Magisterio y sabes
que Dios da la autoridad para
interpretar la Biblia".
Daniel comprendió que, al llegar
a esta conclusión, su camino hacia la verdad que tanto había buscado estaba
cerca de terminar. Poco después, sus hijos se bautizaron y sin si quiera
conocer el Hogar de la Madre,
la familia pasó a formar parte de él.
"Cada vez que
puedo comulgar es sobrenatural, es un milagro. No puedo creer que Dios
me esté dejando tomarle y entrar en un pecador como yo, limpiándome
y llenándome de Su Espíritu. Que sea tan personal, que quiere compartirse
conmigo, no solo en la doctrina, sino también en Su Cuerpo, Su Sangre, Su
sacrificio. Es algo que no existe en el protestantismo y que me ha enriquecido
la fe", concluye.
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